<p>Tras ingresar a la UE, su producto bruto interno crecía por encima de 10% anual. Pero el desplome iniciado en 2008 hizo que Letonia eclipsase a Islandia como “el hombre enfermo de Europa”. Su banco central pronostica que el PBI se contraerá 18% en 2009, contra 10,6% islandés. En general, analistas suecos y británicos (empezando por el “Stockhomls dagbladet” o el “Financial Times”) estiman que el trienio 2008-10 promediará 25 a 30%. El segundo guarismo equivale al de la depresión 1933/6 en Estados Unidos.<br />
<br />
El nuevo primer ministro, Valdis Dombrovskis –un economista de 27 años sin experiencia política-, sostiene que el país irá a la bancarrota este mismo mes, si el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la comisión de Bruselas no aportan a tiempo el último tramo de un empréstito por US$ 7.500 millones que las tres partes se han comprometido a completar.<br />
<br />
La cifra parece enorme en relación con economía tan chica, pero se explica por la posición estratégica del país, limítrofe con Rusia y su títere, Bielorrusia. Riga adhiere a la Organización del Tratado Noratlántico (OTAN), todavía formalmente empeñado en un “escudo defensivo” orientado al este. Por supuesto, lo de Dombrovskis es una metáfora, pues un estado soberano no puede ir a la quiebra. <br />
<br />
No obstante, sin esa inyección financiera Letonia no podrá repagar deudas en divisas fuertes (euro, corona sueca, dólar) y se verá obligada a devaluar. Esto puede arrastrar otras monedas tan expuestas como el peso oro (zloty) polaco, el florín húngaro o la corona checa. Entretanto, la calificadora Standard & Poor’s ha rebajado los bonos letones a “chatarra” con perspectivas negativas. Todo eso culmina “una serie de errores garrafales”, apunta el columnista inglés Steven Kupfer. <br />
<br />
La historia arranca en 1991 con un caso emblemático. Un letón quería cursar un posgrado en finanzas en la universidad real de Estocolmo, para lo cual necesitaba una nota de presentación subscripta por un banco. Pero el hombre no trabajaba en ninguno. Entonces inventó una entidad de papel, sin personal ni clientes y marchó a Suecia carta en manos, tras conocer un compatriota que había hecho lo mismo.<br />
<br />
De regreso a Riga en 1992, ambos fundaron un banco verdadero, inicialmente número 62 en el nutrido “ranking” local. Durante el decenio 1994/2003, el banquito trepaba a medida como sucesivas crisis liquidaban competidores. Ni ellos ni el gobierno advertían que estaban incubando un “huevo de serpiente”. Eventualmente, la entidad fue tomada por Svedbank (Estocolmo), pero la ahora filial letona no dejaba de prestar miles de millones de euros a quienes compraban casas, departamentos y costosos autos importados.<br />
<br />
</p>
<p>Por entonces, Letonia se consideraba a sí misma un país occidental ubicado excéntricamente en el mapa. En 2004 fue incorporada de apuro a la UE, junto con otras economías mayormente “en desarrollo”. Su meta suprema era adoptar el euro y, sin pedir autorización a la comisión europea ni al BCE, ató el lats (peso letón) al euro. Fue una decisión fatal.<br />
<br />
Daunis Auers, politicólogo (universidad de Riga) amigo de Dombrovskis, señala una diferencia clave en los colapsos islandés y letón. Reykjavik “especulaba en los mercados bursátil e inmobiliario. Nosotros, en cambio, derrochábamos importando todo tipo de bienes terminados; justamente los que nuestros gobiernos venían prometiéndoles desde 1991”.<br />
<br />
Los fondos para la fiesta se mezquinaban mucho menos que en la Argentina de los años 90. Provenían en general de inversores extranjeros, pero los canalizaban bancos comerciales escandinavos. Una clase media impaciente tomaba dineros euros y otras monedas fuertes pagando tasas exiguas, mientras la inflación letona alcanzaba 15% anual en 2007. En otras palabra, al público se le pagaba para endeudarse. Como en Letonia no existían impuestos sobre los réditos del capital puesto en bienes raíces, la compra de departamentos era un excelente canal para lavar dinero. <br />
<br />
Durante esta increíble historia, Estonia, Letonia y Lituania se convirtieron en “tigres bálticos”, un epíteto que presagiada desastres. En el ejemplo letón, la fiebre especulativa con bienes raíces hizo que los propios bancos le pidieran al gobierno desarmar la loca bicicleta, citando los derrumbes de Irlanda e Islandia. No les hicieron caso.<br />
<br />
En el segundo semestre de 2008 estalló una burbuja de varios años. Inquirido al respecto, un efímero ministro de hacienda replicó que “no pasaba nada fuera de lo común. Sólo seis cosas: (1) alta inflación, (2) préstamos excesivos, (3) importaciones muy superiores a las exportaciones, (4) especulación masiva, (5) falta de fondos para afrontar la crisis y (6) moneda atada al euro sin permiso del BCE.<br />
<br />
“Tristemente, la recesión letona es peor de lo previsto”, señala ahora Joaquín Almunia, comisario económico de la Unión Europea. “Sus problemas afectan además a las otras dos bálticas, Polonia, Suecia y Hungría, en diversos grados”. En rigor, Suecia –un país avanzado- sortea bien esas dificultades. No así la economía “emergente” más grande de la UE, Polonia. <br />
<br />
Esta la semana pasada, en Riga (una de las bolsas más antiguas del mundo) fracasó una subasta de bonos públicos, volvió a derrumbarse la moneda local (lats, esto es letón) y corría peligro el empréstito externo de emergencia. <br />
<br />
Si bien el país está fuera de la Eurozona, se extiende –como en Polonia- el uso informal del euro y la corona sueca. El comercio fronterizo menudo con Rusia y Bielorrusia se hace en rublos. Hoy todo remite al “plan de emergencia” por € 7.500 millones, a cargo de la comisión europea y el Fondo Monetario Internacional.<br />
<br />
En mayo, el déficit fiscal equivalía ya a 9,2 del producto bruto interno en moneda constante. La meta impuesta por el FMI es de sólo 5%. Pero, a su vez, el propio PBI está desplomándose a razón de 18,6% anual. Entretanto, el desempleo llegaba en abril a 29% de la población activa. Hasta cierto punto, el tamaño demográfico de Letonia (2.400.000 habitantes en 65.000 km2) recuerda a la castigada Islandia (275.000 en 103.000 km2). <br />
</p>