<p>Mientras en el mundo muchos países analizan cómo incorporarse de lleno a la llamada <i>nueva economía</i>, en la Argentina cuesta lograr consenso para una estrategia de largo plazo, que permita hacia el 2010 llevar la calidad de vida de nuestra población a niveles comparables con los que hoy tiene el europeo medio.</p>
<p>En el último quinquenio hemos sido testigos de cómo los avances tecnológicos en computación, en sistemas de redes y telecomunicaciones, se han integrado entre sí, mientras otros sectores de la economía incorporaban internamente esos progresos, modificando formas tradicionales de producir, financiar, comprar y vender bienes y servicios preexistentes.</p>
<p>El país que hizo el bosquejo más nítido de esa <i>nueva economía</i> fue Estados Unidos, y logró un significativo salto de productividad. No sólo contaba con recursos humanos (locales e <i>importados</i>) sino también con un marco macroeconómico estable y un ambiente desregulado y amigable para el desarrollo de nuevos emprendimientos.</p>
<p>En el período '91/'96, la economía estadounidense creció levemente por encima de 2,5% promedio anual. En cambio, en la etapa '97/2000, el PBI está aumentando en términos reales cerca de 4,5% anual promedio. La productividad de los factores de la producción virtualmente se duplicó si se compara el segundo período con el primero.</p>
<p>Vale decir, la <i>nueva economía</i> no es un eslogan, sino que, en esta etapa, implicó una aceleración del crecimiento tendencial que mostraba ese país.</p>
<p><b><i>El reino del revés</i></b></p>
<p>Lamentablemente, en la Argentina las cosas ocurrieron al revés. Entre los años 1991 y 1996 la economía creció aproximadamente a un promedio de 6% anual (pese a que en el período se computa la recesión de 1995, originada en el <i>efecto tequila</i>). En cambio, en la etapa del '97 al 2000, la variación promedio es del orden de 2,5% anual. Mientras la productividad de los factores creció cercana a 4% en el primer período, en el segundo este guarismo se redujo a una cuarta parte aproximadamente.</p>
<p>La Argentina que crecía a un ritmo de 6% anual no era expresión del fenómeno de la <i>nueva economía</i>. Era, simplemente, la consecuencia de una serie de cambios estructurales que dieron impulso a la inversión y a mayores niveles de producción en sectores tradicionales. Este fue el resultado de la introducción de la estabilidad que trajo aparejada la convertibilidad, la desregulación, las privatizaciones y la apertura de la economía.</p>
<p>Para sostener el crecimiento en la segunda parte de los '90, la Argentina necesitaba nuevas locomotoras. Una de ellas es la mayor diseminación de la tecnología, que forma parte del fenómeno de la <i>nueva economía</i>. Pero el ambiente económico resultó cada vez menos apropiado.</p>
<p>Lo que se registró fueron retrocesos en materia de desregulación (y/o buenas regulaciones) y de privatizaciones, excesivo crecimiento del gasto público, financiado con mayor presión tributaria y endeudamiento estatal que, al superar ciertos límites, afectó la calificación crediticia y el riesgo país. En ese ambiente, resultó imposible seguir creciendo a buen ritmo, ni absorber los efectos de los <i>shocks </i>externos.</p>
<p>El año 2000 debería haber marcado un punto de inflexión, para volver a colocar a la economía en el sendero del crecimiento dinámico. Sin embargo, eso no ocurrió. Al margen de anuncios aún por concretar en materia de telecomunicaciones, y de un recorte de gastos impuesto por las circunstancias antes que por las convicciones, no se advierte un fenómeno generalizado de profundización de reformas estructurales. El gobierno comenzó mal, con subas de impuestos y ninguna simplificación a favor de los nuevos emprendimientos; luego intentó algunas correcciones, pero aún no se ven criterios claros que permitan asegurar que la economía argentina habrá de sumarse al fenómeno de la <i>nueva economía</i>.</p>
<p><b><i>Quebrar la inercia</i></b></p>
<p>El Producto Bruto per cápita de la Argentina puede estimarse en torno a los US$ 7.800 para este año 2000. Un crecimiento sostenido del orden de 6% anual (en términos reales) y considerando bajos niveles de inflación y un aumento de la población en línea con la tendencia de los últimos años, llevarían el PBI per cápita del 2010 a unos US$ 14.000.</p>
<p>Este es el nivel que registraba España un par de años atrás, y alcanzarlo implicaría fuertes mejoras en la calidad de vida de la población. Es una meta que sólo puede lograrse con una serie de medidas que configuren una verdadera política de crecimiento, retroalimentada, a su vez, por avances sustanciales en materia de educación, seguridad, justicia, salud.</p>
<p>Desde otro ángulo, se trata de inducir la interacción entre crecimiento, mayor empleo y mejoras sustanciales en la distribución del ingreso. Necesariamente, el avance debe darse en forma simultánea en todos los frentes.</p>
<p>Pero para eso se necesita quebrar la inercia impuesta por varios años de freno e involución de las reformas estructurales. El tema es que el tiempo perdido obliga a multiplicar el esfuerzo. En este sentido, debe subrayarse que la convertibilidad no se defiende con palabras edulcoradas, sino con una serie de acciones concretas que devuelvan a la economía argentina la capacidad de crecer en productividad al ritmo acelerado de la primera parte de los '90.</p>
<p>Sería contradictorio plantear estos objetivos mientras una buena parte de la actividad empresaria en la Argentina sigue condenada a la informalidad, por regulaciones inapropiadas y por una política fiscal y laboral que la empuja en esa dirección. La informalidad inhibe el acceso al mercado de capitales y al crédito, impidiendo de ese modo el salto de la vieja a la nueva economía.</p>
<p>De modo que una simplificación de la legislación y de las normas a cumplir, junto con una reducción de la presión tributaria, son requisitos para recrear un ambiente favorable a la producción de bienes y servicios y a la inversión. Sin ellos, la nueva economía será sólo un espejismo. Y la responsabilidad de lograrlo excede a la jurisdicción nacional, porque el federalismo involucra la decisión de provincias y municipios.</p>
<p><i>Domingo F. Cavallo es Diputado nacional. Presidente del partido Acción por la República. Ex ministro de Economía. </i></p>
Cómo se llega a la nueva economía
Mientras en el mundo muchos países analizan cómo incorporarse de lleno a la llamada nueva economía, en la Argentina cuesta lograr consenso para una estrategia de largo plazo, que permita hacia el 2010 llevar la calidad de vida de nuestra población a niveles comparables con los que hoy tiene el europeo medio.
Por Domingo F. Cavallo