Estados Unidos vive hoy un pesimismo quizás exagerado

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Una ola depresiva parece inundar a la antigua superpotencia. “Hemos pasado de regodearnos en el liderazgo global a sumergirnos en su pérdida. Pero –sostiene el analista político James Traub- ambos extremos son sobreactuaciones equivocadas”. Algunos futurólogos no lo creen así. Por ejemplo Gary Shteyngart.

<p>En <em>Super Sad True Love Story</em>, algo as&iacute; como &ldquo;Historia de amor realmente supertriste&rdquo;, el novelista imagina un futuro no muy distante, donde Estados Unidos &ndash;tras irse solo a la bancarrota-, cae en manos de bancos chinos que se ponen a vender billones de d&oacute;lares en letras del tesoro, precipitan un conflicto armado y el colapso del estado. En vena ir&oacute;nica, Shteyngart (experto en la decadencia de pa&iacute;ses acromeg&aacute;licos) genera en el lector una n&aacute;usea peculiar. <br />
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&iquest;No ser&aacute; que eso ya ocurre? Apunta el politic&oacute;logo apelando al columnista Thomas Friedman y un trabajo suyo en el New York Times, &ldquo;&iquest;Demasiadas hamburguesas?&rdquo;. Entre Oswald Spengler (1922) y Sinclair Lewis (1935), columnista y novelista describen un futuro de pesadilla. EE.UU. est&aacute; representado por un adolescente obeso y seguro de s&iacute; mismo, que pierde una carrera de obst&aacute;culos con un chino. Por ende &iquest;lo nuestro no se trata de un culto a la decadencia?, inquiere Traub. <br />
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Por supuesto, los futuros especulativos no se tornan generalmente en realidad. Pero pocos apostar&iacute;an la casa o el condominio a que la ex superpotencia dejar&aacute; atr&aacute;s sus rampantes trivialidades cotidianas. Por ejemplo, la adicci&oacute;n a celulares, su mentalidad de pueblo chico o su par&aacute;lisis pol&iacute;tica e ideol&oacute;gica, encarnada en el Tea party. <br />
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Ese contexto se refleja, afirma Shteyngart, &ldquo;en la falta de inversiones cr&iacute;ticas, el declive del capital humano, el auge de especulaciones financieras, los banqueros de nuevo multimillonarios, etc. Estos s&iacute;ntomas necesitar&aacute;n apenas una generaci&oacute;n para que la gente clame por d&oacute;lares cotizados en y&uuml;an&rdquo;.<br />
Friedman y Traub se consuelan suponiendo que, todav&iacute;a, EE.UU. sigue sin rivales en poder militar o econ&oacute;mico y ning&uacute;n otro &ndash;ni siquiera China- aspira a heredarlo. No obstante, recuerdan los columnistas, Washington ya no goza de la deferencia internacional que se le conced&iacute;a hace un par de decenios. Por otra parte, los chinos tuvieron una tradici&oacute;n de superpotencia que dur&oacute; desde la ca&iacute;da del imperio Romano &ndash;v&iacute;ctima de un d&eacute;ficit imparable, entre otras cosas- hasta la irrupciones rusa, japonesa y del imperio Brit&aacute;nico en los siglos XVIII y XIX.<br />
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<p>Como Roma, Bizancio y Beijing, “el país –indica Shteingart- alcanza ya los límites de sus recursos y los compromisos internacionales desbordan sus capacidades”. Traub admite, pues, que “la hegemonía norteamericana se deteriora en términos absolutos y relativos. Hace menos de diez años, obras como Power, terror, peace & war, donde Walter Russel Mead celebraba el triunfo del capitalismo milenarista, eran leídas con avidez”.</p>
<p>Justamente, lo efímero de esos libros debe inspirar cautela ante el auge actual de literatura y periodismo depresivos. Ambos columnistas han encontrado lo que llaman “justo medio” en Frugal superpower: American leadership in a cash-strapped age (“Superpotencia frugal: el liderazgo estadounidense en tiempos de iliquidez”) de Michael Mandelbaum.</p>
<p>El gurú, cuyos pronósticos erróneos de hace algunos años –formulados para el Pentágono- son objetos de ironía por parte de Shteingart, es ambivalente. Sucede que, a juicio de Mandelbaum, “desde la Segunda guerra mundial hasta el fin de la guerra fría, EE.UU, desplegó fuerzas para defenderse a sí mismo y sus aliados. Desde entonces, lo hace por buenas causas en el planeta. Por ejemplo, promover democracia en Levante o detener genocidios. Pero hoy la falta de fondos lo lleva de vuelta a defender el status quo y a abandonar fines filantrópicos (sic)”. Sin duda, Irak, Afganistán-Pakistán, Israel-Palestina o Somalía no parecen buenas causas exitosas.</p>
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