Y plantea el interrogante: cuándo se retorne a algo parecido a la normalidad, el saldo de las transformaciones, ¿será positivo?
Lo que es evidente es que hay cambios en las ideas dominantes sobre cuál es el rol corporativo en la sociedad.
Es que se está operando un profundo cambio en las economías como consecuencia de la Covid–19. En ese proceso los gobiernos contraen deuda, imprimen moneda e intervienen en los mercados de capitales. Todo eso respaldado –por ahora– con baja inflación en las más importantes economías (no así en las de países emergentes, como el nuestro).
Lo cierto es que cada era de la economía afronta un desafío nuevo. Después de la década de 1930 la tarea era prevenir depresiones. En los años 70 y principios de los 80 la meta fue terminar con la estanflación. El desafío actual para los políticos es que deben aprender a manejar el ciclo de negocios y combatir crisis financieras sin politizar la economía.
En forma simultánea, la pandemia ha creado un inmenso desafío humanitario: millones de personas enfermas y cientos de miles de muertos; altísimas tasas de desempleo en las economías más sólidas del mundo; los bancos de alimentos rebasados; los gobiernos esforzándose por brindar los servicios vitales.
La pandemia también es un desafío para las empresas –y sus CEO–, uno nunca visto, que las obliga a un cambio brusco en la forma en que trabajan los empleados, cómo se comportan los clientes, cómo funcionan las cadenas de suministro y hasta lo que en última instancia constituye el desempeño de la empresa.