<p>La cuestión exportadora también pesa notablemente en Alemania, la mayor economía de la Unión Europea. En la etapa 2008 de la crisis, 47% del PBI dependía de exportaciones, por lo cual la reapreciación del euro hizo caer los precios de bienes locales y las ventas externas. Si bien el sector logró recobrarse hasta cierto punto en 2009/10, diversificándose en mercados emergentes. Alemania tiende hoy a depender más de China.<br />
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También existen países con desmedidas proporciones de actividad ligadas a unas pocas organizaciones grandes. Este defecto lo demostraron los bancos que casi llevan al colapso la economía estadounidense en 2007/08. Hacia 1995, los cinco mayores controlaban apenas 11% de los depósitos totales en el sistema, proporción que había saltado a 40% en 2009. El argumento, a medida de eventuales rescates a costa de los contribuyentes, de que esas entidades eran demasiado grandes para dejarlas, ocultaba otra realidad: “el sistema regulatorio en vigencia –puntualizan los consultores- los convirtió en serios quebrantos para el estado”. En realidad, se precisaron casi dos billones para esos salvamentos. <br />
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A pesar de todo, el estudio de Booz & Co. sostiene que “las autoridades no debieran tratar de afectar o eliminar los factores centrales en el éxito de una economía. Por ejemplo, los chaebol, versión de los keiretsu o zaibatsu japoneses adaptada a los clanes surcoreanos, fueron claves para el despegue y la expansión del país. En Irlanda, la IED cumplió igual papel, aunque con letal premura, especialmente en lo bancario. En China las exportaciones llevaron a un PBI cuyo promedio acumuló 9% anual de crecimiento entre 2000 y 2010. En lugar de cuestionar esos elementos, debieran buscarse contraequilibrios para que, en lo sucesivo, no desempeñen papeles desmedidos ni minen las economías”.</p>
<p>Sin duda, se torna más fácil percibir quiebres, puestos al descubierto por tormentas en economías locales. En particular, las no lo bastante diversificadas. Ello sorprende a las dirigencias en el sector privado. Después de todo, “diversificación” suele referirse sólo a actividades en un país específico. Por ende, la diversificación insuficiente tiende a centrarse en economías cuyas bases industriales se apoyan en rubros primarios. Tal sucede en Latinoamérica, África o Levante. <br />
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No obstante, economías en apariencia extremadamente diversificadas –por ejemplo, Estados Unidos, Alemania o Japón- pueden ser vulnerables a acontecimientos inesperados. Al respecto, es posible imaginar que cada país integra un continuum, en uno de cuyos extremos un puñado de empresas produce una limitada cantidad de bienes primarios con destino a pocos clientes externos. Aunque ese país pudiese correr severos riesgos exógenos, sus parámetros son fáciles de seguir. <br />
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En la otra punta aparecen economías plenamente diversificadas en comercio exterior, industria, inversiones, ingresos, fuerza laboral y tecnología. Estos países han diversificado activos al punto de que aun el colapso en un área entera no lograría dañar en alto grado el contexto general. <br />
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<p>Ambos extremos se hallan cubiertos de peligros internacionales. Los que sí están expuestos son los países en medio del continuum, o sea todas las economías del mundo al presente, afirma el trabajo de Booz & Co. Ninguno, en efecto, está tan diversificada como para ser inmune a todo cimbronazo estructural. Por el contrario, casi todos no son tan diversos como para estar a cubierto de toda clase de golpes y, en verdad, son tan complejos y están tan interconectados que no pueden anticipar toda fuente potencial de riesgo. En otras palabras, si bien la mayoría de países no se dé cuenta o sus dirigentes crean lo contrario, las economías del planeta no se hallan suficientemente diversificadas.</p><p>En la actualidad, subrayan Najjar y Shedic, “existen pocos datos estadísticos que prueben la correlación entre falta de diversificación e inestabilidad económica. Pero la crisis occidental de 2007/09 y sus nuevas secuelas (recesión II, endeudamiento soberano, déficit astronómico) aportan evidencias incidentales, en cuanto que un país puede hallarse sobreconcentrado de varias maneras. Por ejemplo, depender en exceso del consumo masivo, la exportación de las empresas chicas o grandes y la inversión externa directa (IED).<br /><br />Aun durante fases expansivas, estas economías quedan sujetas a vaivenes estacionales y caprichos del consumidor. En lapsos contractivos, cuando los ingresos del público se achican, resulta inevitable que su confianza decline con efectos devastadores. Un caso ilustrativo es que la economía norteamericana siga sumida en el desempleo -recién en junio aflojaba a 9,2%- y haya escasa confianza en la gente. <br /><br />Esos frenos han causado un problema inverso, pero no menos inquietante, en China, Rusia o Alemania. Son todos países cuyos superávit comerciales –por tanto, también sus PBI- se hallan en buena medida atados a las exportaciones. En China, por ejemplo, 37% del PBI deriva de la actividad exportadora, en general a EE.UU.. Cuando esta economía se contrajo en 2009 y el público compraba menos, China se vio afectada y el gobierno debió gastar considerables sumas estimulando la demanda interna. <br /><br /><p> </p></p>