<p>Este proceso de doble mano impone mayores costos a los gigantes occidentales, pero tiene ventajas potenciales (sostienen expertos de la escuela de negocios Wharton y Boston Consulting Group) para inversores y emprendedores. <br /> <br /> La Agencia Internacional de Energía y Combustibles (AIEC) observaba hace un año que “si los Gobiernos se aferran a sus políticas corrientes, hacia 2030 las necesidades mundiales serán 5% mayores que en 2006. La demanda irá subiendo un promedio de 1,8% anual acumulativo e irá de 11.400 millones a 17.700 millones de toneladas medidas en crudos (tmc). Los combustibles fósiles representarán 84% de ese total, pero la porción del petróleo habrá bajado de 35 a 32% y la del carbón pasará de 25 a 28%”.<br /> A escala mundial, estima la AIE, ya en 2008, necesidades de inversión próximas a US$ 22 billones (millones de millones) en infraestructura de abastecimiento y centradas esencialmente en China e India. Ambas aportan 45% al aumento de demanda. La infraestructura de la primera exigirá US$ 3,5 billones hasta 2030, la segunda 1,25 billones en dólares actuales.<br /> <br /> Los factores claves para economías emergentes son “seguridad y acceso a recursos, contaminación y sustentabilidad”, afirma Balu Balagopa (BCG). “Sin duda, seguridad y autoabastecimiento en hidrocarburos influyen el lado demandante de la ecuación, que manifiesta fuerte crecimiento en esos países”. A juicio de este ejecutivo, “no debe hablarse de una teoría del <em>peak oil</em> –y agotamiento subsiguiente–, sino del fin de hidrocarburos históricamente baratos”. Quienes sostienen esa teoría, desde hace años, pronostican un máximo de extracción para 2025/30 y, después, un agotamiento pausado pero inexorable. Balagopal intenta desvirtuar esa posición aludiendo a una cantidad de fuentes alternativas, entre ellas exploración en aguas de mar profundo y arenas bituminosas. Pero “son opciones hoy dificultosas o caras”, admite el experto que, a diferencia de otros, no menciona combustibles alternativos.</p> <p><strong>Cuestión de acceso</strong><br /> <br /> “En el mediano plazo, China e India deberán importar más petróleo y eso las pone nerviosas”, subraya Witold Henisz (Wharton). “El campo de batalla es hoy África. Allá, firmas estatales de ambos países invierten en Angola o Sudán sin preocuparse de la corrupción sistémica y eso les da una ventaja estratégica sobre competidores occidentales”.<br /> <br /> Richard Peters (BCG) señala que China, por ejemplo, busca ser inversora “porque es la mejor manera de obtener acceso a fuentes y recursos en materia de hidrocarburos”. A medida como los gigantes del sector se lanzan en pos de reservas, “penetran en ámbitos poco familiares, donde los equilibrios de poder son diferentes. Hasta hace algunos años, llegaban a países ricos en recursos petroleros y eran bien recibidos por su reconocida experiencia en la materia. Ya no es así”. <br /> <br /> Paralelamente, los países abundantes en recursos de África, Latinoamérica y la ex Unión Soviética tratan de hacer mucho más por cuenta propia. Para tener éxito, sus modelos de desarrollo se desplazan hacia la transferencia de tecnología. También asumen posturas muy agresivas en lo tocante a defender derechos o definir condiciones para cederlos en todo o en parte. <br /> <br /> Henisz pronostica la globalización de petroleras estatales chinas, indias, rusas o brasileñas como productoras integradas, capaces de rivalizar con Exxon Mobil, Royal Dutch/ Shell o British Petroleum. No obstante, “el acceso por sí solo puede invalidarse vía nacionalización, como en Rusia o Venezuela. Sea modificando el régimen de regalías, sea forzando empresas o emprendimientos conjuntos”.<br /> <br /> Otro analista de Wharton, Mauro Guillén, pone a Gazprom como ejemplo de mal cumplidor de compromisos. “El monopolio renegocia acuerdos continuamente y se crea mala imagen en Occidente. Pero, en realidad, es instrumento del Gobierno para ejercer indirectamente poder en el exterior. Eso no debiera hacerse”. Pero siempre se ha hecho.</p> <p><strong>Problemas locales</strong><br /> <br /> Grandes petroleras privadas y compañías estatales, como las chinas, han encontrado o encuentran oposición local en varios países de producción primaria. Henisz alude a protestas africanas contra empresas chinas, pues “algunos políticos notan que esas firmas tratan mal a la mano de obra, invierten poco en las comunidades circundantes y no las preocupa la corrupción sistémica”. Por supuesto, muchos organismos no gubernamentales (ONG) no ven a Beijing como inversora fiable.<br /> <br /> Las empresas que quieran triunfar en esos contextos deberán afrontar no sólo desafíos tecnológicos, sino interacciones con Gobiernos, sindicatos, ONG y comunidades locales. Poco a poco, las compañías occidentales se encuentran con mercados políticamente inestables, reglas cambiantes y “coaliciones sociales” hostiles. Esto puede durar decenios.<br /> <br /> A criterio de Balagopal, quienes recién ingresan en esos contextos deben aportar propuestas dinámicas a los países dueños de recursos primarios. Además, han de desplegar capacidad exploratoria y productiva, si se hallan en busca de nuevas fronteras. Las petroleras internacionales han de reconocer que las cosas han mudado en términos de estructuras económicas y, por ende, deben replantear sus relaciones con los propietarios locales de recursos no renovables.</p>
<p><strong>India y otros mercados</strong><br />
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Henisz ofrece una explicación de por qué algunas empresas occidentales han tardado en entrar a los sectores indios de hidrocarburos. “Se topan con compañías y grandes conglomerados locales fuertes. En electricidad o telecomunicaciones, los extranjeros aún no obtienen retornos significativos sobre las inversiones efectuadas”. <br />
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En lo atinente a las petroleras mayores, India no es Angola, Chad ni Sudán. Por el contrario, en India, China y Rusia las ganancias van principalmente a los competidores locales, lo bastante grandes o poderosos para financiar inversiones o emprendimientos con capital propio. Ello obliga a los gigantes internacionales a asociarse con servicios de ingeniería tan poco transparentes como Halliburton o Bechtel.<br />
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Guillén cree que, aunque las empresas occidentales sean perjudicadas por estos cambios, surgirán nuevas e interesantes oportunidades. Por caso, proveer capitales, equipos y tecnologías necesarias para generar infraestructuras de explotación en China o India, ofreciendo una gama de productos. Entre ellos, máquinas herramientas, equipos pesados, etc.</p>
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<p><strong>Fuentes renovables </strong><br />
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Las fuentes renovables de energía, sin duda, presentan oportunidades para empresarios e inversores, sostiene Paul Kleindorfer (de Wharton) en conexión con eventuales límites al efecto invernadero. En enero, la Unión Europea definió un conjunto de objetivos para reducir emisiones de monóxido/dióxido de carbono.<br />
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Llamado “20/20/20”, intenta bajar emisiones 20%, generar 20% de energía de fuentes renovables y elevar 20% la eficiencia de los vehículos. Todo eso de ahora a 2020.<br />
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Según subraya el alemán, los miembros de la UE pueden optar por una variedad de instrumentos, inclusive subsidios, diferenciar normas por sectores o garantizar determinado retorno sobre inversiones en tecnologías específicas. Por ejemplo, si alguien busca invertir asegurándose utilidades en siete a diez años, tendrá una idea bastante clara acerca de precios sostenes, fuentes de ingresos y retornos.<br />
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A juicio de Peters, las inversiones en fuentes de energía renovables resultan económicamente atractivas a precios corrientes o hasta inferiores. El problema consiste en que, a menudo, las compañías afrontan enormes costos para encarar un desarrollo ambientalmente “limpio” (postura típica de las grandes petroleras).<br />
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Al respecto, Kleindorfer nota que existen posibilidades interesantes en materia nuclear. Incluyen sectores tan florecientes como Francia o el Pacífico noroccidental (Japón, Taiwán, Surcorea). “Estados Unidos –apunta– se mantiene frío en la materia”. Peor ocurre con la hidroenergía, que estos expertos silencian, pese a su alcance global y al hecho de ser limpia, renovable y no radiactiva. <br />
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Las compañías del mundo desarrollado, sin duda, mantendrán ventajas tecnológicas y financieras, amén de experiencia, aunque las economías emergentes encuentren más fácil obtener capitales o tecnología. “Las grandes firmas occidentales tienen buenas propuestas –afirma Balagopal–, pero deben esforzarse en comunicarlas y tornarlas aceptables”.<br />
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Esas propuestas hacen a experiencia, tecnología y posibilidades de invertir o co-invertir en países con reservas de hidrocarburos. Por ejemplo, submarinas. Según explica Henisz, “si se cree que una parte creciente de reservas por ubicar está, como en Brasil o Malvinas, a entre 1.000 y 4.000 metros de profundidad, de inmediato aparecen las ventajas de las compañías mayores”. <br />
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En igual plano, Peters –sin negar eso– señala que <em>China National Offshore Oil Corporation</em> (CNOOC) es muy fuerte en exploraciones submarinas y sus tecnologías. Igual sucede con PetroNas, una firma malaya cada vez mejor pertrechada.</p>
<p><strong>Efecto invernadero</strong><br />
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El grupo emergente y en desarrollo aportará en 2009-28 casi tres cuartas partes del aumento mundial en el uso de combustibles, especialmente carbón (que se incrementará a mayor ritmo). Según la AIEC, hasta agosto pasado el alza de hidrocarburos tornaba competitivo el carbón, cuyos máximos usuarios son China e India, que representan juntos 45% del total mundial. Ambos probablemente aporten 80% de su aumento entre ahora y 2030. Si los precios siguen cediendo o se estabilizan, ese consumo se elevará y será más difícil limitar el efecto invernadero. <br />
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Semejante combinación de factores pone en evidencia problemas que vienen frustrando acuerdos contra la emisión de monóxido (carbón vegetal) y dióxido de carbono (hidrocarburos fósiles). EE.UU. exige a China e India “compromisos previos” sobre objetivos específicos, antes de definir los suyos. <br />
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“Ése es el obstáculo clave”, afirma Kleindorfer. “China e India creen que EE.UU. se ha pasado de la raya como consumidor de combustibles fósiles –en parte, por influencia del <em>“lobby”</em> petrolero– y ahora ellos deben afrontar las consecuencias. Pero no les interesan pactos que no reconozcan sus derechos a desarrollarse y lograr niveles de vida aceptables”. <br />
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El nuevo Gobierno en Washington deberá volver a la mesa, pero no ya como obstáculo a materializar el languideciente protocolo de Kyoto (1992). El analista sugiere tomar elementos del ”20/20/20 para 2020” de la UE.<br />
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Definir las estrategias correctas será arduo en un tablero con tantas piezas en movimiento. Oblicuamente, lo reconocía a principios de año Jeroen van der Veer, director ejecutivo de Royal Dutche/Shell. “Hacia 2100 –señalaba–, la grilla energética mundial será radicalmente distinta a la actual, merced a la helioenergía, la energía eólica, la hidroelectricidad y los biocombustibles”. Su planteo define dos horizontes: entropía y proyectos. El primero será una loca carrera con muchas bajas; el segundo, un camino previsible y ordenado. Mientras tanto, quedan 92 años pendientes.</p>