<p>Por consiguiente, “la banca cree hoy que será rescatada de desastres venideros con fondos del contribuyente. Ocurre que los ensayos de resistencia no han dejado en claro cuáles instituciones se consideran demasiado grandes para dejarlas caer”, apunta Richard Marston. “Pero se sabe que, en las entidades acreedoras, los ejecutivos siguen en sus puestos y los bonistas salen bien parados. Por el contrario, los accionistas pierden y la diferencia explica que jugar alegremente con riesgos ajenos no es tan malo para algunos”.</p>
<p><strong>Tiempo de reformas </strong></p>
<p>En junio, Barack Obama elevó al Congreso noventa carillas de reformas destinadas al sistema financiero. Incluyen mayor supervisión de riesgos sobre bancos lo bastante grandes para amenazar el sector. También se prevé replantear los requerimientos de encaje (capital inmovilizado en la Reserva Federal).<br />
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Las propuestas, además, otorgan al estado nuevas facultades para intervenir o desmantelar instituciones que se vengan abajo. Mientras tanto, el gobierno dispondrá que los reguladores establezcan nuevas escalas de remuneración a ejecutivos en todo nivel. La idea es no fomentar riesgos de corto plazo, vía bonificaciones de quienes los asumen para presentar buenos resultados. <br />
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“Con pautas de este tipo, Lehman Brothers o AIG habrían sido liquidados en orden, sin perturbar el mercado”, subraya Blume. Sin embargo, el experto no descarta que “una reforma centrada en evitar problemas a grandes bancos genere una red de salvamento implícita. Eso podrá fomentar la toma de excesivos riesgos por parte de los managers y otorgará ventajas competitivas en desmedro de entidades más pequeñas. Esto no sería correcto”.</p>
<p>También Herring se declara preocupado, pues el proyecto de reformas sacraliza el concepto de demasiado grande para caer. “Los bancos nunca son demasiado voluminosos, complejos o entrelazados para venirse abajo. Punto”. Sea como fuere, hasta que el proyecto Obama sea convertido en ley, no quedará claro si la futura supervisión bastará para prevenir abusos en materia de riesgos morales. Según Marston, “veamos antes cómo el esquema se traduce en medidas concretas. Pero cabe recordar que los banqueros son gente demasiado astuta e innovadora para mantenerla a la defensiva”.</p>
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<p>No todos creen que ese peligro pueda renacer. Esto pone en evidencia un debate entre especialistas –no funcionarios ni banqueros- sobre los motivos reales de la crisis financiera y cómo se moverán los jugadores en un tablero cuyas piezas aún no se despliegan. Por ejemplo, varios docentes en esa escuela de negocios advierten que las respuestas del gobierno federal (y algunos de la Unión Europea) llevarán a nuevos problemas. <br /><br />“Hemos generado amplios riesgos morales ahorrándoles a los acreedores las consecuencias de sus propios errores”, sostiene Richard Herring (cátedra de finanzas). “Bonistas y otros que prestaron altas sumas a instituciones del sistema no han sido obligados a compartir los enormes quebrantos sufridos por accionistas e inversores”.<br /><br />Con la excepción de Bear Stearns, Lehman Brothers, Washington Mutual o Countrywide Financial, “se eludió hacer pagar a sus acreedores por esas pérdidas. O sea, se premiaron el fracaso y la mala gestión”. Su colega Franklin Allen es más crítico: “muchos banqueros y operadores seguirán creyendo que, en caso de correr riesgos e irles mal, el estado los rescatará si sus firmas son grandes. Mejor habría sido estatizar temporariamente determinados acreedores, limpiarlos de activos tóxicos y reprivatizarlos una vez saneados”.<br /><br />Un tercer analista, Jeremy Siegel, piensa en cambio que la crisis “ha terminado con prácticas financieras azarosas durante largo tiempo. No diría que, en quince o veinte años, no se desencadene otra ola de exhuberancia irracional. Pero no la espero en corto ni mediano plazo”. En verdad, muchos instrumentos y prácticas determinantes de esta crisis han desaparecido de escena. El mercado de malas hipotecas (llamarlas <em>“subprime”</em> es un eufemismo cruel) de agotó, pese a bancos que ahora buscan revivirlo. La astringencia crediticia impide excesos inversores. La plaza para paquete de bonos atados a esas hipotecas y otros tipos de deuda titulizada se ha esfumado. Altos ejecutivos en entidades causantes del desastre se quedaron en la calle y han perdido fortunas personales amasadas con opciones acciones de sus propias firmas. <br /><br /> </p>
<p>De hecho, “hoy no existe bastante toma de riesgos, morales o no. A empresas e individuos les cuesta obtener fondos, aun si tienen perspectivas razonables de repagar. Las dos principales fuentes de capital para financiar negocios son bonistas y accionistas. Ambos grupos –afirma Siegel- se han puesto en extremo cuidadosos con el destino de su dinero y exigen mejor gestión de riesgos”.</p><p><strong>Burbujas pretéritas </strong></p><p>Dados esos cambios, podría argüirse que los mercados especulativos se han corregido por sí mismos y los grandes apostadores están escaldados. Pero un grupo de universitarios se siente asediado por los espectros de burbujas y manías pasadas. Entre ellas, el colapso de la fiebre punto.com en 2000/1. Una y otra vez, especuladores e inversores han mostrado notable facilidad de olvidar malas lecciones.</p><p>Parte del motivo, señala Marshall Blume en Knowledge@Wharton, es que “mucha gente que inicia olas y manías ludópatas toma suculentas ganancias a tiempo y deja pagar el pato al resto. Por lo mismo, quienes inflan burbujas a menudo ya no viven o están jubilados al momento de recrearse condiciones para otra manía. Mientras prime el deseo humano de hacerse ricos rápido, habrá quienes apuesten todo a ganancia de corto plazo. <br /><br />Aparte de suponer que, esta vez, el costo ha sido severo, Siegel afirma que “la presente crisis no fue causada realmente por mala gestión de riesgos morales, lo cual exige que se hayan tomado conscientemente. En esta oportunidad, a diferencia de 1987, 1987/8 ó 2000/1, los especuladores ignoraban hasta dónde sus tenencias eran endebles. Muchos apostadores –inclusive quienes emitían o tomaban hipotecas y paquetes tóxicos creían que el mercado era seguro”. Después de todo, las agencias calificadoras les otorgaban hasta AAA. Ello reflejaba errores en modelos de valuación apoyando en escasos antecedentes y una masa de analistas persuadidos –otro error- de que un derrumbe general de precios inmobiliarios en Estados Unidos era virtualmente imposible. ¿Por qué? Porque jamás había sucedido antes…<br /><br />No obstante, los grandes operadores tienen sus culpas en este desmadre- Siegel reprocha al management “por no percibir los verdaderos riesgos de aquellos paquetes tóxicos y creer a pie juntillas en AAA o grados similares otorgados por Standard & Poor’s, Moody’s Investors Service y Fitch Ratings”. Otros señalan que, al rescatar entidades de otro modo destinadas al colapso, el gobierno alienta riesgos futuros. Salvamentos como American International Group, Merrill Lynch, Citigroup, Fannie Mae, Freddy Mac y otros son un posible legado fatal del programa pro alivio de activos tóxicos (TARP, US$ 700.000 millones). <br /><br /> </p>