sábado, 23 de noviembre de 2024

Desde China a Estados Unidos, se avecina otra era ferroviaria

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Barack Obama anuncio que se invertirán US$ 13.000 millones en cinco años para retomar un proyecto que George W.Bush no comprendió en 2001: el corredor de trenes ultraveloces propuesto por Lockheed Martin. China lo emula, pero con otros matices.

Este proyecto genera resistencia en los anacrónicos “lobbies” del petróleo y el autotransporte de cargas o pasajeros. Los tres ven amenazado sus oligopolios sectoriales. Pero se trata de avances, inclusive a ojos de Wall Street, donde las acciones ferroviarias viven un buen momento cifrado –caso curioso para ese mercado- en el largo plazo.<br />
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Al igual que en energía y combustibles, la clave es el acceso a tecnologías rupturistas. En la actualidad, EE.UU. tiene 240.000 kilómetros de vías en trocha ancha, que mueven 2.500.000 toneladas anuales de carga y 35 millones de pasajeros (2008). Pero éstos representan apenas 0,6% de los 600 millones aerotransportados. Tanta desigualdad no impide que haya 65º empresas ferroviarias, en general retrógradas.<br />
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Robert Reich, secretario de trabajo bajo William J.Clinton, afirma que “la llegada de trenes veloces equivaldrá al renacimiento de la actividad”. La Amtrak (American track, o sea National Passenger Railroad Corporation), sola, controla 35.000 km con quinientas estaciones en 46 de los 50 estados y será la más beneficiada con el cambio. El año pasado perdió unos mil millones: tuvo US$ 2.500 millones en ingresos y 3.500 millones en erogaciones.<br />
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Planes chinos</strong><br />
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Para Beijing, la ecuación es clara: un tren de carga recorre en quince a veinte días lo que un barco mercante en cinco semanas. En el otro extremo, los fletes aéreos son mucho mas rápidos, pero prohibitivamente altos para cualquier distancia.<br />
Entonces, ya se libra una guerra entre trenes para conquistar China o unirla mejor a Rusia –que abarca Europa oriental- y a India, en escala euroasiática. Si hace dos siglos la frontera por excelencia era el lejano oeste norteamericano, hoy lo es el lejano este chino, o sea el lejano oeste visto desde el Reino del Medio. Mientras Washington busca revolucionar sus ferrovías trenes horizontales, este año capitales europeos y levantinos se lanzan sobre una red potencialmente capaz de unir China, su “<em>hinterland</em>”, India, Asia central y Rusia.<br />
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El motivo es simple: “vivimos una contraglobalización, destinada a crecer en forma exponencial vía el ferrocarril”, sostiene Mauro Moretti, director gerente de la italiana Ferrovie dello stato. Ciertas tendencias económicas indican que el comercio euroasiático aumentará pese a la crisis sistémica occidental. “Hacia 2015 –estima un trabajo de la OCDE-, Asia oriental y sudoriental concentrarán 50% de la capacidad industrial mundial y habrá cuadruplicado exportaciones de manufacturas”.<br />
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Pero, paulatinamente, esos tráficos irán abandonando los canales de Suez –rehén indirecto de la piratería somalí- y pasándose al ferrocarril, como lo intentó Alemania después de 1871, tendiendo vías por el imperio Otomano oriental y Persia. En 2008, claro, apenas 2% de las cargas hacia y desde China van por tren, pero se multiplican los proyectos inversores europeos en esa materia.

Tras definir el sistema ferroviario norteamericano &ndash;que abarca Canad&aacute;- como &ldquo;un gigante dormido&rdquo;, la compa&ntilde;&iacute;a propon&iacute;a replantearlo como forma de reactivar la econom&iacute;a en general. Bush no movi&oacute; un dedo y el influyente cabildeo de Lockheed no pudo persuadir al vicepresidente, Richard Cheney, demasiado obsedido por futuras y distantes guerras.<br />
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Ocho a&ntilde;os m&aacute;s tarde, mientras se retira de Irak &ndash;donde naufragaron los sue&ntilde;os milenaristas de los ultraconservadores-, Obama reactiva ese ambicioso esquema. Al otro lado del planeta y en un contexto distinto, los chinos urden una alternativa continental al transporte mar&iacute;timo dos veces m&aacute;s r&aacute;pida: el tren.<br />
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<strong>Planes estadounidenses</strong><br />
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El plan norteamericano &ndash;similar al que Brasil lleva a cabo desde hace a&ntilde;os- prev&eacute; invertir ya US$ 8.000 millones en una red ferroviaria de alta velocidad. Esto es completamente novedoso en el norte del continente. &ldquo;Necesitamos un sistema de transporte inteligente, adaptado a las exigencias del siglo XXI. No podemos &ndash;se&ntilde;alaba el presidente- depender como hoy de aviones y automotores, especialmente para cargas&rdquo;.<br />
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A diferencia de los europeos, Washington cifra el proyecto en cargas, temperamento prevaleciente tambi&eacute;n en Asia oriental y septentrional. El modelo basado en pasajeros funciona en Europa occidental pero, en Sudam&eacute;rica, Brasil ha preferido el otro, mientras Argentina probablemente acabe archivando el &ldquo;tren bala&rdquo; en aras de una soluci&oacute;n mixta.<br />
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Al margen de variantes, Obama considera a europeos y asi&aacute;ticos m&aacute;s avanzados que los norteamericanos. En parte, porque Bush a&ntilde;adi&oacute; ocho a&ntilde;os al atraso ferroviario preexistente. &ldquo;El tren es un medio m&aacute;s eficiente, no provoca atascamientos en rutas y contamina mucho menos&rdquo;, afirma Obama, apuntando a la electricidad como fuente de alimentaci&oacute;n.<br />
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Por supuesto, el aspecto ferroviario es parte de la &ldquo;revoluci&oacute;n en energ&iacute;a y combustibles&rdquo; que promueve el gobierno. Igual sesgo muestra la pol&iacute;tica pro coches el&eacute;ctricos o h&iacute;bridos: se han pedido a Detroit 2.500 unidades para uso oficial. En cuanto a trenes, su modernizaci&oacute;n &ldquo;generar&aacute; miles de empleos y atraer&aacute; voluminosas inversiones privadas en el sistema&rdquo;.<br />
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Financiamiento</strong><br />
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Los fondos para ese prop&oacute;sito &ndash;se&ntilde;alaba el presidente en Estrasburgo, d&iacute;as atr&aacute;s- provendr&aacute;n de los US$ 787.000 millones destinados a estimular la econom&iacute;a real. Se han trazado ya diez corredores por miles de kil&oacute;metros, cuyo largo refleja la geograf&iacute;a esencialmente horizontal de EE.UU. En este plano, se parece a las de Rusia y China, no a las de Brasil e India, que son mixtas.<br />
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Las formaciones previstas alcanzar&aacute;n los 250 kil&oacute;metros por hora. A partir de 2012, si no surgen inconvenientes, operar&aacute;n tres superl&iacute;neas entre California (Los &Aacute;ngeles, San Francisco, San Diego), Florida, Nueva York y Filadelfia. Cada una abarcar&aacute; conexiones verticales o locales.<br />
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Sin duda, el ejemplo de Abraham Lincoln sigue influyendo sobre Obama. Aquel presidente orden&oacute; ampliar la entonces incipiente red ferroviaria para vincular el norte triunfante con el sur y el lejano oeste. Esto aumentar&aacute; la productividad de una econom&iacute;a que, ya en los a&ntilde;os 90 del siglo XIX, superaba a las de Alemania y Gran Breta&ntilde;a.<br />
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Obviamente, las futuras redes transportar&aacute;n, como las actuales, tambi&eacute;n pasajeros. Seg&uacute;n explicaban varios funcionarios, el plan estadounidense incorporar&aacute; experiencias de Francia, Espa&ntilde;a, China y Rusia. En cuanto a prioridades, las ferroviarias no se mezclar&aacute;n con el rescate de la industria automotriz. Pero quiz&aacute;s influyen en la estructura del aerotransporte.

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