<p><strong>Explotando el potencial</strong></p>
<p>Por supuesto, el potencial femenino pleno dista de realizarse en lugares o sectores donde la productividad laboral genérica permanece baja. Estas áreas pueden sacar ventaja vía acciones coordinadas que permitan a las mujeres superar las condiciones de “no preparadas” o aisladas.<br />
<br />
Tales esfuerzos deben empezar evaluando los constreñimientos específicos que traban a las mujeres en determinada región. La gama puede incluir una infraestructura inadecuada (falta de rutas, escuelas, comunicaciones), prohibiciones legales que inhiban la participación femenina en el trabajo, restricciones a la pequeña empresa, conceptos anticuados en materia de crédito, derecho a la escolaridad o a buscar empleo. <br />
<br />
Por encima de todo, las mujeres deben afrontar seculares tabúes religiosos islámicos, cristianos y, en general, de tipo fundamentalistas. <br />
</p>
<p><strong>Efecto multiplicador</strong></p><p>La década 2000/09 mostró los efectos extraordinarios que generan amplios segmentos femeninos cuando se integran en diverso grado al contexto mundial, como ocurre con China, India y otros emergentes. Libradas de ataduras y restricciones, esas mujeres se tornan multiplicadores económicos, crean mercados y aumentan la oferta de elementos preparados. <br /><br />En períodos de relativa prosperidad, sus persistentes exigencias actúan como motores de crecimiento. En lapsos declinantes, se comportan como bolsones de actividad que atenúan los efectos del declive. Por ejemplo, los mercados chino e indio ayudaron a estabilizar la red global frenando la crisis sistémica occidental de 2007/9. Merced, claro está, a políticas heterodoxas de estímulo. <br /><br />Pero el efecto multiplicador femenino podría ser mucho más grande que los de otras expansiones demográficas, en una forma todavía no apreciada en su justo valor por tres razones. Primera, por su amplitud: las mujeres de la actual ola y la futura no se limitan a un país; en cambio, se dispersan por todos lados. <br /><br />Segunda, cuando las mujeres se hacen económicamente más activas -y prósperas- tienden a tener menos hijos. La menor tasa de natalidad modifica prioridades sociales de una cultura y permite prepararse para una vida independiente. Tercera, este grupo gasta una mayor proporción de ingresos que los hombres en educar hijos. Al crecer, éstos significan nuevos progresos económicos, profesionales, etc.</p><p> </p>
<p>En escala global, muchas mujeres pueden considerarse “no preparadas”, o sea sin educación media suficiente, y otras se definen como aisladas, sin apoyo familiar ni comunitario. Un tercer grupo reúne ambas características, que varían ampliamente según entornos sociales, culturales y económicos. Pero una serie de constricciones va aliviándose vía migración a ciudades, mayores oportunidades educacionales, cambios legislativos e inversiones que crean demanda de mano de obra femenina.<br /><br />En suma, el avance de esos 3.000 millones hacia las clases medias irá acelerándose, en un proceso que pasará de lo gradual a lo masivo. Las proyecciones estadísticas se han obtenido combinando estimados adicionales (mil sobre el total en 2011) de mujeres “no preparadas” y aisladas entre 20 y 60 años hacia 2020. La mayoría (unos 820 millones) residirá en países emergentes y subdesarrollados, en tanto 47 millones vivirán en economías centrales <br /><br />Contando las menores de veinte y las recién nacidas, la cifra en efecto podría incrementarse en otros mil millones durante la tercera década del siglo (2021-30). Pero, no importa cómo se barajen los números, esos mil millones estarán participando cada año más en actividades claves. Ello representa una fuerza laboral importante en regiones como Latinoamérica, Levante, Europa salvo Rusia, África subsahariana, Asia oriental, sudoriental, meridional y central.</p><p> </p>
<p>Pero ellas como grupo no atraen aún la atención que merecen. Por un lado, las poblaciones totales ascienden a 1.300 millones (China) o los 1.600 millones reunidos en India, Bangladesh, Pakistán, Nepal y Ceilán. Vale decir, poco menos que aquellos 3.000 millones de mujeres activas distribuidas en el mundo. <br />
<br />
Hay una explicación clásica: en sociedades atrasadas o adelantadas, históricamente ellas han sido ignoradas, menospreciadas y puestas fuera de la luz pública. Muchas hoy ingresan a la actividad económica tras siglos de vivir o trabajar explotadas y reducidas –con sus familias- a niveles de subsistencia.<br />
<br />
Según las autoras, hacia 2020 su número habrá subido en unos 870 millones y sumará casi 3.900 millones, para añadir otros mil millones de ese momento a 2030. Su presencia como agentes de la economía irá sintiéndose mucho más allá de sectores básicos (agricultura, particularmente), en rubros que demanden educación, formación profesional, técnica o científica. Su dominio laboral irá abarcando informática, industrias diversas, medicina, servicios reales, banca, etc. <br />
<br />
Sin dudas, subsistirán reductos machistas. Lo son todavía las cúpulas de Silicon Valley (Apple, Google, International Business Machines, Oracle, Microsoft) o la gran banca. Sea como fuere, el potencial femenino tarda en cristalizar por razones descriptas por Booz & Co. apelando a datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). <br />
<br />
</p>