“Juventudes desiguales: oportunidades de integración social” procura reconocer y describir los diversos modos de vivir la juventud en la Argentina urbana de finales de la década de los 2010.
Los cambios en el entorno social, familiar, educativo y comunitario de estos jóvenes a través de la reproducción intergeneracional de las condiciones de pobreza, modifican estructuralmente el contexto de producción de recursos humanos y sociales.
Esta modificación en la producción de recursos humanos y sociales se observa en el espacio de la salud, la educación y el desarrollo de capacidades psicosociales, herramientas para apropiarse de una estructura de oportunidades que se ha empobrecido y no logra acomodarse al cambio social.
El objetivo es caracterizar a la población de 18 a 29 años que reside en Argentina en función de una serie de dimensiones que conciernen a sus oportunidades de desarrollo humano y social. Los jóvenes representan casi una quinta parte de la población total del país (19,1%): 8,4 millones.
Más de la mitad vive en hogares nucleares completos (53,4%) y casi un tercio reside en hogares extendidos (31,9%). Sin embargo, es muy reducida la proporción de jóvenes en hogares unipersonales (2%).
Una cuarta parte son jefes o cónyuges –lo que podría dar cuenta de la formación de un hogar independiente–, mientras que 6 de cada 10 vive con su padre y/o madre (ya que son hijos o hijastros del jefe de hogar).
Cuatro de cada 10 jóvenes pertenecen a hogares de estratos medios. 1 de cada 10 jóvenes (10,3%) reside en viviendas ubicadas en villas o asentamientos precarios, y más de la mitad (58,6%) se ubica en el aglomerado Gran Buenos Aires.
Cuatro de cada 10 jóvenes de 18 a 29 años no cuentan con estudios secundarios completos.
De ellos, hay 3 (30,5%) que no asisten a la escuela y sólo 1 (9,6%) concurre actualmente a la educación formal.
El 24% de los y las jóvenes terminó la secundaria y está cursando un nivel terciario o universitario, mientras que el 6,3% ya finalizó dicho nivel.
Los requerimientos reproductivos del hogar condicionan el máximo nivel educativo alcanzado: la mitad de los que viven en hogares con requerimientos medios-altos (47,9%) no finalizaron la secundaria.
Existen elevadas tasas de desocupación y empleo precario entre los jóvenes. Ello implica el incumplimiento de derechos básicos relativos a la estabilidad laboral, acceso a la seguridad social, a la protección en caso de accidentes y, a menudo, bajos ingresos.
Casi 1 de cada 5 jóvenes activos está desempleado (18,1%). Solo 4 de cada 10 jóvenes ocupados en la Argentina urbana tienen un empleo pleno de derechos (39,7%), casi 3 de cada 10 tienen empleos precarios (28%) y otros 3 de cada 10 presentan subempleo inestable (32,3%).
Los varones tienen mayor propensión a estar trabajando o buscar trabajo que las mujeres (72,6% y 47,3%, respectivamente) y, asimismo, están menos afectados por la desocupación que ellas (14% y 24,8%).
El acceso a servicios de salud y la atención de los procesos de salud y enfermedad no sólo son valiosos en sí mismos sino que facilitan el bienestar en otras dimensiones de la vida. Casi la mitad de los jóvenes (45,5%) no tiene cobertura de salud por obra social, mutual o prepaga.
La mitad de los jóvenes (50,8%) de 18 a 29 años no realizan ejercicio físico estructurado y/o planificado –como ir al gimnasio, realizar un deporte, caminata, entre otros– al menos una vez a la semana.
La fecundidad y el ingreso a la paternidad/maternidad constituyen eventos claves de la vida de los jóvenes, pues se asocian con una de las transiciones más significativas en el pasaje a la vida adulta. 1 de cada 3 jóvenes (34,4%) tiene hijos o está esperando uno.
De los jóvenes que tuvieron hijos o están esperando uno, casi la mitad (47,3%) fueron padres o madres adolescentes (hasta los 19 años). Casi el 85% de ellos percibe algún mecanismo de transferencia de ingresos: 52,2% la AUH o por Embarazo y 31,2% las asignaciones familiares.
17,9% de los jóvenes en la Argentina reportan no tener amigos ni una red a la cual recurrir en caso de tener una necesidad; es decir, presentan déficit de apoyo social estructural.
1 de cada 4 jóvenes (24%) perciben no tener personas cercanas a las cuales recurrir para solucionar necesidades concretas de la vida cotidiana, presentado déficit de apoyo instrumental.