<p>Las instituciones en danza son la inicial unión económica y monetaria (UCE), el frustráneo pacto de Maastricht (1992) y su criatura, la Eurozona (1999). Si el detonante fue la insolvencia griega, sus nexos son múltiples.<br />
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• Mala política de crédito. La nueva divisa permitió a componentes marginales de la UCE endeudarse a bajos intereses porque, se suponía, sus riesgos cambiarios y fiduciarios se habían comprimido. Eso condujo a malas políticas crediticias y un auge de préstamos más tarde impagables. <br />
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• Tasas reales desalineadas. Ese auge prestamista se canalizó a sectores no transables de economías “subdesarrolladas”, elevado sus precios en relación con los transables. Era un clásico modelo de reapreciación real bajo una moneda fija, por el cual el sector transable no puede competir. La economía, pues, es incapaz de generar superávit exportables netos necesarios para repagar a los acreedores externos. <br />
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• Disciplina débil. En una unión monetaria, ese punto llega más tarde de cuanto hubiese sido posible en un sistema de paridades administradas. En éste, los mercados se anticipan al momento cuando los problemas crediticios se agudizan, porque detectan la declinación de reservas internacionales usadas para parapetar una moneda sobrevaluada. Pero, en una unión monetaria, sus miembros acceden a excepcionales niveles de endeudamiento.</p>
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<p><strong>Transferencias internas.</strong></p>
<p>Los ortodoxos estiman que debe haber mecanismos para transferir ingresos dentro de una unión monetaria, para sostener a los miembros desproporcionadamente afectados. Al menos, mientras se ajustan a un cimbronazo. <br />
La clave reside en que el peso del ajuste –a falta de moneda única para toda el área- caiga en precios y salarios locales. Cuando hay divisa única, cualquier baja de la paridad cambiaria reduce de golpe costos en toda la economía.<br />
Lo anterior destaca el problema de precisar ajustes sólo en precios y salarios locales. Si una crisis los deja en niveles internacionalmente no competitivos, debe restaurar el marco de competencia. En el caso de Grecia, la crisis fue el propio auge crediticio sin sostén a largo plazo.</p>
<p><strong>Proyectos monetarios</strong></p>
<p>Las propuestas más ambiciosa de unión, por lo menos hasta el derrumbe del euro, arrancan con la Unión de Emiratos Árabes (UEA) y el consejo cooperativo que abarca todo el golfo Pérsico (Kuweit, Bahréin, Qatar, Omán). Dejando de lado ciertos problemas estallados en 2009, se trata de países con altas calificaciones crediticias internacionales, pero sociopolíticamente medievales y necesitados de modernizarse.<br />
Tiempo antes la crisis sistémica de 1997/8 generó iniciativas tendientes a unión monetaria de Asia sudoriental y meridional. Luego se amplió el esquema a Surcorea, Australia y Nueva Zelanda, lo cual elevó la heterogeneidad del conjunto aun en lo etnico. En una dimensión muy distinta juegan agrupaciones y proyectos latinoamericanos, que van de anacronismos huecos como la Unión Panamericana o novedades como Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). También están el Mercosur, el Grupo Andino y un fantasma llamado Aladi en Montevideo.</p>
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