El auge de los mercados emergentes perjudica a los países centrales

“La creciente demanda de capital fresco en la periferia –sostiene el McKinsey Global Institute- puede presionar sobre las tasas de interés y saturar determinados segmentos”. Aunque haya “señales básicamente favorables para el sector privado global”, apunta Richard Dobb (del MGI).

14 diciembre, 2010

<p>Al margen de pron&oacute;sticos fatalistas, las empresas que act&uacute;an en escala mundial se mantienen por ahora en buena posici&oacute;n y muestran excelentes perfiles en caja. Hacia mediados de 2010, las compa&ntilde;&iacute;as privadas acumulaban &ndash;seg&uacute;n ambas fuentes- alrededor de cuatro billones de d&oacute;lares y pagaban por ese stock apenas 1,5% anual a largo plazo. Al mismo tiempo, las econom&iacute;as en desarrollo contin&uacute;an urbaniz&aacute;ndose y ofreciendo perspectivas promisorias para la d&eacute;cada 2011/20.<br />
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No obstante, tantos proyectos viales, portuarios, energ&eacute;ticos, h&iacute;dricos y, en general, de infraestructura p&uacute;blica, aparte de nuevas plantas y compras de maquinaria, pueden implicar inesperadas presiones sobre el sistema financiero internacional. Un reciente an&aacute;lisis del MGI, por ejemplo, deduce que, hacia 2030, la oferta de capitales disponibles (vale decir, la voluntad de ahorrar) ya no cubrir&aacute; la demanda.<br />
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Puesto de otra forma, el nivel deseable de inversiones para ese tipo de proyectos no ser&aacute; suficiente. En realidad, las tasas de ahorro personal en econom&iacute;as centrales, empezando por Estados Unidos, vienen declinando desde inicios de los a&ntilde;os ochenta y el envejecimiento de la poblaci&oacute;n impide revertir la tendencia. Paralelamente, los esfuerzos chinos para promover el gasto familiar -eludiendo simult&aacute;neamente riesgos inflacionarios- tienden a disminuir el ritmo de ahorro, pero en todo el planeta.<br />
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La brecha entre oferta y demanda mundial de capitales invertibles podr&iacute;a elevar tipos de inter&eacute;s, trabar ciertas colocaciones y actuar como potencial freno al crecimiento. Por otro lado, mientras se transforman los patrones globales de ahorro e inversi&oacute;n, los flujos financieros entre pa&iacute;ses o bloques exigir&aacute;n nuevos canales de intermediaci&oacute;n privada e intervenci&oacute;n estatal. Estos factores influir&aacute;n decisivamente sobre decisiones gubernamentales, banca, inversores, ejecutivos e instituciones financieras. <br />
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<strong>Ritmo de demanda</strong><br />
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En diversos lapsos de la historia se han requerido inversiones masivas en activos f&iacute;sicos. Esencialmente, infraestructura, f&aacute;bricas y vivienda. Algunos&nbsp; per&iacute;odos inclu&iacute;an las dos primeras revoluciones industriales (siglos XVII y XVIII) de la Segunda posguerra&nbsp; o los planes de George Marshall para Europa occidental y Jap&oacute;n. Casi como una expresi&oacute;n de deseos, Dobb afirma que &ldquo;iniciamos un nuevo auge inversor, ahora fogoneado por econom&iacute;as emergentes&rdquo;. Sin embargo, se trata de capitales que se mueven dentro de ese mismo circuito. <br />
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A lo largo de Asia -oriental, sudoriental, meridional-, Sudam&eacute;rica, Rusia y parte de &Aacute;frica, la demanda de viviendas, caminos, ferrocarriles, transportes, redes h&iacute;dricas, hospitales, escuelas, etc., est&aacute; aumentando el ritmo de demanda. Siempre seg&uacute;n el MGI, la tasa mundial de inversiones creci&oacute; desde un piso de 20,8% del producto bruto global (PBG, un par&aacute;metro discutible) en 2002 a 23,7% en 2007. Pero la recesi&oacute;n occidental de 2008/09 interrumpi&oacute; la tendencia.<br />
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La expansi&oacute;n 2002/07 derivaba primordialmente de altas tasas de inversi&oacute;n en China e India, pero no excluy&oacute; a otros pa&iacute;ses emergentes. Especialmente en Latinoam&eacute;rica, Considerando los exiguos niveles de activos f&iacute;sicos y financieros acumulados por el grupo, este estudio sugiere que &ldquo;un eventual incremento en las tasa de inversi&oacute;n bien pudiera durar decenios&rdquo;. Salvo, claro, que persista la actual recesi&oacute;n en EE.UU. &ndash;caracterizada por casi 10% de desempleo- o la crisis de deuda soberana en la Uni&oacute;n Europea. Ambas inc&oacute;gnitas pueden afectar la oferta de capitales provenientes de econom&iacute;as emergentes.&nbsp;&nbsp;&nbsp;&nbsp;</p>

<p><strong>¿US$ 24 billones?</strong><br />
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En las proyecciones de crecimiento trazadas por un equipo de McKinsey, se supone que la demanda mundial de capitales podría exceder 25% del PBG hacia 2030. Ese guarismo implica que, para convalidarlo, la inversión privada internacional  alcance US$ 24 billones ese año a valores constantes. Ello significa 2,2 veces los 11 billones estimados para 2008 y no actualizados hasta el momento. Tampoco queda claro cuál será la evolución del propio PBG. <br />
De un modo u otro, el perfil de las inversiones mundiales irá modificándose a medida como avancen las economías emergentes. El modelo habitual de las economías centrales indica que, al invertir, suelen mejorar el stock de capital. Se actualizan plantas, talleres, material rodante, instrumental, sistemas informáticos y mano de obra. Pero, sostiene Dobb, el auge que él augura “involucrará básicamente el sector inmobiliario y la infraestructura”. <br />
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Téngase en cuenta el hecho de que, en 2008, las economías emergentes ya invertían en infraestructura a una tasa dos veces superior a la de países industriales  (5,7% del PBG contra 2,8%). La brecha se extendía a todas las categorías pero, en particular, resultaba muy amplia en transportes –rutas, aeropuertos, ferrocarriles- y bastante notoria en energía, combustibles y redes hídricas.<br />
El MGI proyecta la demanda global de capitales, hacia 2030, en alrededor de cuatro billones de dólares corrientes en infraestructura y cinco billones en bienes raíces residenciales. Si los pronósticos elaborados por el equipo de trabajo se mantienen válidos.  <br />
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Ahorros declinantes</strong><br />
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Los capitales necesarios para financiar esas inversiones proceden, claro, de cuanto ahorra en mundo, avanzado o en desarrollo. En los tres decenios culminados en 2002, la tasa global de ahorro (TGA, como parte del PBG, una estadística algo difusa) fue cediendo. Motivo: un pronunciado declive en el ahorro familiar de los países centrales.<br />
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Desde ese año, la TGA fue rebotando hasta 2007en economías maduras y muchas emergentes, de 20,5% del PBG a 24%. Mientras tanto, algunas economías en desarrollo con tasa de crecimiento altas (China, India, Brasil) iban incrementando su participación en el PBG. A esta altura, observa Dobb, “es probable que la TGA no se torne más dinámica en las próximas dos décadas (2011/30), como resultado de desplazamientos estructurales en el conjunto de la economía”.<br />
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Primero, la tasa de ahorro china probablemente decline, si Beijing sigue moviéndose hacia el gasto familiar (algo que podría aflojar si el país profundiza las medidas antinflacionarias lanzadas en noviembre). En 2008, efectivamente, China sobrepasó a EE.UU. como país más ahorrativo del mundo y su tasa nacional era 50% del PBI.<br />
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Ahora bien, si el gigante acompaña la experiencia histórica de Japón, Surcorea, Taiwán o Malasia, su ritmo de ahorro irá bajando a medida como el país se enriquece. En McKinsey no tienen claro cuándo se iniciará el proceso, pero la dirigencia china –según se ha señalado- empezó a adoptar políticas pro consumo y antiahorro. Hasta el cambio amagado hace un mes. De acentuarse el nuevo sesgo, hacía 2030 esa economía habrá acumulado dos billones menos a valores constantes.  </p>

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