sábado, 23 de noviembre de 2024

Los dos senderos del pronóstico

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La sensación predominante en centros de estudio e investigación, como en analistas y académicos, es que en el plano económico hay motivos para ser optimistas. Abundan los signos positivos y las buenas noticias. Hay crecimiento económico global en todo el planeta. No habrá sobresaltos a menos que ocurra algo grave en el plano político, como una guerra.

Esto es precisamente lo que sospechan los pesimistas, que también los hay. La metáfora más adecuada, para este momento, es que hay dos caminos que van en paralelo, pero muy lejanos entre sí. Sin embargo lo imprevisible puede hacer que converjan, y en ese caso el optimismo se batirá en retirada. Vale la pena mencionarlo por si algo de ello acontece. Pero en verdad todo parece andar sobre ruedas en materia de crecimiento económico.

Una cuestión íntimamente vinculada es hasta cuándo puede seguir el crecimiento ininterumpido. Hay una enorme deuda global que parece que podría crecer más; hay crisis financieras que pueden agravarse, hay shocks de inflación que habrá que ver si no tienen efectos colaterales serios, o crisis bursátiles o en el mercado de bonos.

Pero todos estos elementos de análisis pueden ser controlados desde la perspectiva económica. El verdadero riesgo entonces, viene de la política, el deterioro de la relación entre naciones, o la distorsión de la economía por incidencia política.

En todo el mundo desarrollado campea el optimismo y abundan las buenas noticias. Con los mercados globales en pleno ascenso, según todos los indicadores que se utilicen. Por eso los observadores tiemblan cuando se enteran que algo pasa en Medio Oriente, o en Pacífico, sea en Corea o sea en China.

Según lo ha confesado el Papa después de su visita a China, “una guerra nuclear es lo que más teme”. Después de un año entero, tenso, con intercambio de tweets desopilantes pero igual amenazantes, la percepción es que no debería existir guerra en la península coreana o en las inmediaciones del sudeste asiático. Aunque sigue siendo el riesgo geopolítico más importante del mundo. En cambio, en el Medio Oriente las cosas parecen ir un poco mejor. Hay un aire liberalizador en Arabia Saudita, derrotas militares de Ejército Islámico, y pese a los desplantes de Trump, sigue vigente el acuerdo nuclear con Irán.

Volviendo al campo de los optimistas, muchos creen que la actual bonanza debe servir –y eso se espera en este año– por ejemplo, para reducir la pobreza, generar más empleo, mejorar la educación e impulsar la igualdad de género en todos los órdenes. Nivelar los desequilibrios en todo el planeta, ya que hay crecimiento en los países ricos y también en los más pobres.

Lo interesante del momento actual es la simultaneidad del crecimiento económico. En países emergentes y en los desarrollados. A precios de mercado –según el Banco Mundial–, el crecimiento global del año pasado parece que cerrará en 3%, mientras que este año estaría en 3,1%.

En Asia se espera mayor velocidad. Pero exportadores de materias primas, tanto emergentes como desarrollados, lo harán solo en 2,7 % este año (1,8% en 2017). Latinoamérica y el Caribe crecerán en 2%. Africa lo haría a 3%.  Lo alentador es el importante repunte en los productos básicos, mientras comercio e inversión han mejorado sus cifras. Especialmente en inversión extranjera directa.

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