<p>En el interior de la calle Downing número diez, cunde –pese a su principal ocupante- la impresión de que, si cae el euro, Gran Bretaña misma se hundirá con la Unión Europea. Ése es el peor escenario. El mejor también es inquietante: si la UE o los diecisiete miembros de la Eurozona consiguen poner la casa en orden y consolidan el euro, los ingleses quedaran marginados del continente. Pero ese aislamiento no será esplendido, como en los siglos XVIII y XIX.<br />
<br />
Muchos europeos al oeste de Rusia vienen siendo irritados, desde 2009, por la obvia satisfacción británica mientras de desmoronaba el euro y la libra, apenas una moneda local, resistía los embates especulativos. Por cierto, la esterlina y su viejo rival, el franco suizo, son meros espectadores en la peor crisis desde el fin de la guerra fría (1990).<br />
<br />
“Alemania es líder incuestionable de la región”, señalaba Charles Grant, director del Centro por la Reforma Europea (CRE). “Francia sin duda le está subordinada y Gran Bretaña ejerce la menor influencia desde la segunda guerra mundial o desde la disolución de su imperio colonial”.<br />
<br />
Esto pone en primer plano un problema: la salud de su negocio financiero, una vital locomotora económica y política. Máxime en tiempos de nulo crecimiento, profundos recortes del gasto público y social. Naturalmente, es “un contexto vulnerable a nuevas regulaciones de la Eurozona, capaces de perjudicar la competencia británica en los mercados mundiales”. <br />
<br />
Pese a todo cuanto está en juego, el gobierno de coalición que encabeza Cameron parece reducirse al papel de espectador impotente. Debatiéndose entre presiones antieuropeístas locales y el eurobloque, tras Bruselas hay una sola cosa segura: la UE continuará adelante con o sin Gran Bretaña.<br />
<br />
Ni Angela Merkel ni Nicolas Sarkozy han ahorrado calificativos poco gratos a Cameron. El presidente francés fue especialmente cáustico reprochándole al inglés, el lunes, “ha perdido usted una buena oportunidad de callarse la boca. Estamos hartos de sus críticas e intentos de aleccionarnos. Hace poco declaraba detestar el euro y luego quiso interferir en nuestras deliberaciones”.</p>
<p> </p>
<p> </p>
Gran Bretaña mira de afuera pero no la pasa bien
Antes o después de la cumbre en Bruselas, resulta obvio que Londres sigue del lado perdedor. Esto quedó más claro cuando David Cameron dio el portazo y su viceprimer ministro, el demoliberal Nicholas Clegg, buscó apagar el incendio. Sin lograrlo.