<p>Ahora bien, la canciller alemana Angela Merkel hizo la enésima defensa del euro días atrás ante un Bundestag hostil, en vísperas de la séptima elección provincial del año (Berlín, este mismo domingo). Este temperamento es compartido por buena parte de los líderes regionales y cabe sospechar que existe voluntad política mayoritaria en favor de la moneda común. <br />
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Pero el espectro del cese de pagos griego no abandona los corrillos de dirigentes políticos, analistas, operadores y especuladores. Al momento, cualquier proyección del caso heleno, sin ser necesariamente una predicción o un desenlace inevitable, incluye un quiebre en la periferia de la Eurozona.<br />
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Por ahora, el “plan A”, en cuanto hace a los gobiernos, es instrumentar el acuerdo logrado el 21 de julio, que ofrece a Atenas una segunda tanda de préstamos por un total de € 109.000 millones, algo menos que el aprobado en mayo de 2010 (110.000 millones), cuyo último tramo (8.000 millones) sigue congelado.<br />
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El esquema “garante” que Grecia no precisará volver a los mercados financieros voluntarios durante un cuadrienio. En cambio, recurrirá a otros estados de la zona, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, pagando tasas relativamente bajas. Entretanto, el sector privado devaluará sus acreencias sobre Atenas para aliviarla. Por su parte, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) tornará más flexibles sus rescates para evitar contagios entre bonos soberanos.<br />
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Hacia 2013, el reemplazo permanente del mecanismo estabilizador estará en línea y aportará mejor gobernabilidad económica a la Eurozona. Mientras tanto, se incrementará el acceso de países con dificultades financieras a esquemas de reajuste.<br />
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Ése es el plan pero, entretanto, algunas cosas podrían fallar. Por ejemplo, hay latentes eventuales, impredecibles crisis. En tales circunstancias, Grecia podría entrar de nuevo en insolvencia, no cubrir el servicio de sus deudas con otros países europeos e iniciar, una peligrosa secuencia de acontecimientos.</p>
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<p><strong>Rumbo al colapso</strong></p>
<p>Dado que Atenas todavía no habrá acumulado ingresos tributarios suficientes para cubrir salarios del sector público, jubilaciones y servicios civiles, dejará de pagar facturas internas. Semejante cimbronazo generará violentas reacciones sociales, comunes en ese país desde hace meses. Por supuesto, la economía irá al colapso.<br />
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Al mismo tiempo, los bancos privados correrán esa misma suerte, pues sus tenencias de bonos soberanos habrán sido desagiadas. El BCE ya no podrá aceptar como colaterales títulos en cese de pagos que, de todas maneras, no valdrán nada en el mercado.<br />
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El colapso, siquiera temporario, del sistema de pagos agrandará los problemas. Entonces, para reiniciar actividades normales, Grecia deberá recapitalizar los bancos y gestionar la contabilidad día a día (como Indonesia, Malasia o Argentina de 1998 a 2002). Por otra parte, será muy difícil encontrar prestamistas y se cumplirán las condiciones de una quiebra soberana en teoría imposible.<br />
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Obviamente, la alternativa o “plan B” consiste en restaurar la capacidad helena de crear moneda sana y pagar sus deudas hacia dentro y fuera. Dicho de otro modo, el banco central deberá salir del euro como moneda única, volver al dracma y asimilarse a los diez integrantes de la UE que retienen sus denominaciones y usan el euro como divisa. Resulta irónico que, en las antípodas de Grecia, la próspera Suecia mantenga su corona… desde 1815.<br />
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Sin duda, las consecuencias irán más allá de Grecia. Para empezar, los mercados se preguntarán quiénes vendrán después. ¿Portugal, Irlanda, España, Italia o, como se comentaba el sábado en Breslau, Rumania y Bulgaria? Por supuesto, cualquier señal de peligro hará que los euros (y los dólares) huyan de economías riesgosas a países seguros. A la larga, empero, las deudas soberanas serán minadas por una crisis más intensa y duradera que la abierta en 2010.<br />
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En verdad, hasta hoy “ninguno de esos extremos parece inevitable”, presume el analista británico Christopher Giles. “Pero una cualidad del proceso, su realimentación, resulta especialmente peligrosa. En ese plano, si Grecia cae, la seguirán la periferia de la Eurozona y otras economías.</p>
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