<p>Después de haber encarado, con éxito, transformaciones estructurales de importancia durante la década de los '90, nuestro país está transitando una nueva etapa. Para poder continuar, con éxito, en el camino del crecimiento, la Argentina deberá hacer frente a diferentes condicionamientos, internos y externos.</p>
<p>En primer lugar deberá esforzarse por consolidar todas aquellas instituciones de nuestra democracia que todavía evidencian alguna disfuncionalidad. En particular, será necesario mejorar el funcionamiento del Poder Legislativo y ­sobre todo­ el del Poder Judicial, dinamizando sus respectivos procedimientos y jerarquizando sus cuadros y estructuras. Enseguida, será imprescindible ocuparse de la seguridad, en todos los niveles. La situación actual está, obviamente, lejos de ser satisfactoria.</p>
<p>Además, deberá perfeccionarse el nuevo <i>rol</i> que corresponde al Estado en una economía que se ha abierto y que utiliza intensamente al mercado como mecanismo de coordinación. Esto supone asumir ­con razonabilidad y sin arbitrariedad­ el <i>rol</i> reglamentario (o sea, anticíclico) que las circunstancias imponen. El Estado deberá, entonces, garantizar el equilibrio en los mercados, evitando deformaciones y controlando posibles abusos. Es un <i>rol </i>que incluye la urgencia de desterrar toda oportunidad de corrupción en todos los niveles, originada en la falta de claridad en las normas o en los excesos que derivan de los abusos en materia de discrecionalidad.</p>
<p>Nuestra sociedad toda deberá comprender que la globalización es una realidad, de la que escaparse implica, quiérase o no, elegir la postergación. Ella supone, ciertamente, riesgos. Algunos de ellos, angustiantes. Pero también oportunidades. Y exige adaptarse a la flexibilidad que requiere la aceleración cada vez mayor producida por la revolución tecnológica e informática.</p>
<p>Desde el punto de vista externo, la Argentina debe priorizar la lucha contra el proteccionismo agrícola que, desde 1964 (cuando comenzara sistemáticamente la política de subsidios europea) nos ha causado daños enormes. Hoy los países de la Ocde gastan unos US$ 340 billones por año en subsidios. Toda una monstruosidad. De ese total, más de 80% corresponde a la Unión Europea; 8,5% a Sudáfrica; 4,4% a Suiza; y 1,4% a Estados Unidos. El nivel de protección a los productores agropecuarios en algunos países ha llegado a niveles francamente alarmantes. Suiza, por ejemplo, paga a sus productores del sector subsidios de casi US$ 35.000 anuales por productor. Noruega e Islandia la siguen de cerca, con US$ 30.000 por año y productor. Corea y Japón subsidian a cada uno de sus productores con casi US$ 25.000 por año. La Unión Europea paga, en promedio, a cada uno de sus productores agropecuarios unos US$ 16.000 por año. Estados Unidos, por su parte, unos US$ 15.000 anuales. Puesto de otra manera, en Japón, 63% de los ingresos de los productores agropecuarios es subsidio. En la Unión Europea, 45%. En Estados Unidos, alrededor de 30%; y así, sucesivamente, ocurre con la mayoría de los países industrializados.</p>
<p>Este es un desafío complicado, y no será fácil asegurar el éxito. Pero lo que está en juego es demasiado significativo como para no apretar filas con el grupo de Cairns, tratando de revertir una situación que nos ha sido, y es, particularmente perjudicial.</p>
<p>La Argentina deberá, asimismo, concentrar sus esfuerzos en los esquemas regionales de integración de mercados, sin descartar por ello oportunidades para ampliar su base comercial. Ello deberá hacerse mejorando los mecanismos institucionales en vigor, promoviendo la inversión extranjera y alentando la actividad de las empresas multinacionales desde nuestro territorio. El Mercosur, en particular, deberá obrar como plataforma a partir de la cual se robustecerá nuestro poder de negociación con terceros. Se mejorarán nuestras economías de escala; se modernizarán e integrarán nuestras infraestructuras físicas; se optimizará el abastecimiento energético; se corregirán las asimetrías; se asegurará la coherencia fiscal y monetaria; y se potenciarán las oportunidades para todos los empresarios de la región.</p>
<p>Al Estado le corresponderá, en otro orden de cosas, asumir con eficiencia su <i>rol</i> social, asegurando que el gasto en este capítulo llegue con la mayor intensidad posible a los respectivos beneficiarios. Particularmente a aquellos que, en función del vértigo de la modernización permanente, puedan quedar excluidos de sus beneficios. En esta tarea, un proceso de educación y entrenamiento permanente deberá estar disponible, de manera de proveer oportunidades a todos aquellos que decidan procurarlas.</p>
<p>Corresponderá también al Estado asegurar la ortodoxia en el manejo de las variables macroeconómicas. Esto incluye, por supuesto, abrazar y mantener la disciplina fiscal y monetaria, así como asegurar el máximo de transparencia en los distintos mercados, y mantener la coherencia en el rumbo general, sin todo lo cual la Argentina difícilmente podrá competir con posibilidades de éxito en el escenario abierto.</p>
<p>Nuestras empresas no pueden ya asumir que el futuro será siquiera parecido al pasado. En rigor, va a ser muy distinto. Deberán acostumbrarse al predominio de la demanda sobre la oferta; esto es, al poder del consumidor. Pero también a la importancia de asignar siempre valor esencial al conocimiento; o sea, a las ideas. Particularmente cuando el riesgo de obsolescencia va a continuar creciendo en función directa de la aceleración en el cambio tecnológico. Por ello, la mejora en la productividad deberá ser un objetivo constante, sin el cual las empresas, tarde o temprano, resignarán competitividad.</p>
<p>Muy probablemente, como ocurre en todas las latitudes, veamos también una tendencia hacia la disminución del poder del sindicalismo en nuestra sociedad, hasta ahora hiperdimensionado. La imperiosa necesidad de operar con flexibilidad y capacidad de adaptación nos va a empujar, inexorablemente, en esa dirección.</p>
<p>Internet, en el futuro, no será ya un tema de alguna manera reservado a las elites, sino un instrumento comercial absolutamente revolucionario. Por esa razón, los esfuerzos del gobierno nacional en pro de difundir su utilización en el plano educativo deben considerarse prioritarios.</p>
<p>Las nuevas condiciones de la economía internacional son complejas, puesto que proyectan alguna cuota de inseguridad en el plano comercial e inestabilidad en el financiero. Esto requerirá de un esfuerzo constante por tratar de disminuir nuestra vulnerabilidad, tal como ya se ha hecho al estimular la generación de ahorro interno a largo plazo, a través de las AFJP, como mecánica para, de ese modo, limitar nuestra dependencia de las fuentes financieras externas.</p>
<p>En el camino es posible que enfrentemos algunos peligros. Ellos serán alimentados, en algunos casos, por las frustraciones. En otros, por los descontentos. Cabe prever, entonces, que puedan aparecer brotes circunstanciales de populismo o de autoritarismo. Y hasta de exacerbación del nacionalismo. Ellos deberán ser moderados a través de la adopción de una actitud de permanente racionalidad, que comprenda que actuamos en el mundo de la realidad. Que es como es. Y no en el marco de idealismos o utopías, que ­para algunos­ pueden aparentar ser "pan para hoy". Pero que, seguramente, terminarán siendo para muchos "hambre para mañana".</p>
<p><i>Emilio J. Cárdenas es Director ejecutivo de HSBC Argentina Holdings.</i></p>
De cara a la próxima década
Después de haber encarado, con éxito, transformaciones estructurales de importancia durante la década de los ´90, nuestro país está transitando una nueva etapa. Para poder continuar, con éxito, en el camino del crecimiento, la Argentina deberá hacer frente a diferentes condicionamientos, internos y externos.
Por Emilio J. Cárdenas.