Argentina se mira en el espejo de Sri Lanka

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Una situación similar a la que está ocurriendo en esta isla del Océano Índico podría repetirse en la Argentina durante 2016, si el nuevo gobierno piensa que algunas de las cláusulas de los convenios firmados con China, tienen condiciones perjudiciales para el país.

El flamante presidente de Sri Lanka, Maithripala Sirisena, ha enviado a Beijing a su ministro de economía para revisar las condiciones de préstamos chinos por valor de US$ 5.000 millones, que aceptó su predecesor Mahinda Rajapaksa.

El nuevo gobierno ha dicho que quiere revisar todos los proyectos para asegurarse de que sean ambientalmente viables y libres de corrupción. Durante el gobierno de Rajapaksa se fortalecieron las relaciones con China y hubo fuerte inversión del gobierno de Beijing.

Durante la campaña presidencial que culminó con las elecciones de enero que le otorgaron la presidencia, Sirisena había prometido revisar los términos de los proyectos de inversión por parte de empresas chinas, en particular el de una “ciudad puerto” en la capital Colombo con un costo de US$ 1.500 millones  encabezada por China Communications Construction Company. Según lo que se ha podido saber, la propiedad de una parte del territorio de ese puerto  es otorgada a China a perpetuidad.

Desde Beijing, al final de una visita de dos días, el canciller de Sri Lanka, Mangala Samaraweera, confirmó que China había prestado US$ 5.000 millones  para sostener proyectos de desarrollo en el país, la mayoría de los cuales a cargo de empresas estatales chinas. Agregó que hay preocupación sobre la forma en que se consiguieron esos préstamos.

“Durante  el transcurso de la última campaña presidencial el pueblo de Sri Lanka planteó muchas, muchas preguntas, especialmente sobre las tasas de interés, y también en algunos casos sobre las condiciones que se aceptaron para obtener los préstamos”, dijo en conferencia de prensa.  “De modo que nosotros, como gobierno comprometido con la transparencia, queremos analizar cada uno de estos temas.”

Según información que revelan los diarios de la antigua Ceilán de la época colonial, las tasas de interés  de algunos de esos préstamos subieron cuando fueron renegociados para dar más participación a empresas locales.  El costo y la transparencia de esos préstamos chinos fue uno de los grandes temas de la campaña presidencial  que terminó dando el triunfo al partido opositor al gobierno.

Esta decisión del nuevo gobierno de revisar algunos de los proyectos firmados con China por su predecesor ha despertado nerviosismo en Beijing.

India, que perdió frente a China muchos de los proyectos de desarrollo en la isla del Océano Índico, se preocupa en particular porque el proyecto de la ciudad puerto de Colombo otorga la propiedad de una porción de ese puerto a China. Para agravar el panorama, en noviembre del año pasado  varios submarinos y barcos de guerra chinos  atracaron en el puerto con el permiso del presidente anterior.

Samaraweera dijo que la re-evaluación de ciertos proyectos es buena para los inversores extranjeros incluidos los chinos. “Queremos crear un clima de inversiones basado en reglas porque creemos que algunas de las inversiones que decidió el gobierno anterior no fueron hechas sobre la base del mérito”, dijo.

La mayoría de los préstamos chinos provienen del banco estatal responsable de las exportaciones e importaciones. Lo que implica que los montos prestados deben usarse en comprar productos y servicios chinos. Como lo explica un líder opositor ceilandés, Sri Lanka se endeuda para inyectar recursos en la economía china y no en la local.

Los préstamos vinieron en difícil momento para el gobierno que ya terminó su mandato, acosado por la presión económica internacional por su record en abusos en materia de derechos humanos.

Los acuerdos incluyen condicionalidades, como la compra de insumos y materiales chinos en cada uno de los proyectos financiados a tasas de interés que los analistas consideran elevados, al menos en comparación con otros tipos de créditos para el desarrollo, tanto los del Banco Mundial como los de Japón, por ejemplo.

Antes de los préstamos concedidos por China, los únicos créditos para Sri Lanka provenían del Banco Mundial, del Banco de Desarrollo de Asia, y de Japón. Con esos aportes de dinero, el gobierno local inyectaba recursos para hacer crecer la economía local. Con el nuevo esquema, dicen los denunciantes, esos fondos se reciclan para alimentar la economía china (compra de equipos y materiales, insumos básicos y hasta pago de mano de obra china).

 

Realineamiento geopolítico

 

Los treinta y cinco acuerdos firmados por nuestro país con China, en febrero de este año, bajo la pomposa calificación de “asociación estratégica integral”,  abarcan inversiones, comercio, turismo, energía nuclear y hasta una planta científica de seguimiento aeroespacial (que despierta suspicacias en muchos países por su potencial uso militar).

El gran debate es acerca del realineamiento geopolítico que supone este movimiento, por parte de un gobierno local en retirada y de una superpotencia que busca aumentar su gravitación en el ámbito de los países emergentes.

La nueva situación se compara en relevancia con el alineamiento de Buenos Aires con el imperio británico, desde finales del siglo 19 hasta mediados del 20. O con Estados Unidos en la segunda mitad de la pasada centuria, e incluso con el sueño inconcluso del vínculo con Mercosur en las últimas décadas.

Para Juan J. Llach y Ernesto A. OConnor, en un ensayo publicado en la revista Criterio, en la Argentina, “una de las principales causas del retraso ha sido la oscilación generalmente brusca entre una economía abierta en pos del desarrollo del agro y de los servicios y una economía más cerrada para proteger a la industria manufacturera. En el núcleo de la idea del Mercosur, y especialmente de la relación con Brasil, estaba la ampliación del mercado para la industria argentina con una apertura regulada pero exportadora que funcionó al principio, se estancó luego y finalmente retrocedió. A principios de este siglo pareció que las lecciones se habían aprendido y que se buscaba armonizar agro e industria. Pero desde antes del “conflicto del campo” en 2008  esto se transformó en ilusión, reprimiéndose la producción agropecuaria y cerrándose drásticamente la economía, perjudicando a casi todos los sectores económicos, incluida la industria”.

El punto es, se preguntan los autores, si “¿Ayudará la “asociación estratégica integral” con China para resolver este conflicto entre agro e industria y apertura y proteccionismo que está en el corazón de nuestro retraso? El tiempo lo dirá, pero con la evidencia hasta el momento no hay lugar para el optimismo”.

Un beneficio inmediato del acuerdo con el nuevo gran socio, es que el Banco Central de la Argentina, puede contabilizar yuanes, como si fueran dólares, por un total que podría alcanzar gradualmente hasta US$ 11.000 millones de dólares en tres años (ya se han usado US$ 2.400 millones)

 

 

Presencia en la región y en Africa

 

Un reciente estudio del Diálogo Interamericano y la Iniciativa de Gobernanza Económica Global en la Universidad de Boston, reveló que solamente en 2014, China prestó a distintos países latinoamericanos US$ 22 mil millones, con lo que la suma total de lo prestado en los últimos diez años llega a US$ 119 mil millones. Un monto superior al aporte crediticio conjunto del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, durante el mismo periodo.

Igual que en Asia o en Africa, los créditos se concentraron en proyectos de infraestructura y en la explotación de materias primas. Los países más beneficiados fueron Venezuela (47% del total), Ecuador, Argentina y Brasil.

El endeudamiento con China por parte de estos países es alto, y gravoso, ya que se debe repagar en dólares -que naturalmente escasean- en momentos de descenso importante en el precio de los commodities.

Para Estados Unidos, la preocupación más evidente es la penetración china en África. El continente negro parece el favorito de Beijing en este redespliegue estratégico. Tal vez en ninguna otra región del planeta ha concentrado la diplomacia china tantos esfuerzos propagandísticos. En teoría, con el desarrollo de infraestructura a gran escala y la transferencia de industrias mano de obra intensivas, logrará un buen crecimiento africano.

El plan maestro es conectar a los 54 países con rutas, autopistas, aeropuertos modernos y eficientes, y también obras de conectividad.

Esta visión rosa de la relación comienza a ser cuestionada por muchos analistas internos, que creen ver un claro intento chino por favorecer las exportaciones de minerales y otros productos básicos necesarios para su economía. Tampoco elimina por las prácticas ambientales y laborales que han mostrado las empresas chinas.

Dentro de la potencia asiática hay otra duda mucho más seria –extensiva a su presencia en la región latinoamericana – : ¿están estos países en condiciones de repagar la deuda que contraen o traerán graves problemas a los bancos estatales chinos?

Sobre este escenario se monta la contraofensiva estadounidense, ejemplificada por la intensa visita de Barack Obama a diversos países del continente africano.

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