<p>En las últimas décadas se ha acelerado en forma notable el cambio tecnológico en la economía mundial, dando lugar a nuevas actividades y a nuevas formas de producir, transmitir, distribuir y consumir bienes, servicios y conocimientos así como a una profunda reestructuración de las actividades existentes. Todo hace pensar que este proceso va a continuar en el próximo decenio, planteando oportunidades y desafíos a los países que, como el nuestro, están por detrás de la frontera tecnológica internacional pero que se proponen ir reduciendo la brecha que los separa de esa frontera para lograr un desarrollo económico y social sustentable.</p>
<p>En una economía abierta al comercio internacional, las inversiones, los conocimientos y las tecnologías originadas en el exterior, la importación de maquinarias, equipos, insumos, componentes y activos intangibles (<i>know how</i>, licencias, patentes, marcas, asistencia técnica, acceso a redes, etc.), es la manera más rápida de adquirir las tecnologías de producto, de procesos, de organización y de gestión que se requieren para ir reduciendo las brechas de productividad y calidad con los países tecnológicamente más avanzados. Estos insumos pueden ser importados de diversas formas por las empresas nacionales o integrar el paquete de activos que forman parte de la inversión extranjera directa (IED).</p>
<p>Sin embargo, mantener la apertura para seguir importando máquinas y mejorar el acceso a información y conocimientos es necesario pero no suficiente para reducir la brecha. Esto es así porque, a diferencia de lo que suponen muchos economistas, el proceso de adquirir los conocimientos científicos, técnicos y organizacionales que permitan utilizar eficientemente las tecnologías y conocimientos disponibles no es automático, requiere de esfuerzos endógenos sistemáticos y no se logra sólo por medio de una mayor competencia en los mercados de bienes y servicios.</p>
<p>El proceso en cuestión implica el desarrollo de capacidades científicas, tecnológicas y organizacionales a través de un complejo proceso colectivo de aprendizaje endógeno en el cual participan las empresas como proveedoras, clientes o adquirentes de bienes, servicios y conocimientos, las universidades y otras instituciones educativas, los institutos públicos y privados de investigación, los empresarios y trabajadores, los bancos y otras instituciones financieras, las organizaciones sin fines de lucro, etcétera.</p>
<p>El conjunto de esas instituciones y agentes ­que absorben, difunden, adaptan, modifican y generan nuevos (para el país, no necesariamente para el mundo) conocimientos científicos, tecnológicos y organizacionales­, junto con las diversas interacciones que se establecen entre estas empresas e instituciones, es lo que en la mayor parte de la literatura se denomina el Sistema Nacional de Innovación (SNI).</p>
<p>Para que la Argentina en el 2010 pueda beneficiarse de las oportunidades que le brinda la aceleración del cambio tecnológico y para que pueda contrarrestar los problemas que el mismo conlleva, tendría que tener un SNI bastante diferente del que tiene actualmente.</p>
<p><b><i>Tareas pendientes</i></b></p>
<p>En primer término, en lugar de destinar 0,42% del PBI a investigación y desarrollo (I&D) como lo hace actualmente, debería destinar como mínimo 1% del PBI a esas actividades fundamentales. Esto implicaría un gasto aún inferior al que destinan los países industrializados más rezagados (del orden de 1,3 a 1,6%) pero que permitiría alcanzar una cierta masa crítica en el esfuerzo nacional en esta materia.</p>
<p>En segundo lugar, el sector privado debería ejecutar entre la mitad y los dos tercios del gasto en I&D y no sólo menos de 30%, como en la actualidad. De esa forma, las empresas no sólo mejorarían la productividad y calidad de su producción sobre la base de la incorporación de tecnologías importadas. Merced a sus esfuerzos endógenos, podrían obtener cuasi rentas en el lanzamiento de nuevos productos y procesos y generarían patentes y otros activos intangibles. Es ilustrativo, al respecto, el dato de que, mientras en 1997 la Argentina sólo tenía registradas 38 patentes de invención en Estados Unidos, Taiwán tenía más de 2.500 y Corea del Sur casi 2.000.</p>
<p>Este es un cambio fundamental en la conformación del SNI porque son las empresas productoras de bienes y servicios y, en menor medida, las fundaciones sin fines de lucro, aquellas donde la actividad de adaptación, modificación y generación de tecnología se lleva fundamentalmente a cabo. Por lo tanto, deberían aumentarse los gastos en I&D o más globalmente en innovación en las empresas que ya lo hacen y, sobre todo, lograr que se incremente sustancialmente la cantidad de empresas que destinan en forma sistemática recursos humanos y financieros a actividades innovadoras en nuestro país. Esto implica desarrollar políticas públicas para facilitar el financiamiento de los gastos en innovación en el sector privado y, al mismo tiempo, crear condiciones para que en el país se pongan en marcha muchas nuevas empresas de base tecnológica.</p>
<p>De esta forma, la composición de la producción y de nuestras exportaciones se modificaría a favor de bienes y servicios intensivos en conocimientos y cuya demanda es mucho más elástica al ingreso que los bienes que actualmente exporta el país. En ese sentido, hay que tener en cuenta que los bienes de alta tecnología representan menos de 5% del valor de nuestras exportaciones manufactureras y que ese porcentaje no ha variado entre 1985 y 1995.</p>
<p><b><i>Un esfuerzo colectivo</i></b></p>
<p>Por otra parte, las empresas no innovan solas, sino interactuando con clientes, proveedores, bancos, instituciones educativas y de investigación, etc. Estas interacciones se dan a escala local, sectorial y nacional, y requieren de esfuerzos de coordinación y articulación por parte de instituciones adecuadas. Para que la Argentina tenga un SNI medianamente exitoso es imprescindible el desarrollo sistemático de un tejido institucional que, en la actualidad, es apenas embrionario.</p>
<p>Los argentinos se beneficiarían de un mejor SNI que el actual en el 2010 porque:</p>
<ul>
<li>haría posible generar empleos bien pagos y creativos para científicos, tecnólogos y especialistas técnicos en las empresas y/o en las diversas instituciones que participan en el esfuerzo innovativo;</li>
<li>potenciaría el desarrollo de servicios locales de consultoría en ingeniería, gestión comercial, productiva, ambiental y de calidad;</li>
<li>beneficiaría a los consumidores con productos y servicios de mejor calidad, mayores prestaciones y más adecuados a sus requerimientos;</li>
<li>brindaría soluciones a problemas específicos de la economía, la sociedad y la cultura argentina que los conocimientos que provienen del exterior generalmente no aportan;</li>
<li>contribuiría a remediar los daños en el medio ambiente y promovería un desarrollo sustentable.</li>
</ul>
<p>En la situación actual me parece difícil, pero no imposible, que la Argentina llegue a tener un SNI como el que sugerimos en el 2010. Es difícil porque en la sociedad argentina todavía no existe un consenso acerca de la importancia que tienen la ciencia, la tecnología y la innovación para contribuir efectivamente al desarrollo económico y social del país. Sin embargo, alcanzar un SNI de ese tipo no va a resultar imposible si se dejan de lado las falsas antinomias que se manifiestan en la discusión pública entre ciencia y tecnología, entre importación de activos intangibles y generación local, entre conocimientos tecnológicos y capacidades organizacionales y, sobre todo, si desde el sector público se toma el liderazgo, se asignan los fondos correspondientes a través de mecanismos transparentes, se convoca e incentiva el esfuerzo innovativo en el sector privado y se fortalecen las instituciones que faciliten las interacciones entre los distintos agentes que participan del SNI.</p>
<p><i>Daniel Chudnovsky es Licenciado en Economía Política (UBA), PhD en Economía (Universidad de Oxford, Reino Unido). En la actualidad, es director del Centro de Investigaciones para la Transformación (Cenit), profesor titular de Desarrollo Económico en la Universidad de Buenos Aires, y consultor de varios organismos internacionales. </i></p>
El sistema nacional de innovación
En las últimas décadas se ha acelerado en forma notable el cambio tecnológico en la economía mundial, dando lugar a nuevas actividades y a nuevas formas de producir, transmitir, distribuir y consumir bienes, servicios y conocimientos así como a una profunda reestructuración de las actividades existentes.
Por Daniel Chudnovsky.