Típico dilema malthusiano: demasiados viejos para mantenerlos a todos

Para cubrir la creciente brecha en ahorro, los países deberán sacar mayor provecho de activos existentes. A medida que envejezca la población del “primer mundo”, se estancará el nivel de vida, que venía mejorando desde la revolución industrial.

15 febrero, 2010

<p>Durante los pr&oacute;ximos veinte a&ntilde;os, por ejemplo, la edad promedio entre los italianos subir&aacute; de 42 a 55 a&ntilde;os y, entre japoneses, de 45 a 60. Dado que la gente ahorra menos al jubilarse y las nuevas generaciones son menos frugales que sus mayores, las tasas de ahorro ir&aacute;n cediendo en forma sostenida. Hacia 2025, la riqueza de las familias en&nbsp; econom&iacute;as centrales ser&aacute; aproximadamente US$ 31 billones inferior a las que debiera ser si se hubiesen sostenido las tendencias hist&oacute;ricas. As&iacute; sostiene un estudio del McKinsey Global Institute (MGI). Esto y el endeudamiento superior a U$S 11,5 billones que afronta el p&uacute;blico norteamericano plantean dilemas de corte maltusiano.<br />
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Si no se frena, la desaceleraci&oacute;n global en niveles de ahorro ir&aacute; reduciendo capitales disponibles para inversiones y trabar&aacute; el crecimiento de todo el mundo. En Estados Unidos, por ahora el envejecimiento pesar&aacute; menos, pues la poblaci&oacute;n es relativamente joven, su tasa de aumento vegetativo es aceptable y hay un continuo flujo inmigratorio (que el gobierno federal y varios estados tratan de detener, no saben exactamente por qu&eacute;). Pero su ahorro interno es casi nulo, mientras la voluminosa generaci&oacute;n de posguerra empieza a retirarse.<br />
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Entretanto, para financiar un enorme d&eacute;ficit en cuenta corriente, la primera econom&iacute;a del mundo necesita flujos de capital originados en Europa occidental y Asia oriental. Aun pa&iacute;ses tan din&aacute;micos como China no podr&aacute;n generar ahorros suficientes para cubrir la brecha.&nbsp; <br />
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Elevar la edad jubilatoria, facilitar migraciones &ndash;p&iacute;ldora dif&iacute;cil de dorar en una Uni&oacute;n Europea xen&oacute;foba- o inducir a los matrimonios a tener m&aacute;s hijos tendr&iacute;an efectos escasos o muy lentos. Tampoco es soluci&oacute;n estimular la econom&iacute;a (aplicar m&eacute;todos keynesianos), esperar otra revoluci&oacute;n productiva o rezar por un milagro tecnol&oacute;gico. Para cerrar futuras brechas, ser&aacute; preciso aumentar tasas de ahorro y sacar m&aacute;s renta de activos existentes.<br />
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En alrededor de dos decenios, la proporci&oacute;n de octogenarios en las econom&iacute;as centrales ser&aacute; 2,5 veces mayor que hoy, pues se tienen hoy menos hijos y la gente vive m&aacute;s merced a avances m&eacute;dicos. En casi un tercio del planeta y la mayor&iacute;a de pa&iacute;ses pr&oacute;speros, la tasa de fertilidad a menudo no llega al nivel suficiente para mantener la cantidad de poblaci&oacute;n. Nacen 1,2 chicos por mujer en Italia, 1,6 en Gran Breta&ntilde;a, 1,4 en Alemania, 1,3 en&nbsp; Jap&oacute;n e igual en EE.UU. Entretanto, la mejora en condiciones de vida ha elevado la edad promedio de 46 a&ntilde;os en 1950 a 66 actualmente. En tanto los viejos aumenten respecto de la poblaci&oacute;n total, ir&aacute; bajando la acumulaci&oacute;n familiar. Los a&ntilde;os m&aacute;s ahorrativos del trabajador medio van de los 30 a los 50. Luego, la curva desciende.&nbsp;&nbsp;&nbsp; <br />
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<p><strong>Medidas que no alcanzan</strong><br /> <br /> Dado que la gente no alcanza sus mejores ingresos hasta pasar los 35 años, promover natalidad tendrá escasas repercusiones hacia 2025. Inclusive, podría empeorar las cosas añadiendo niños dependientes de una fuerza laboral que ya estará solventando un creciente número de pasivos. Por lo mismo, subir la edad jubilatoria no surtirá los efectos buscados en la mayoría de países.<br /><br /> Tras la revolución de la tecnología informática (TI) y el salto en la productividad norteamericana durante los últimos años 90, algunos pensaban que las economías avanzadas se las compondrían para superar por sí solas el problema del envejecimiento. Pero, sin cambios en la relación entre ingresos y gastos, un mayor crecimiento económico no generaría ahorros suficientes para cerrar la brecha. Simplemente, porque la mejora de ingresos y nivel de vida fomentará mayor consumo.<br /><br /> La única forma sensata de neutralizar las futuras presiones demográficas es que gobiernos y personas aumenten sus tasas de ahorro y que la economía reasigne mejor el capital para promover retornos crecientes. Pero eso implica gastar menos en todos los estamentos. Particularmente en el plano fiscal, con sus erogaciones tan contraproducentes como los subsidios a actividades no competitivas y el presupuesto militar.<br /><br /> En ese contexto, aumentar tasas de retorno sobre el total de ahorros familiares en los cinco países estudiados por el MGI (alrededor de US$ 56 billones) podría neutralizar gran parte de la futura depreciación de activos. Lograrlo exigirá una intermediación financiera de mejor calidad y no tan leonina, a fin de que los ahorros se canalicen hacia inversiones más productivas. Para alcanzar esta meta, los responsables de políticas deben alentar competencia e innovación en el negocio bancario, afinar amparos legales a inversores (y acreedores), asegurar transparencia y acabar con el trato preferencial a empresas con nexos políticos, relaciones con accionistas o grupos de interés.<br /><br /> En muchos países, las nuevas generaciones ganan más y ahorran menos que sus antecesoras. Esta diferencia es factor relevante en la contracción de los activos personales en EE.UU. y, sorprendentemente, en Japón. Si la población activa actual ahorrase como lo hacían padres y abuelos, un cuarto de esa merma se habría compensado hacia 2024 en Japón y un tercio en EE.UU.<br /><br /> Persuadir a los jóvenes para ahorrar más es tarea difícil, sin duda, por lo cual los incentivos tributarios han dado resultados parciales. Contra lo que sostiene la sapiencia convencional, la mayor culpa en varias economías –afirma el MGI- no la tiene el exceso de endeudamiento. Si bien las obligaciones personales han subido mucho más rápido que los activos desde 1982, poner en caja el crédito a individuos disminuiría apenas US$ 2,3 billones (o sea 7,5%) el deterioro de activos en 2010/25. Igual, desdeñar ambas cifras no parece atinado por parte de los expertos.<br /><br /> En realidad, la clave para estimular el ahorro reside en superar la inercia. En el caso de los gobiernos, pueden elevar sus tasas de ahorro mediante un mecanismo a su alcance directo: reducir el déficit fiscal y no otorgar paquetes de beneficios impositivos a sectores privilegiados. Como hizo George W.Bush en 2001/06.</p>

<p><strong>El descenso en el ahorro</strong><br />
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La relación primaria de ahorro (se obtiene dividiendo cantidad de personas en plena fase laboral por número de adultos con más de 50 años) tiende a achicarse. En Japón, entró en el tramo negativo a mediados de los 80. Eso significa que los pasivos superan a los activos. Si bien el país parece frugal y superahorrativo, la tasa respectiva –no la primaria-  se ha contraído de 25% en 1975 a menos de 4,5% en 2008. Las proyecciones anticipan 0,2% para 2025, pues las nuevas generaciones ahorran menos.<br />
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En general, los debates sobre envejecimiento –especialmente en EE.UU.- giran alrededor del supuesto desmadre en costos de jubilaciones, pensiones y atención médica. Pero poca atención se presta a efectos potencialmente más perjudiciales en ahorro, activos y bienestar económico. A medida como más gente se jubile, la contracción del ahorro frenará la creación de riqueza personal -en los cinco países analizados por el trabajo del MGI- en más de dos tercios: de 4,5 a 1,3% hacia 2025. <br />
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EE.UU. está expuesto a la caída más pronunciada de riqueza personal, en términos absolutos (US$ 19 billones hacia 2025), por el tamaño mismo de su economía. La tasa de expansión  disminuirá de 3,8 a 1,6%. En Japón, ese mismo factor habrá bajado 47% y oscilará en apenas nueve billones.<br />
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En los últimos años, EE.UU. viene absorbiendo más de la mitad de los flujos mundiales de capital. Esto sugiere que su productividad no es la que imaginan tantos analistas financieros: su déficit en pagos externos representa algo más de 8% del PBI. Por el contrario, históricamente Japón goza de un amplio superávit en cuenta corriente, que le ha permitido ser exportador neto de capitales. Sobre todo a EE.UU. Pero la previsible reducción de ahorro personal en Japón puede dejar a Washington sin esa fuente de financiamiento.  <br />
Probablemente, tampoco Europa occidental pueda seguir exportando capitales a este lado del Atlántico, debido al envejecimiento de su población y la contracción del ahorro familiar. Del mismo modo, economías en desarrollo (por ahora, acelerado) como China, Brasil e India, no serán suficientes para cerrar brechas futuras. Aun si Beijing siguiese creciendo al ritmo actual (8 a 9% del PBI cada año), precisaría diez años para alcanzar el PBI actual de EE.UU.<br />
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Sea como fuere, el proceso llevaría a un alza general en tipos de interés. Por supuesto, los mercados asociados al ahorro global podrían ajustarse modificando demanda y precios de activos. Pero no está claro qué factor se impondrá. Algunos analistas pronostican menos demanda de capitales, pues la economía física dejará de crecer. Otros suponen que la demanda de fondos seguirá firme, pero sólo si los mercados en desarrollo y los países ricos tratan de estimular la expansión del PBI y la productividad, elevando el monto de capital por trabajador (hoy la sapiencia convencional hace lo contrario: reduce salarios o plantilla laborales en nombre de productividad).</p>

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