<p>La historia reciente de la Argentina muestra que una década, medida en términos de estructuras dominantes de pensamiento, modelos económicos de crecimiento o de estancamiento, formas de inserción en el mundo o cualquier otro aspecto relevante a la dinámica de una sociedad, es un período de tiempo suficientemente largo como para dar lugar a cambios poco previsibles y casi nunca previstos. Tratar, entonces, de imaginar una Argentina del 2010 parece harto arriesgado, más aún si para hacerlo apenas se cuenta con conceptos provenientes del campo de las ciencias sociales, cuyas capacidades predictivas están muy lejos de ser reconocidas. Si esta reflexión, además, se pretende desde los datos que muestran las encuestas, reflejo, muchas veces, de opiniones y expectativas sumamente volátiles, el riesgo linda con el atrevimiento.</p>
<p>Y, sin embargo, las encuestas revelan muchas veces ciertas modalidades del presente de una sociedad que permiten imaginar ciertos rasgos del futuro.</p>
<p><b><i>El capital social</i></b></p>
<p>Un sociólogo norteamericano, Robert Putnam, utilizó en los últimos años un interesante concepto para pensar procesos sociales relativamente largos: el concepto de capital social. Este consiste en un conjunto de normas de reciprocidad y redes de compromiso social, un <i>stock</i> de confianza mutua extendido en la sociedad, que facilita todo tipo de cooperación. Allí donde hay capital social, una persona confía en otra, no simplemente porque ésta diga que es confiable, sino porque las promesas son hechas en un contexto donde la mejor opción, puesto que todos cumplen, es cumplir. Este contexto de garantía es creado por el capital social.</p>
<p>¿Cuál es su más importante consecuencia? La de acrecentar la eficiencia social coordinando acciones colectivas. En efecto, acciones cooperativas, colectivamente coordinadas, garantizadas y garantizables, implican ahorros de tiempo y de esfuerzo en la obtención de bienes colectivos beneficiosos para todos los miembros de una comunidad. El capital social es así ­mas allá de valorativamente deseable­ altamente productivo, y su grado de desarrollo influye ciertamente sobre la <i>performance </i>institucional de una sociedad.</p>
<p>Siempre según Putnam, sociedades con redes de cooperación poco desarrolladas tendrían mayores dificultades para garantizar la eficiencia de sus gobiernos democráticos que sociedades donde la mutua confianza que abre el camino a la cooperación está extendida.</p>
<p>El capital social es hoy, sin duda, un recurso escaso en la Argentina, y su déficit puede ser, a mediano plazo, un problema tan serio y difícil de encarar como lo es hoy el déficit fiscal. Datos de opinión pública obtenidos recientemente muestran que son muy pocos (18%) los entrevistados que consideran que se puede confiar en la mayoría de las personas, que casi nadie en este país piensa que los argentinos cumplen con la ley y que la idea de que se debe obedecer las leyes está poco difundida.</p>
<p>Esta percepción de una baja disposición común a aceptar y compartir normas se ve reforzada por la idea, también compartida por amplísimos segmentos de la población, de que las personas no son iguales ante la ley, de que es difícil que los infractores sean descubiertos, y que las instituciones políticas y sociales son poco confiables.</p>
<p>En síntesis, la opinión pública argentina no cree que la gente cumpla las normas, no confía en los conciudadanos, desconfía de la justicia y juzga mal a las instituciones.</p>
<p><b><i>Señal de alerta</i></b></p>
<p>Todo indica, además, que este capital social lejos de aumentar ha disminuido y a veces muy drásticamente en los últimos años. Y aunque la opinión pública siga reafirmando hoy su elección por la democracia (la gran mayoría de los argentinos dice que la democracia es preferible a un régimen autoritario y considera que la forma en que uno vota puede hacer que las cosas sean diferentes en el futuro), los datos de las encuestas muestran que los ciudadanos se definen a sí mismos y a sus conciudadanos como sujetos poco previsibles y que las instituciones, incluso aquellas más propias de los sistemas democráticos, como el congreso y los partidos políticos, son merecedoras de cada vez menos confianza.</p>
<p>En un contexto donde los reclamos de eficiencia en la gestión son cada vez mayores, la falta de un contexto de garantía que permita una mayor cooperación es una señal de alerta para el futuro de estas jóvenes democracias. No se trata, simplemente, de señalar aquello que es escaso; cuantificarlo puede ser, a veces, un estímulo para preservarlo.</p>
<p>Como diría el pensador italiano Norberto Bobbio, justificando una mirada pesimista sobre el futuro de democracias mucho más consolidadas que la nuestra, es preferible que un enfermo trate de curarse porque está empeorando, a que muera tratando de ir mejorando.</p>
<p><i>María Braun es Presidenta de MORI Argentina.</i></p>
No sólo el déficit fiscal debería preocuparnos
Tratar de imaginar una Argentina del 2010 parece harto arriesgado, más aún si para hacerlo apenas se cuenta con conceptos provenientes del campo de las ciencias sociales, cuyas capacidades predictivas están muy lejos de ser reconocidas.
Po María Braun