En efecto, el gobierno reaccionó veloz y reactivamente. Mientras el pánico internacional hacía malvender acciones en todas partes, se autorizó al fondo inversor soberano a destinar US$ 60.000 millones (23% del producto bruto interno) para lo contrario: comprar títulos.<br />
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Esa suma, por su parte, significaba un quinto de los US$ 300.000 millones acumulado por el fondo. “Manejamos bastante bien los tiempos”, señalaba Halvorsen aludiendo a la amplia reacción de los mercados operada a principios de marzo. Particularmente, los emergentes, ajenos a la crisis occidental. <br />
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Por otro lado, Noruega –el país menos poblado de Escandinavia- era el único en su región no castigado por ese fenómeno aún en curso. Hasta en Londres admitían que era la contracara de Islandia e Irlanda. Si bien Oslo no está en la Unión Europea, tampoco lo estaba Reykjavik. <br />
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Apelando quizás a una tendencia vikinga –navegar contracorriente en aguas agitadas-, los noruegos se aferran al estado de bienestar que los suecos han abandonado en aras del mercado. Pero, mientras otros derrochaban, ellos ahorraban, o cuando sus vecinos disminuían el papel del estado, ellos lo profundizaban. Durante años, medios como el “Financial Times” o el “Wall Street Journal” anunciaban el colapso de ese “modelo paternalista de la cuna a la tumba”.<br />
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Sin embargo, en medio de las peores turbulencias occidentales desde la depresión norteamericana de 1933/7, el producto bruto interno noruego logró subir casi 3%. En lo tocante al estado, obtuvo un superávit fiscal de 11% en términos de PBI y no tiene deuda externa. Por el contrario, Estados Unidos acumulará en el ejercicio 2008/9 un déficit de 12,9% (según igual parámetro) y una deuda pública de US$ 11 billones, o sea 65% del PBI. <br />
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Los 4.800.000 habitantes de los fiordos gozan, sí, de una ventaja estratégica: su país de 325.000 km2 (poco más que la provincia de Buenos Aires) es el tercer exportador mundial de petróleo crudo. En 2008, año que marcó el pico de precios en Londres –US$ 147,50 el barril-, sus ingresos en ese rubro alcanzaron US$ 68.000 millones. Esto es, 14.165 “<em>per caput</em>”. Desde ese momento, cedieron, pero eso no desvela a Halvorsen, pues Noriega no ha caído en las trampas habituales de sus colegas exportadores. <br />
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En vez de gastar alegremente sus riquezas, dictaba leyes para que los ingresos petroleros se depositasen en el fondo soberano. A su vez, éste los colocaba alrededor del planeta. Hoy esa cartera está a punto de convertirse en la mayor del mundo, pese a haber perdido 20% en 2008. Naturalmente, Noruega carece de jeques paseándose en Cadillac de oro ni levantando hoteles de siete estrellas. Tampoco, claro, arriesga ceses de pagos como el de Abu Dhabi.<br />
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Obviamente, la frugalidad vikinga pone en evidencia los excesos de Gran Bretaña, cultora del mercado especulativo que derrochó los ingresos de los crudos nórdicos –y más- año tras año. Por ejemplo, el gasto público pasó de 42 a 47% del PBI entre 2003 y 2008, en tanto Noruega bajaba de 48 a 40%.<br />
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“Norteamericanos y británicos no tienen sensación de culpa”, afirma Anders Aslund, experto en Escandinavia que asesora al instituto Peterson para economía internacional. “Pero los noruegos son muy virtuosos en la materia. Si embolsan fondos, se sienten responsables y creen que malgastarlos ya es robar a generaciones futuras”. <br />
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El analista atribuye esta actitud a la iconoclasia nacional. “Hombre fuerte es quien se yergue solo ante el mundo”, sostiene Henrik Ibsen en “Peer Gynt”. Pero Islandia debería ser tan vikinga o ibseniana como Noruega y, no obstante, se portó como la desaprensiva Irlanda.<br />
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Por supuesto, el petróleo ayudó mucho al “<em>ethos</em>” noruego. Gracias a esos ingresos, el PBI por habitante concluyó 2008 en US$ 52.000 y sólo lo supera Luxemburgo, un centro financiera “<em>off shore</em>” donde viven apenas 600.000. En otro plano, si bien los precios inmobiliarios se triplicaron en 2000/8, no hubo un colapso y, luego de retroceder 15% en enero-marzo, se mantienen sostenidos.<br />
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Los bancos permanecen en general líquidos y sus políticas de crédito son prudentes. Representan apenas 2% del PBI y, gracias a una estrecha supervisión gubernamental sobre sus prácticas financieras, han evitado los desastres de Gran Bretaña, Islandia, Irlanda o Estonia, Pero, por otro lado, no han dejado de prestar a individuos y empresas.<br />
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Este panorama no evita que la oposición conservadora sostenga que petróleo y estado de bienestar están corrompiendo el espíritu nacional. Así, hace poco tuvo desmedida difusión un estudio originado en Londres, según el cual los noruegos trabajan menos horas que el resto de las democracias industriales. Por tanto, “el estado de bienestar fomenta el ocio”.<br />
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Por ende, la ”ilusión de prosperidad acabará esfumándose”. Pero ese horizonte parece remoto. Mientras tanto, no hay contaminación, sobra el trabajo y el estado de bienestar es omnipresente, aun en los estratos más pobres o marginales. A juicio de Halvorsen, “aun los factores negativos empalidecen ante las pesadillas económicas y financieras padecidas en el resto de occidente”.
Noruega, el modelo exitoso al que todos miran ahora
En octubre pasado, mientras la crisis financiera norteamericana invadía Europa occidental, algunos anunciaban el fin de una larga experiencia socialdemócrata. Pero Kristin Halvorsen, ministra de hacienda, no cree en los mercados aunque los aproveche.