Próxima etapa de la industria

    El sector manufacturero global atravesó una década tumultuosa: grandes economías en desarrollo saltaron a la primera línea de naciones ya industrializadas, una severa recesión aplastó la demanda, y el empleo en las fábricas cayó a ritmo acelerado en las economías avanzadas. Con todo, la actividad sigue siendo clave para todos los países.

    En los que están en vías de desarrollo sigue siendo el camino para pasar de la agricultura como economía de subsistencia a mayores ingresos y niveles de vida. En los avanzados, se mantiene como fuente de innovación y competitividad, y hace enormes aportes a la investigación y desarrollo, exportaciones y crecimiento de la productividad. Pero el sector manufacturero cambió trayendo oportunidades y desafíos. Ni los empresarios ni los políticos pueden confiar en las viejas respuestas. Este es, en síntesis, el planteo de una nueva investigación del McKinsey Global Institute titulada “Manufacturing the future: The next era of global growth and innovation”, con la firma de James Manyika y otros 10 colaboradores.
    El informe presenta una clara visión de cómo la manufactura contribuye a la economía global hoy y cómo podría evolucionar en la próxima década. Algunas de las conclusiones:

    El rol de la manufactura está cambiando. La forma en que contribuye a la economía cambia a medida que las naciones maduran: en las actuales economías avanzadas, la industria fomenta innovación, productividad y comercio más que crecimiento y empleo. En esos países, también ha comenzado a consumir más servicios y a depender más de ellos para operar.

    La manufactura no es monolítica. Es un sector diverso con cinco grupos distintivos de industrias, cada uno con impulsores específicos de éxito.
    Esta actividad está entrando en una nueva fase dinámica. A medida que surge una nueva clase global de consumidores en naciones en desarrollo y las innovaciones generan demanda adicional, los fabricantes globales tendrán importantes oportunidades nuevas, pero en un entorno mucho más incierto.

    La manufactura sigue creciendo. Globalmente, continúa creciendo. Ahora representa aproximadamente 16% del PBI global y 14% del empleo. Pero el tamaño relativo del sector en una economía varía con su etapa de desarrollo. El informe encuentra que cuando las economías se industrializan, suben rápidamente el empleo en la manufactura y la producción, pero una vez que la participación de la actividad en el PBI llega a su pico máximo –de 20% a 35% del PBI– cae en forma de U invertida, junto con su participación en el empleo. Esto es porque a medida que suben los sueldos, los consumidores tienen más dinero para gastar en servicios y eso acelera el crecimiento de ese sector, convirtiéndolo en más importante que la manufactura como fuente de crecimiento y empleo.
    El sector también está evolucionando en formas que dejan anticuada la visión tradicional, según la cual la industria y los servicios son sectores separados y diferentes. Los insumos de servicios (desde logística hasta publicidad) conforman una creciente cantidad de las actividades manufactureras. En Estados Unidos, cada dólar de producción requiere 19 centavos de servicios. Y en algunas industrias más de la mitad de todos los empleados trabajan en tareas de servicios, como los ingenieros de Investigación y desarrollo y el personal administrativo.
    A medida que las economías avanzadas se vayan recuperando de la Gran Recesión, el empleo en la manufactura podría acelerarse y algunas naciones podrían incluso aumentar sus exportaciones netas. Los fabricantes seguirán contratando trabajadores, tanto en producción como en no producción (como diseño y servicio post-venta) pero a la larga, la cuota de la manufactura en el empleo seguirá bajo presión por las permanentes mejoras en productividad, el mayor crecimiento en servicios y la fuerza de la competencia global, que empuja a las economías avanzadas a especializarse en actividades que requieren mayor capacitación.
    La manufactura no es monolítica. No hay dos industrias exactamente iguales; algunas requieren más conocimiento, otras menos. Algunas dependen fuertemente del transporte, mientras que para otras, la proximidad de los clientes es el tema fundamental. El estudio identifica cinco grandes segmentos y analiza cómo los diferentes factores de producción influyen sea sobre el lugar donde se construyen las fábricas, o sobre dónde se realiza I+D o sobre la llegada al mercado.
    Innovación global
    El mayor segmento, por producción, incluye industrias como la automotriz, química y farmacéutica. Estas industrias dependen fuertemente de la innovación global para los mercados locales –son intensivas en investigación y desarrollo– y también necesitan proximidad con los mercados. El segundo segmento es procesamiento regional, que incluye industrias como la editorial y la de alimentos y bebidas. El segmento más pequeño, con solo 7% de valor agregado global, produce bienes transables de trabajo intensivo.
    La manufactura está entrando en una nueva fase dinámica. Para 2015, habrá surgido una nueva clase consumidora y la mayor parte del consumo tendrá lugar en economías en desarrollo. Esto creará grandes oportunidades de mercado, estiman los investigadores. Mientras tanto, en mercados establecidos, la demanda se fragmenta a medida que los clientes piden mayor variedad y más tipos de servicios post-venta. Una gran cadena de innovaciones en materiales y procesos, desde nanomateriales hasta impresión en 3D y robótica avanzada– también promete crear demanda fresca y lograr mayor productividad en todas las industrias y las geografías.
    Estas oportunidades surgen en un entorno plagado de desafíos. En algunos mercados de trabajo barato, los sueldos suben rápidamente. Volatilidad en los precios de los recursos, peligrosa escasez de talento altamente calificado y crecientes riesgos regulatorios y en la cadena de suministro crean un ambiente mucho más incierto del que imperaba antes de la Gran Recesión.
    Fabricantes y políticos necesitan nuevos métodos y capacidades. Las empresas deben conocer en profundidad a los mercados emergentes, y las necesidades de sus clientes. También necesitarán nuevos y ágiles métodos para el desarrollo de la estrategia, usando, por ejemplo, planificación de escenarios más que pronósticos puntuales. Y también tendrán que hacer grandes apuestas a largo plazo, como sondear nuevos mercados en economías en desarrollo o cambiar a materiales nuevos, pero deben hacerlo en formas que minimicen el riesgo.

    La huella ambiental

    Un gran desafío para los fabricantes será encarar las decisiones sobre la huella ambiental de una forma más sutil. Las industrias de trabajo intensivo seguirán el camino de los bajos salarios, pero otras, con necesidades más complejas, deben contemplar factores como acceso a transporte barato, conocimiento de los consumidores o contratar empleados calificados. El resultado podría ser una nueva clase de empresa manufacturera global, una empresa conectada en una red que usa big data y analytics para responder rápidamente y con decisión a condiciones cambiantes y que también puede perseguir oportunidades de largo plazo.
    Para los políticos, apoyar la manufactura y la competencia global significa que la política debe estar basada en un amplio y profundo entendimiento de los diversos segmentos industriales en una economía nacional o regional, y de las grandes tendencias que las afectan. Por ejemplo, quienes modelan la política energética deben considerar qué segmentos serán afectados por los mayores o menores precios de la energía, cuán grande puede ser el impacto o qué magnitud de diferencia desencadenará una decisión sobre ubicación.
    Los políticos también deberían reconocer que sus objetivos de largo plazo para crecimiento, innovación y exportaciones se logran mejor apoyando a los facilitadores importantes para los fabricantes (como invertir en moderna infraestructura) y ayudándolos a forjar las conexiones que van a necesitar para acceder rápidamente a los mercados emergentes.
    Dos prioridades fundamentales tanto para los Gobiernos como para los empresarios son educación y desarrollo de habilidades. Las empresas tienen que crear sus capacidades de I+D así como también experiencia en data analytics y diseño de producto. Necesitarán trabajadores calificados y que entiendan de computación y ágiles gerentes para las complejas cadenas globales de suministro. Además de apoyar los permanentes esfuerzos para mejorar la educación pública, especialmente la enseñanza de matemáticas y habilidades analíticas– los políticos deben trabajar con instituciones industriales y educativas para asegurar que las habilidades aprendidas en la escuela se adecuen a las necesidades de los empleadores.

    Problemas de los tres grandes actores

    Continúa la fragilidad de la economía global

    En la última cumbre del Foro Económico Mundial, celebrada en Dalian, China, se percibió un optimismo general. Los participantes parecían aliviados al ver diluirse el colapso financiero en la Unión Europea, la recuperación –aunque moderada– en Estados Unidos y las últimas noticias económicas de China, relativamente positivas.

    Pero las cosas no están tan bien como la mayoría quiere creer. Si bien es cierto que probablemente ya se haya evitado otra crisis financiera, el panorama a largo plazo revela una economía global que seguirá bastante frágil.
    Cada uno de los tres principales actores en la escena internacional –la Unión Europea, Estados Unidos y China– se ve paralizado en su capacidad para tomar las decisiones necesarias para poner en marcha el motor del crecimiento. Es como si la economía global estuviera estrangulada por un gigantesco nudo gordiano que no puede deshacer. La actual estructura de gobierno de la Unión Europea ha logrado terminar con su historial centenario de guerras pero no es capaz de ejercer una fuerte vigilancia para manejar a ese grupo de 28 economías interdependientes que ahora forman parte de la eurozona.
    Los europeos tendrán que entender que la unión necesita mayor integración económica, fiscal y política para mantener competitividad y evitar futuras crisis financieras. Tal es la evaluación que hace John Julles en Global Perspective. Está muy claro lo que hay que hacer, dice: crear un único ministerio de finanzas, tesorería y banco con control centralizado sobre los presupuestos y la política económica de los estados miembros. Sin embargo, también está claro que por ahora no hay voluntad política de hacerlo.
    Estados Unidos también parece haber perdido su capacidad de implementar sanos ajustes en su política económica, le cuesta incluso tomar simples decisiones tácticas como la de subir el techo de la deuda. Como en la Unión Europea, el tema principal es la paralización política que fue causada por diversos factores, que incluyen décadas de pujas interpartidarias.
    Como resultado, los dos grandes partidos políticos están trabados en posiciones irreconciliables en los dos extremos del espectro político. Es más, tanto Estados Unidos como Europa están perdiendo autoridad moral como portadores de los estandartes políticos y económicos mientras el resto del mundo los mira incrédulo.

    Una etapa crucial

    Mientras tanto, China ha llegado a una etapa crucial de su desarrollo económico: ya no tiene tanto excedente de mano de obra barata y tampoco la posibilidad de seguir mejorando productividad con la simple adquisición de tecnología y habilidades gerenciales en el extranjero. Además, ahora no tiene tanta capacidad para mantener el crecimiento de dos dígitos de los últimos años mediante masivas inversiones de capital, entre otras cosas por la ineficiencia de su sistema bancario.
    Como resultado, la libertad del gobierno para tomar decisiones está limitada. Debe hacer la transición hacia un modelo de crecimiento liderado por el consumo mientras mantiene crecimiento de 7% del PBI o arriesgarse al desastre: o una crisis financiera por sobre estimulación de la economía o conflictos sociales por no elevar lo suficiente el nivel de vida. Y el gobierno debe manejar este delicado equilibrio en un momento de incertidumbre económica en el mundo y crecientes tensiones sociales en ascenso en su propia casa, resultante de la inequidad de ingresos.
    Si miramos más allá de estos tres jugadores clave, encontramos que los mercados emergentes no van a poder superar sus actuales tropiezos. No por la posible reducción de la flexibilización cuantitativa de la FED, sino porque no son lo suficientemente grandes para, por ejemplo, compensar una de­sa­celeración permanente en China, que tendría un efecto adicional sobre las economías que dependen de commodities como Rusia y Brasil. Además, varios de los más grandes mercados emergentes, incluyendo India y Turquía, se han empantanado en una inercia de incompetencia política y parecen haber perdido el impulso en lo que hace a reformas.
    El futuro, entonces, no depara escenarios calamitosos sino probablemente varias alternativas para salir del paso. Estados Unidos no dudará en subir el techo de su deuda mediante un acuerdo político de último momento, la Unión Europea seguirá tropezando hacia una mayor integración, China logrará crecer a 6 ó 7% de alguna manera y la convergencia económica entre mercados desarrollados y emergentes seguirá, aunque a menor ritmo. Pero probablemente no veamos una recuperación fuerte durante bastante tiempo, y el riesgo de otra crisis financiera global seguirá siendo lamentablemente bastante real.