<p>Las perspectivas para la próxima década dependerán, en gran parte, de que el actual gobierno genere, en el corto y mediano plazo, medidas que reviertan la pérdida de competitividad y que recuperen la confianza de los inversores. Esperamos que, llegando al 2010, nuestro país alcance el <i>investment grade</i>.</p>
<p>Con mayor competitividad y baja del alto costo argentino que aún perdura, aspiramos a un notable aumento de la productividad y de los saldos exportables, para encontrarnos a fines de esta década, bien posicionados como país agroexportador, altamente competitivo, a través de una gran diversidad de productos diferenciados, con denominación de origen y que a su vez brinden mayor seguridad fitosanitaria a los consumidores del mundo.</p>
<p>Actualmente, el país continúa atravesando una difícil situación económica, diseñar una estrategia que impulse el crecimiento, impulsando a los sectores eficientes de la economía que hoy sufren una elevada carga impositiva, y que transfieren cuantiosos recursos a otros sectores altamente protegidos, sería el camino correcto a seguir. Este rediseño de la política económica es el gran desafío pendiente.</p>
<p>En este sentido, vale la pena mencionar la necesidad de romper con las presuntas actitudes cartelizadas, como las de los productores de petróleo ya que, países con territorios extensos como el nuestro, dejan fuera de competencia a la mayoría de los productos que se desarrollan en las economías regionales y aumentan todos los costos de producción y comercialización. Para lograrlo, se debe implementar una efectiva desregulación que evite la monopolización de los mercados internos y permita la fácil entrada de nuevos competidores, que reduzcan los precios internos de los insumos y servicios. Es decir, mayor apertura económica vía reducción de aranceles a la importación y eliminación inmediata de los aún vigentes derechos de exportación.</p>
<p>Además, hace falta una desregulación efectiva en los servicios de transporte de carga, comunicaciones y energía, entre muchos otros que utilizan los empresarios rurales para producir y comercializar sus productos.</p>
<p>El importante efecto dinamizador del sector agropecuario sobre el resto de la economía quedó demostrado cuando la Argentina pudo superar en un plazo relativamente corto la <i>crisis del tequila</i>, obteniendo dos récords consecutivos de volúmenes de producción, debido a la rápida respuesta de los empresarios agropecuarios al estímulo de los buenos precios internacionales de entonces, lo que permitió alcanzar para el siglo XXI un nuevo piso en cuanto a volumen de producción que se ubica en los 60 millones de toneladas de granos y algodón.</p>
<p><b><i>Pérdida de competitividad</i></b></p>
<p>Este efecto dinamizador se encuentra actualmente limitado por la pérdida de la competitividad relativa del país. Según los informes del Instituto Internacional de Desarrollo Gerencial de Suiza (IMD), la Argentina cayó del puesto 33º en 1999 al 41º para este año, cuando en 1997 nos habíamos ubicado en el puesto 28º del <i>ranking</i>, lugar al que aspiramos retornar antes del 2010.</p>
<p>En un marco externo futuro poco favorable y partiendo de la base de que la marcada caída de los precios internacionales de los <i>commodities</i> alimentarios no permite anticipar durante esta década una importante recuperación de precios (excepto por algún cataclismo climático en alguna región productora relevante), el factor que resta más competitividad para la colocación de nuestros productos proviene de los elevados subsidios que otorgan los países desarrollados a sus productores y a las exportaciones de sus materias primas, que distorsionan los volúmenes de producción y los precios del mercado. Los cuales, lamentablemente y a pesar de las intenciones manifestadas por los países desarrollados, no parecen tender a desaparecer. Por el contrario, la situación se agrava por la aparición de un proteccionismo más complejo, que no consiste en simples aranceles o cuotas, sino que actúa sobre los principios de preservar la salud humana, aunque no se encuentre demostrado científicamente que los distintos avances tecnológicos causen daño a la población.</p>
<p>El Estado argentino y las entidades del agro tendrán que continuar luchando en todos los foros internacionales para conseguir igualdad de condiciones para competir en el mercado internacional. Si quisiéramos subsidiar a cada uno de nuestros productores agropecuarios en montos equivalentes a los rigen en Estados Unidos o la Unión Europea, tendríamos que desembolsar aproximadamente US$ 6.026 millones anuales. Lo que demuestra las dificultades que enfrentamos al competir en desigualdad de condiciones.</p>
<p>Otro factor que nos resta competitividad actualmente, pero que confiamos en superar a futuro, es el elevado nivel de las tasas de interés reales, que da lugar a la paradoja de la liquidez, donde el crédito deja de ser una herramienta idónea para retornar al camino del crecimiento. Esperamos que las tasas locales tiendan a acercarse a las internacionales a través de una disminución importante del riesgo-país y de una mayor competencia entre los bancos.</p>
<p>Por otra parte, es necesario consolidar el Mercosur como estrategia para poder negociar con otros bloques económicos (Unión Europea, Alca); pero, al mismo tiempo, se debe replantear la búsqueda de alternativas para ampliar nuestros mercados.</p>
<p>A estos factores debe sumarse la eliminación progresiva de los impuestos distorsivos que desalentaron las inversiones y prolongaron la recesión, como es el caso del Impuesto a los Intereses Pagados y el Costo Financiero del Endeudamiento Empresario, el de Ganancia Mínima Presunta y el Impuesto a la Transferencia de los Combustibles.</p>
<p><b><i>Perspectivas</i></b></p>
<p>Estas son las tendencias para la década si se corrige la política económica:</p>
<ul>
<li>A pesar de la menor disponibilidad de hectáreas cultivables por habitante a nivel global, hoy en 0.23 y en el 2010 cercano a 0.20, los avances tecnológicos permitirán abastecer con mayor cantidad y calidad de alimentos a la población mundial, por encima de la demanda esperada. En este escenario, la Argentina brindará un mayor saldo exportable.</li>
<li>Los avances en los sistemas de producción y la mayor eficiencia en la utilización de fertilizantes y agroquímicos aumentarán la productividad. Esto permitirá, al mismo tiempo, una mejor armonía entre el agro y el medio ambiente, con la disminución de la cantidad demandada de agroquímicos y fertilizantes por unidad de tierra.</li>
<li>Se confirmará la tendencia hacia una mayor concentración de las empresas rurales, puesto que, para poder competir en un marco globalizado, se requiere mayor escala productiva.</li>
<li>Los adelantos en comunicaciones y el abaratamiento de los servicios mejorarán el proceso de toma de decisiones de los empresarios, y reducirán sensiblemente los costos de comercialización.</li>
<li>Habrá cambios hacia una estrategia común entre los distintos participantes de la cadena productiva, reafirmándose la tendencia a producir bienes diferenciados, en lugar de <i>commodities</i>, con nuevas formas o tipos de contratos.</li>
</ul>
<p>El Estado, independientemente del gobierno de turno, tendrá que rediseñar la política económica nacional para impulsar a los sectores productivos eficientes, a través de la eliminación de impuestos distorsivos, una desregulación efectiva de todos los servicios y una apertura mayor para mejorar el poder adquisitivo de los consumidores, lo cual generará nuevos puestos de trabajo legítimos y perdurables, sin necesidad de protección, brindando un mayor bienestar a toda la población.</p>
<p><i>Ernesto Ambrosetti es Economista </i>senior <i>del Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural Argentina. </i></p>
El gran desafío pendiente para un nuevo despegue del agro
Las perspectivas para la próxima década dependerán, en gran parte, de que el actual gobierno genere, en el corto y mediano plazo, medidas que reviertan la pérdida de competitividad y que recuperen la confianza de los inversores. Esperamos que, llegando al 2010, nuestro país alcance el investment grade.
Por Ernesto Ambrosetti