En finanzas, ¿pronósticos serios o efecto manada?
¿Por qué, una y otra vez, la gente compra papeles obviamente sobrepreciados? ¿Por qué, a menudo, el instinto de manada es tan irresistible? Ambas preguntas provienen del conductismo económico, pero nunca se las hace el neoclasicismo.
2 diciembre, 2009
<p>Ambos son, sin duda, centro de un debate que data del siglo XIX (Alfred Marshall). Hoy retomado por los Nobel 2008, Paul Krugman y 2009, Elinor Ostrom, y Oliver Williamson. En un duro artículo publicado hace pocas semanas, el neoyorquino no anda con vueltas. “¿Cómo tantos analistas pudieron equivocarse tanto?” inquiere en el título aludiendo a la crisis iniciada en 2007. De inmediato, dispara sobre la base misma de la sapiencia convencional: “los mercados libres son supuestamente racionales, eficientes y disponen de toda la información necesaria”, para usar una frase de Robert Lucas (Nobel 1995).<br />
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De un modo u otro, los tres autores se mofan de la escuela de Chicago, cuyas ideas –gracias al difunto Milton Friedman, Nobel 1976- han dominado los resortes decisorios en Estados Unidos, Gran Bretaña y varios países latinoamericanos. Por el contrario, los economistas sistémicos sostienen las ideas expuestas en 1936 por John Maynard Keynes y recogidas en 1948 por Raúl Prébisch. <br />
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Para ellos y contemporáneos suyos, como el “macrocíclico” Nikolai Kondrátiev, los mercados suelen ser ineficaces y autodestructivos. Por ende, señala Krugman, “requieren de los estados acciones correctivas, como estímulos fiscales o reales”. En vez de imaginar mercados perfectamente racionales, este economista afirma que “individuos y entidades tienden a conductas irracionales y perjudiciales para sus propios intereses”. <br />
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Una forma exacerbada de especulación llevó, desde los años 80, a jugar con activos de aire, promovida por instrumentos derivativos. Sus bases matemáticas obtuvieron el Nobel en 1990 (Henry Markowitz, MertonMiller, William Sharpe) y 1997 (Robert Merton, Myron Scholes). Dos de los galardonados condujeron al desastre a Long-Term Capital Management (LTCM), un fondo de derivados que licuó alrededor de US$ 100.000 millones y obligó a un rescate financiado por la Reserva Federal y otros emisores.<br />
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A primera vista, los debates sobre pronósticos macro parecen académicos, pero sus efectos son considerables y evaden el ámbito de los simples analistas financieros. En primer lugar, las empresas dependen de ellos para planificar y presupuestar. Además, las teorías macro influyen sobre las autoridades. Por ejemplo, desde fines de los años 70, el gobierno norteamericano se lanzó a desregular aerolíneas, bancos, servicios civiles, telecomunicaciones y leyes laborales. Washington había comprado la idea del mercado eficiente y racional. Estaba equivocado y eso llevó a crisis en 1987, 1994/5, 1997/8, 2000 y 2007/9.<br />
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<strong>Señales opuestas<br />
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Sea como fuere, el gobierno de Barack Obama quizá sea el primero en rechazar las ideas neoclásicas impuestas desde la “revolución conservadora” de Margaret Thatcher, Ronald Reagan (1978 en adelante) y el consenso de Washington (1989). Hay, cree Krugman, por lo menos cuatro señales opuestas a los mercados perfectos: “el proyecto de reforma financiera, los límites a remuneraciones de ejecutivos, la protección a usuarios de tarjetas y el programa de cobertura médica universal”. <br />
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Los debates no se reducen a Estados Unidos ni a lo teórico. Ostrom es politicólogo y Williamson es experto en arbitrajes; vale decir, no son economistas, aunque sí conductistas. Este doble Nobel, pues, parece otro desaire a modelos matemáticos rígidos. Según Robert Shiller (escuela de negocios Wharton), “la economia y las finanzas estaban demasiado <em>mesmerizadas </em>por el mercado eficiente. Eso distorsionaba el pensamiento y las políticas”.<br />
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En adelante, los debates irán pasando de lo académico –el fuerte de Chicago o sus émulos latinoamericanos- a lo social y político. “El marco racional, hegemónico desde hace cuarenta años, se aferró demasiado tiempo a la rigidez”, sostiene otro profesor de Wharton, Jeremy Siegel. “irrumpe ahora el conductismo, que prefiere regulaciones estrictas, continuo gasto en estímulos y tributación selectiva”.<br />
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Los elementos del debate racional vs. irracional son claros. Los mercados neoclásicos dependen de la hipótesis eficiente, propuesta desde Chicago por Eugene Fama en años 60, pero impuesta por Friedman. Según ambos y sus discípulos, la libre competencia entre inversores y empresarios invariablemente ubica los precios en sus niveles adecuados. Los colapsos de 1907, 1929/32, 1974/81, 1987, 1997/8, 2000 y 2007 en más no son tenido en cuenta.<br />
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Por el contrario, los conductistas no olvidan los <em>cracs </em>sistémicos del siglo XX e inicios del XXI. A su juicio, los compradores no obran siempre en su propio interés, especialmente cuando no comprenden las opciones disponibles o sucumben a impulsos irracionales (un contrasentido para la teoría del mercado perfecto). A diferencia de los neoclásicos, pues, los conductistas señalan que los mercados suelen ser deficientes en información. ¿Por qué? Porque eso se vincula a patrones de conducta no racionales, fácilmente detectables y documentables por psicólogos, no por matemáticos.<br />
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