<p>En el plano político existe otra clase de riesgo: el acercamiento entre la RF y el ejecutivo. Esta tendencia se inicia en tiempos de Greenspan. De 1996 a 2000, el presidente del banco central visitaba casi semanalmente la Casa Blanca, rasgo anormal que deteriora la autonomía de cualquier emisor. <br />
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Allan Meltzer –célebre por sus aportes a la teoría del riesgo soberano- también desaprueba estas relaciones tan estrechas entre Greenspan, luego Bernanke, y sucesivos gobiernos. Más aún, no pocos analistas las esgrimen como causa de que Bernanke haya sido confirmado por Barack Obama al frente de la RF.<br />
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“La política monetaria –señala el académico- debe prevenir la inflación. Para ser creíble en la materia, el emisor debe ser completamente independiente del poder ejecutivo. Hay una larga historia de gobiernos que intentan manipular los bancos centrales para financiar sus actividades. En particular, sus deudas. Resulta aterradoramente fácil incurrir en masivos rojos fiscales cuando saben que el emisor se los bancará”. <br />
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Ciertas actitudes de Bernanke ilustran sobre otros rasgos preocupantes de su carácter. Por caso, su “talento para seducir legisladores. Durante los exámenes con visitas a su confirmación, en 2009, entró en contacto personal con dieciocho de los veintitrés senadores integrantes del comité bancario. Esto no pareció inquietar a Obama. <br />
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<p>En la actualidad, las responsabilidades de cualquier banco central relevante se han expandido y multiplicado en forma exponencial. Esto “requiere de la entidad supervisar o vigilar de modo más efectivo un entorno financiero en perpetua mutación. No obstante, debe componérselas para defender su autonomía contra los políticos de Washington”. <br />
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Existen motivos de inquietud. Por ejemplo, varios observadores coinciden en que la RF manejó mal el lapso previo a estallar la crisis sistémica. Más tarde, empero, el cambio de gobierno la obligó a buscar opciones novedosas e imaginativas para superar la emergencia. El emisor “se había dormido bajo la gestión de Alan Greenspan y no previó los inminente problemas”, señala Jack Guttentag (ex escuela de negocios Wharton), hoy dedicado a asesorar prestatarios hipotecarios.<br />
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“No se percibían los riesgos de una burbuja inmobiliaria con las vastas repercusiones de la que explotó en 2006. Se tenía como artículo de fe que el mercado de bienes raíces era más o menos inmune”. <br />
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Una vez estallada, la RF se avispó y se puso proactiva. “En el cuarto trimestre de 2008 intervino –subraya otro experto, Richard Marston- comprando activos y inyectando miles de millones de dólares en el sistema bancario”. Era dinero de los contribuyentes, claro. “Se triplicó el efectivo de los bancos comerciales, de poco menos de US$ 400.000 millones a más de un billón. Este aumento fulminante de liquidez fue clave para frenar el desastre, al menos para los bancos”. Fue lo opuesto a la política de los años 30, cuando el emisor dejó caer velozmente la oferta de efectivo y abrió paso a la depresión (1933/39).<br />
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En esta ocasión, la RF apeló a nuevos instrumentos para recortar daños. Según Guttentag, “al secarse la franja de papeles comerciales, típica opción financiera para grandes empresas, el banco central actuó en apoyo del mercado tomando esos papeles. Benjamin Bernanke y su equipo encararon con imaginación el rescate del sistema. Había serio peligro de un descalabro superior al de hace setenta y cinco años”. <br />
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Sin embargo, algunas movidas posteriores alimentan controversias. La RF se ha embarcado en dos etapas de flexibilización cuantitativa; una en marzo de 2009, otra en el último trimestre de 2010. El recurso consiste en que se emite moneda, se usa para comprar bonos y títulos hipotecarios. Su objeto es bajar costos de tomar prestado y estimular la economía física. Se apeló a esta estrategia luego de rebajar hasta casi cero por ciento las tasas cortas, pero “luego descubrió que los tipos de largo plazo permanecían altos y el desempleo continuaba firme”, apunta Krista Schwarz, también de Wharton.</p>
<p><strong>Serias críticas</strong></p>
<p>La primera tanda de flexibilización recibió pocas objeciones, salvo en la Eurozona y las economías emergentes. Pero la segunda (FC2 o QE2) ha sido criticada y atacada en muchos círculos, pues incrementa la oferta monetaria transfiriendo a los bancos más caja de cuanto necesitan. Como éstos ya tenían efectivos, la medida no tuvo mucho efecto sobre los intereses. Naturalmente, infló la bolsa y sigue haciéndolo. A criterio de Marston, ello “ayuda a la economía estimulando el gasto del público. Pero asimismo genera un escenario proclive a la inflación, que el emisor debiera neutralizar extrayendo liquidez del sistema”.<br />
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