El dólar alto es reflejo de la fortaleza de la recuperación económica de Estados Unidos y también de la debilidad de las economías de la Eurozona y Japón. En una economía global, explica la Brookings Foundation, es importante mirar las medidas que se toman con la tasa de cambio pues reflejan la importancia relativa del comercio de Estados Unidos con otros países.
Así, el hecho que el rublo ruso haya perdido la mitad de su valor frente al dólar estadounidense significa poco para la economía norteamericana porque su comercio con Rusia es mínimo. Otra cosa ocurre con el euro y el yen, pues Estados Unidos considera a Japón y Europa grandes socios comerciales. Ajustado por diferencias de inflación, el dólar ponderado subió 30% desde 2011.
Estados Unidos y China son dos países cuyas monedas experimentaron la mayor apreciación. Japón en cambio tuvo su mayor depreciación; el yen cayó casi 30% en los tres últimos años y el euro cayó casi 20% frente al dólar en el último año, aunque su declinación ponderada es la mitad de eso o menos.
Las tasas de cambio son determinadas en gran medida por fuerzas básicas de oferta y demanda, pero sus altibajos son muy difíciles de predecir. En la medida que se desea divisa extranjera para comprar bienes y servicios de otros países, las tasas de cambio reflejarán la fortaleza relativa de la actividad comercial de los países y las diferencias en inflación de precios, ambos determinantes básicos de la demanda de exportaciones e importaciones.
Con la creciente apertura de los mercados de capitales internacionales, las tasas de intercambio fueron reflejando cada vez más las diferencias percibidas en oportunidades de inversión y suelen estar dominadas por lo que ocurre en los mercados financieros. Ese cambio es especialmente así en años recientes con las innovaciones en política monetaria, como la compra masiva de bonos conocida como flexibilización monetaria y que puede tener fuertes efectos en las tasas de cambio.
Las expectativas de que las tasas de interés se mantendrán bajas conducen a reducir la demanda de activos denominados en monedas domésticas y, como resultado, a la depreciación de la tasa de cambio. Con el abandono de la flexibilización monetaria en Estados Unidos, y su expansión a Japón y la Eurozona, podría esperarse que el precio del dólar suba todavía más en términos relativos.
Hasta la fecha, esos grandes realineamientos en los valores de las monedas de las principales economías han tenido efectos pequeños en los flujos comerciales. Los importantes aumentos en el valor real del dólar ocurridos a principios de los 80 y los 2000 estuvieron asociados con la aparición de grandes déficit comerciales.
La ausencia de cambio en la balanza comercial de Estados Unidos podría atribuirse a una demorada respuesta a lo que ha sido un giro radical relativamente reciente: el dólar venía cayendo desde antes de 2012. Además, el déficit comercial estadounidense se mantendrá bajo en el corto plazo debido a la abrupta caída en el precio del petróleo importado.
La incapacidad de Japón para generar grandes mejoras en su comercio es más sorprendente. Más de dos años han pasado desde que la famosa “Abenomía” inició una pronunciada depreciación del yen, y sin embargo la balanza comercial muestra poca evidencia de cambio. Los desarrollos económicos dentro de la eurozona también son desalentadores. La Unión Europea necesita un realineamiento de la competencia entre sus miembros, una efectiva devaluación en el Sur y una relativa apreciación de precios en el Norte. Sin embargo, con una tasa de cambio común, la mejor competitividad con el resto del mundo solo trae excedentes cada vez más grandes a Alemania, mientras los países periféricos siguen en dificultades.
Los actuales realineamientos de tasa de cambio y las cambiantes balanzas comerciales podrían provocar más desencuentros en los próximos meses ahora que el Banco Central Europea se unió al Banco de Japón en un gran programa de expansión monetaria. Como los efectos retrasados de los cambios en la tasa de cambio alteran el funcionamiento de todo el sistema comercial, los efectos negativos del crecimiento estadounidense se harán más pronunciados y las crecerán las tensiones competitivas sobre la tasa de cambio, vaticina Brookings.