Por María Fernanda Diez
En el estado actual de la discusión en torno a la minería, la sustentabilidad es un concepto muy abarcador: incluye no sólo la idea de minimizar impactos ambientales negativos sino la de generar un efecto ambiental netamente positivo en el que, por ejemplo, las empresas líderes buscan desarrollar la biodiversidad autóctona en paralelo a la actividad de extracción mineral, y tienen planes de cierre de mina para rehabilitar el terreno afectado.
Además, se ha integrado a la noción de sustentabilidad la relación con las comunidades con interés en la mina: esto es, el reconocimiento de múltiples “constituencies” o grupos de “stakeholders“. Hoy, entonces, la pregunta clave para los países que buscan crecimiento económico sostenible no es “minería sí o minería no”, sino “minería cómo”, dado que existen varios modelos posibles de minería. La respuesta que cada país encuentre a este interrogante tendrá que surgir del diálogo entre diversas partes: incluidas, sí, empresas y autoridades pero también –fundamentalmente– sociedad civil, comunidades, pueblos originarios y empleados.
El Consejo Internacional de Minería y Metales (ICMM por sus siglas en inglés) ha investigado junto con el Banco Mundial y UNCTAD cómo se puede potenciar la contribución social y económica de la minería. El objetivo es entender cómo asegurar que la actividad beneficie a las comunidades y países donde se desarrolla, realizando oportunidades y manejando los riesgos asociados. La investigación identificó 41 países que dependen o han dependido en décadas recientes de la minería. Muchos de ellos son países en vías de desarrollo con altos niveles de pobreza.
Mientras algunos aún padecen de la llamada “maldición de los recursos” (un país organiza sus economía entera en dependencia de un solo commodity y descarta otras posibles vías de desarrollo), otros han demostrado que la minería puede ser un factor clave de desarrollo sustentable. Desde la perspectiva de los gobiernos nacionales o provinciales, la decisión sobre el “cómo” incluye elegir socios a la hora de dar permisos de explotación.
El socio elegido debe llevar a cabo la actividad con responsabilidad y eficacia, y para garantizarlo debe haber una participación activa de todas las partes interesadas en los acuerdos alrededor de cualquier proyecto minero. Esto es obvio si se recuerda que el horizonte de actividad de una mina es de al menos 30 años (a menudo 50 y más): se trata entonces de establecer una sociedad que va a durar varias décadas.
Cifras elocuentes
• Los metales representan 30% de las exportaciones de Australia –el único país desarrollado que no tuvo recesión en 2008-2009.
• Los minerales explican 80% de las exportaciones de Botswana, un país que pasó de ser de los más pobres de Ãfrica al 4to/5to del continente según su ingreso per cápita a PPP.
• En Chile la minería representó, en promedio, 15% de su producto bruto en la última década.
Los proyectos mineros siguen un ciclo que empieza con exploración e incluye construcción, operación, cierre y post-cierre. Algo que no siempre se comprende es que a lo largo de la vida de una mina puede haber entre cinco o siete generaciones de relaciones entre la empresa y la comunidad donde funciona la mina.
Así, una conducta responsable y eficaz requiere la plena comprensión y el reconocimiento explícito de todos los beneficios, costos, riesgos y responsabilidades que les tocan a los diferentes actores implicados. Por ejemplo, desde una perspectiva macroeconómica, es importante la generación de inversión extranjera directa, de divisas y de ingreso estatal.
Para un gobierno provincial, sin embargo, son más críticos los beneficios directos de creación de empleo, infraestructura y servicios a la comunidad. Es aquí donde la comunidad debe tener una participación para moldear el futuro que quiere para sí misma. La mina crea empleo en forma directa pero también indirecta, y esto último da oportunidades para emprendimientos locales que sobrevivan a la mina.
Cuando desarrollan una mina, las empresas arriesgan el capital de sus inversores para concretar el proyecto y, en última instancia, generar un retorno. Sin embargo, las comunidades también corren riesgos en términos del impacto que pueda tener la mina en su modo de vida en el largo plazo. Lo más importante para asegurar el equilibrio necesario entre beneficios, costos y riesgos es que todas las partes –gobierno, empresa, comunidad– asuman ciertas responsabilidades que deben ser asignadas claramente con los recursos necesarios para asegurar una rendición de cuentas sostenida, que llevará a mejoras de performance en el largo plazo.
Diálogo entre stakeholders
Una guía para la conversación necesaria entre los distintos stakeholders incluirá los siguientes temas:
• Las regalías del gobierno nacional.
• Cómo se gravará la actividad y cómo esos ingresos se distribuirán entre los niveles de gobierno.
• La manera en la que el gobierno provincial o local canaliza la actividad generada por la minería para promover otras industrias.
• La seguridad de los empleados.
• La responsabilidad ambiental.
• El manejo de desechos, incluidos diques de relaves.
• El cambio climático – plan de reducción de emisiones y planes para crear resiliencia al cambio climático en las comunidades lindantes con la mina.
• El manejo del agua.
• El “reporting” y “accountability”de la empresa.
• La integración de comunidades locales y respeto a posibles sitios ancestrales de la comunidad local y/o pueblos originarios.
• La desigualdad de género en los impactos y beneficios.
• La contribución a los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) de Naciones Unidas.
También hay muchas oportunidades de colaboración dentro del sector minero. Es frecuente que las minas funcionen como cluster, ubicadas en una misma región, y cuando eso sucede es importante la colaboración entre empresas para dar respuesta coordinada a necesidades de infraestructura y servicios que resulten en eficiencias no solamente para los proyectos mineros sino para las comunidades que se quedarán con la infraestructura y servicios que sobrevivirán a las minas.
El agua, en particular, se presta a este tipo de colaboración cuando se emplea una visión de manejo de los recursos hídricos que contemple la cuenca entera, con todos sus usuarios. Hoy en día se puede reciclar el agua utilizada en una mina y devolverla al sistema hídrico en las mismas, o mejores, condiciones.
Investigaciones de ICMM revelan que los países con economías que dependen de los minerales han mejorado su desempeño socioambiental en varias categorías, en las que la mayoría está cerrando la brecha con los países con los mejores indicadores socioeconómicos en el mundo. La gran mayoría de las regiones mineras en cuatro países usados como muestra –Perú, Gana, Indonesia y Chile– demuestran progreso en los indicadores socioeconómicos en sus regiones mineras. Es decir que existe una correlación entre la actividad minera y la mejora en el tiempo de los indicadores socioambientales.
No se puede con esta investigación hablar de causalidad, pero sí de correlación positiva. En definitiva, hay que ampliar la visión que se tiene de la contribución que puede hacer la minería, tanto en el corto como en el largo plazo, tanto en términos de creación de empleo y de ingresos para el estado como de infraestructura y de legado ambiental, y luego hay que asegurar la voz de todas las partes interesadas en el diseño conjunto de ese armado y ese legado. Cada vez más las empresas tienen la capacidad técnica además de los recursos necesarios para diseñar legados positivos.
Hace falta la participación de quienes exijan soluciones a estos desafíos y participen de los planes conjuntos para superarlos, y aquí les cabe un rol fundamental no solamente a las autoridades nacionales y provinciales sino también a la sociedad civil y a la comunidad organizada.