Silvia Martino, docente de la materia Ética, Empresa y Sociedad de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral, analiza la nueva causa de corrupción y pagos de sobornos de empresarios a funcionarios políticos durante el último gobierno kirchnerista.
“La aparición de unos cuadernos, produjeron un efecto dominó de “arrepentidos”, entre los que se cuentan dueños de importantes empresas y altos directivos de filiales de empresas extranjeras”.
“Nunca pasó algo así en nuestro país, y todo fue posible gracias al marco institucional que ofrecen la “Ley del arrepentido” y la “Ley de responsabilidad penal de las empresas”. Los empresarios argentinos, forzados por los hechos, han dado un paso importante al reconocer lo ocurrido, presentándose como arrepentidos y facilitando el proceso”.
“Para nuestro país esto claramente es una situación nueva que puede convertirse en oportunidad. El tema será trabajar en erradicar la corrupción en un país en que está bien implantada”.
“Muchos plantean que no les quedaba otro remedio que pagar. Pero esto no quiere decir que esta sea una situación justa y deseable. Al corto plazo, claro que le conviene al que espera conseguir un buen contrato o una interesante concesión mediante el pago de una “comisión”, pero en el largo plazo, no conviene a la sociedad, ni a la propia empresa, ni a sus directivos”.
“Esto exige que las empresas cambien su cultura: primero, que dejen de corromper activamente; luego, que dejen de permitir la corrupción entre sus empleados y directivos; tercero, que pongan en marcha medidas concretas contra la corrupción (formación, por ejemplo: para que todos sepan por dónde puede venir le tentación de pagar, por qué hay que rechazarla siempre, qué hacer si un empleado recibe una petición, etc.) y, finalmente, que tomen parte activa en la lucha contra la corrupción con los demás stakeholders”.
Mirada de largo plazo
“Más ética, más honestidad, más integridad, una mirada de largo plazo, de sostenibilidad en el tiempo y de desarrollo. La ética no es “la” solución técnica, pero no hay solución sin ética. La colaboración de las empresas es imprescindible porque, en la gran mayoría de los casos, son las que pagan; a lo mejor no tienen culpa, pero son las que pagan. Por eso se les alienta a que tengan programas amplios de compliance, que incluyan todos los aspectos de la empresa: penal, fiscal, laboral, de corrupción, medioambiental, de derechos humanos. Así las empresas pasarán a ser verdaderos agentes de cambio en nuestro país”.
“Cambiar la cultura significa volver a dar importancia a la ética. No se puede erradicar la corrupción a golpe de investigaciones, denuncias y castigos: sencillamente, no se puede”.
“Ética es profesionalidad: un buen político, un funcionario profesionalmente correcto, un directivo de empresa que merezca ese nombre, no pide extorsiones, ni ofrece sobornos. Es moral social, enseñar a la gente que las conductas inmorales, todas ellas, deben ser erradicadas. Claro que el que las practica gana mucho con ellas, pero el daño que se hace a sí mismo, a los de su entorno y a todos los ciudadanos es muy grande. Por eso, este es un argumento moral. Ni económico, ni social, ni político. Es transparencia, en la empresa, en el mercado y en la administración pública. La transparencia es importante”.