<p>Pero semejante monto y esfuerzo no generó una recuperación keynesiana. Ahora, algunos analistas financieros en Estados Unidos y Gran Bretaña sospechan que Barack Obama sigue un camino similar al lanzar un paquete de estímulos por US$ 884.000 millones en dos años fiscales. Si bien el ejemplo japonés tienta a los monetaristas, no es exactamente comparable, aunque pueda apuntar a ciertas fallas. Por de pronto, el desempleo nipón nunca pasó de 4%, en tanto el norteamericano llega ya a 7,6% y podría alcanzar 10% este mismo año. <br />
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Por cierto, la experiencia oriental sugiere que el gasto infraestructural es una herramienta grosera, pero puede reactivar una economía desarrollada. Así lo sostiene el secretario de hacienda Timothy Geithner, que trabajó en el archipiélago durante los años 90. Pero esas erogaciones deben ser rápidas, masivas y continuadas hasta que la recuperación se afirme. Tokio, no obstante, gastó demasiado en caminos y no lo bastante en educación, tecnología y servicios sociales.<br />
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Aquellos US$ 6,3 billones se invirtieron en casi dieciséis años, aunque el máximo anual se registró ya en 1995 y se mantuvo hasta 2002. En ese momento, comenzó a reducirse debido al creciente déficit fiscal. Nuevamente, desde 2007, el gasto tornó a elevarse por dos motivos: reactivar la economía y recobrar la popularidad del gobierno. Como se ve, el contexto japonés es muy diferente al estadounidense. </p>
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La experiencia de Japón no es válida para EE.UU.
En 1992-2008, el Sol naciente invirtió US$ 6,3 billones en obras públicas para superar la recesión tras el desinfle de la burbuja inmobiliaria (1989). En ese lapso, la deuda en yenes llegó a 15,4 billones, 180% el producto bruto interno (5,5 billones).