jueves, 21 de noviembre de 2024

Un consenso preelectoral anti-default y pro-crecimiento

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Sigue teniendo vigencia, a pesar de haberse realizado en el mes de marzo, esta condensación de la entrevista realizada por Rubén Chorny a José María Fanelli, economista e investigacor del Conicet.

Surge una alternativa a renegociar la deuda: los políticos tendrían que comprometerse a no defaultear, y pactar un modelo de crecimiento y empleo basado en el ahorro, la inversión y las exportaciones. Un acuerdo de ese tipo implica que el riesgo país y las tasas de interés caigan. No solo revitalizaría el crecimiento. Reduciría el esfuerzo fiscal para pagar.

 

Incertidumbre, alerta cambiaria, renegociación de la deuda. Lugares casi comunes de todos los que rondan el escenario preelectoral. El casi es porque hay un reconocido especialista en macroeconomía, moneda y finanzas, de 65 años, que dice que no. A contramano de lo que vienen declarando precandidatos como Sergio Massa, Roberto Lavagna, Juan Manuel Urtubey y hasta socios del Pro en la coalición Cambiemos, descarta que sea necesario reestructurar la deuda. 

No ve problemas de solvencia “en nuestra economía que le impidan generar el balance fiscal primario que se requiere para garantizar la sostenibilidad de la deuda pública”. Pero, además, recuerda durante la entrevista concedida a Mercado que el 40% la tiene el Estado consigo mismo (Banco Central, ANSES, Banco Nación). 

“Se ha exagerado con esto –prosigue–. Las proyecciones que acompañan el stand–by del FMI muestran que la relación entre la deuda y el PBI se espera que caiga”,  Sin embargo, este docente universitario e investigador del Conicet reconoce que existe un riesgo cierto: que “el roll over de la porción de deuda privada que irá venciendo, que supera el apoyo del Fondo, nos expone a quedarnos ilíquidos ante un incremento exagerado de la incertidumbre por un shock externo o razones políticas”.

–Y si según dice no es necesario renegociar, ¿qué habría que hacer?

–El favor más importante que la política podría hacerle al crecimiento es conseguir consenso entre los distintos candidatos de que se honrarán los compromisos, sin abandonar el esfuerzo fiscal necesario para hacerlo. De no ser así estaremos en problemas por más que el Estado sea solvente y potencialmente capaz de pagar.

–¿Qué cabría esperar después de una declaración antidefault como la que imagina? 

–En principio, que el riesgo país y las tasas de interés caigan. Esto no sólo revitalizaría el crecimiento. También reduciría el esfuerzo fiscal para pagar. Cuanto más baje la tasa de interés y mayor sea la tasa de crecimiento, menor superávit primario se necesitará para evitar que la deuda suba en relación al PBI. Le doy un ejemplo: ¿qué sucedería si un empresario que tiene activos productivos por 2 millones de dólares y debe repagar vencimientos de deuda por sólo 10.000 dólares no tiene liquidez para cumplir porque ningún banco le presta? Seguramente no podrá honrar ese vencimiento y estará en problemas. Pero, ¿por qué no le van a prestar si es rico y la suma es pequeña?

 

–¿Por qué?

–Solo podría ocurrir algo así si el acreedor pensara que la empresa tiene una gerencia tan mala que los activos productivos que posee no van a rendir lo suficiente. Esto es parecido a lo que hoy nos sucede.

 

–¿Qué sería necesario mantener y qué habría que corregir de lo que se hace actualmente en materia económica?

–Hay dos aspectos. La estabilización y el crecimiento. En lo que hace a la política de estabilización, hay pocos grados de libertad para elegir, al tener un acuerdo con el FMI. Se pueden cambiar algunas cosas pero el esfuerzo de estabilizar hay que hacerlo. Si hubiese un acuerdo sobre este punto, de los partidos que pueden gobernar, sería más fácil.  En cuanto a la política de crecimiento, es loable el gran esfuerzo por reinsertar a la Argentina en el mundo y la visión pro-competitividad que hoy tiene el Ministerio de Producción, pero necesitamos trabajar para redefinir nuestra relación con Brasil y para movilizar la inversión en favor de la competitividad: a la corrección que ya se hizo en el tipo de cambio real hay que sumarle reformas y políticas en favor del cambio estructural para diversificar nuestras exportaciones, sectorial y geográficamente.

 

Confiabilidad financiera

–¿Hay posibilidades en este momento de lograr consensos básicos entre las fuerzas políticas para lograr acuerdos en lo que se haga en materia económica?

–La llave para acordar está en la necesidad de convencer que somos financieramente confiables cualquiera sea el gobierno, de modo de bajar el riesgo país y recomponer el crédito, que son las condiciones para empezar a generar empleo creciendo. El empleo es la manera más segura de salir de la pobreza y tener uno formal y de productividad creciente es la llave para la movilidad social.  ¿Cómo voy a crecer si un tercio de la población está en la informalidad? ¿Cómo voy a sacar a los hogares de la pobreza si la masa salarial privada no crece desde 2014? Además, nuestras mujeres tienen ya más capital humano que los hombres. Promedian dos años más de educación. Pero su participación en el empleo es baja. Si movilizamos a la mujer es como tener capital de regalo para crecer. En definitiva, si hay empleo, hay esperanza de progreso. Si hay esperanza de progreso la gobernabilidad se facilita.

 

–¿Qué más deberían sentarse los políticos a consensuar?

 

–Mínimamente, reformas para impulsar el ahorro, la inversión y la competitividad pero tomando en cuenta que hay que manejar las consecuencias distributivas negativas Tenemos un gasto social grande, que ayuda, pero al que hay que hacer más efectivo.

 

–¿Cómo se conciliaría aplicar las reformas económicas políticamente factibles en el marco de un ajuste fiscal como el actual, al que hasta sectores más ortodoxos le reclaman alguna profundización?  

–El ajuste actual no se puede profundizar porque se profundizaría la recesión, bajaría más la recaudación y se ampliaría el desequilibrio fiscal. Nos morderíamos la cola. Lo fundamental pasa por evitar los riesgos financieros para capitalizar los beneficios del ajuste fiscal y externo que ya estamos haciendo. Si creamos confianza, los argentinos que ahorramos vamos a dejar de poner nuestros ahorros a languidecer en una caja de seguridad. Hemos acumulado tantos activos externos que nuestro país es acreedor neto del resto del mundo, y superan a toda la deuda pública.

 

–¿Hay alguna fórmula conciliadora para generar confianza cuando la frazada es corta y todos tironean de ella?

–La regla de oro de nuestra política debería ser: no asustar a nadie: ni al inversor, ni al trabajador buscando soluciones consensuadas para un proyecto económico que nos incluya a todos. De eso se trata el desarrollo sostenible.

 

–¿Dónde hay que poner el énfasis en las estrategias de desarrollo? 

–Adhiero al concepto de “Desarrollo Sustentable” de las Naciones Unidas: para que haya desarrollo el crecimiento debe ser inclusivo y cuidar el ambiente. Lo hemos abordado con otros economistas en un libro que publicó Siglo XXI el año pasado titulado “Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina”.  Allí Navajas trata los desafíos que plantea la energía. Y en cuanto al crecimiento inclusivo, hay que reducir drásticamente la pobreza generando empleo y mejorar las capacidades y oportunidades de la gente para lo que es vital mejorar la provisión de bienes públicos, como educación pública e infraestructura. En el caso de la educación, el problema es eficiencia. En infraestructura, falta de financiamiento.

 

–¿Qué consecuencias pueden traer los continuos retrocesos que ha tenido el país en materia de desarrollo?

–El día para empezar a crecer es hoy. Estamos en la etapa del bono demográfico, la mejor para crecer, porque es la de máxima cantidad de personas en edad de trabajar en relación a la población total. Y por largo tiempo Argentina tendrá una población joven. Como los que trabajan ahorran, se puede maximizar el ahorro y la capacidad de acumular capital. Pero para aprovechar esto, la gente tiene que encontrar trabajo. Si no el bono se convierte en un pasivo.  Gozaremos del bono por casi veinte años más. Luego comenzaremos a envejecer y todo se hará de a poco cuesta arriba. La consigna sería: nos tenemos que hacer ricos antes de hacernos viejos. Si no, nuestros hijos van a heredar el pasivo de tener que mantenernos sin un legado suficiente de activos en contrapartida.

 

Crecimiento sostenible

–¿Sigue sosteniendo que para salir de la recesión el camino no pueda ser, como en años anteriores, el consumo el que impulse, sino la inversión y la exportación?

–Para que el crecimiento sea sostenible, las exportaciones e inversiones deberían liderarlo, si bien no sigue que el consumo vaya a bajar. Sí que crezca más lento que el PBI por un período para permitir que suba la tasa de ahorro. Hay que tener en cuenta el contexto. Hoy exportamos menos que hace siete años, la tasa de inversión y ahorro son de las más bajas de la historia y la de consumo una de las más altas.  En este marco, desde fines de 2011 estamos estancados. Aunque no quietos. Algunos años hay expansión: sube el consumo, suben las importaciones porque nuestros productores necesitan insumos importados, se acaban los dólares porque las exportaciones no suben junto con las importaciones, se desinfla la expansión y volvemos para atrás.

 

–El famoso stop-and-go…

–Estamos en esa dinámica. Como los empresarios saben que la expansión no dura, no invierten lo suficiente para expandirse, no innovan y no crece la productividad. Lo contrario del crecimiento sostenido. Es terrible que se prenda la tele y todo el mundo esté preocupado por el consumo.

 

–¿No será que genera preocupación el consumo porque se ata su suerte a la plantilla salarial, compuesta por las remuneraciones y el empleo, y viceversa?

 

–Preocuparse por el empleo quiere decir preocuparse por las exportaciones para tener con qué pagar los insumos y bienes de capital importados que sostienen el PBI, el trabajo y el aumento de la productividad.  Preocuparse por el ahorro es hacerlo por el empleo, porque un país que ahorra no se endeuda y no tiene que parar la máquina de crecer con una crisis cuando no tiene dólares.

 

–¿Puede un aspirante a conseguir votos firmar un cambio de rumbo como el que propone?

 

–¿Si digo eso, soy hereje políticamente? ¿La gente no entiende? Por supuesto que entiende. Pero además debe confiar. Tiene que confiar en que si hace el esfuerzo por ahorrar, los beneficios que traiga la inversión serán para todos. Si ahorra y pone la plata en el banco, eso va ir a financiar inversión productiva; no va a ir ni a un Estado improductivo ni a empresarios truchos amigos del banquero. Para que nuestros recursos dejen de alimentar a los vivos y los corruptos necesitamos instituciones que funcionen. Y crear confianza e institucionalidad son tareas de la política, no de la economía.  –¿Cómo lo sintetizaría? –Poner la economía a crecer y crear empleo en base al ahorro, la inversión y las exportaciones. ¿Y nos vamos a hacer problema si el PBI per cápita crece al 3% y mi consumo sólo crece por unos años al 2%? ¡Cualquiera se da cuenta que sería el doble de lo que conseguiríamos consumir si siguiéramos al ritmo que traemos desde que empezó el siglo!

 

–¿Y cómo se insertaría en este esquema un desarrollo inclusivo y sostenible de largo plazo?

 

–Hay que convencerse de que, para empezar la tarea, lo que tenemos son los retazos que quedaron de los proyectos que no fueron. No es poco. Pero, como en el arte del patchwork, un retazo puede ser valioso o no dependiendo de la creatividad del artista. Por supuesto están los recursos naturales.

 

–¿No será que hemos perdido el tren en algunos de esos proyectos truncos del pasado a buscar? 

–Hasta desequilibrios que nadie quiere tener podrían ser fuente de crecimiento. No hemos hecho la infraestructura que el crecimiento requiere. Eso es malo. Pero si empezamos ahora, tenemos una oportunidad por la cantidad de proyectos con alta rentabilidad que hay para explotar porque no se hicieron antes. Claro, a Suiza no le pasa.  Si movilizamos a los que hoy no trabajan y a las mujeres dispondremos de un beneficio que un país con toda su gente empleada no tiene.

Otros retazos valiosos: los 300.000 millones de dólares en activos externos que posee el sector privado y podrían movilizarse para crecer; el bono demográfico; mucha experiencia industrial acumulada; un segmento social de gente bien formada, cosmopolita y con capacidad de emprender que son los que tienen que liderar la transformación estructural. Y lo más importante: tenemos el sistema democrático que se necesita para construir institucionalidad y equidad. El único retazo que no sirve es la llamada grieta. Las grietas desgarran la tela. No sirven para el patchwork.

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