Como advertía Mercado –en un artículo de la autoría de Mauro Maciel- el anuncio presidencial en torno al desarrollo de un polo audiovisual en una isla con elevados niveles de contaminación ambiental tiene un problema. Es preciso contar con un programa provisto de ecuaciones financieras, fuentes de inversión y mecanismos de retorno. La iniciativa corre el riesgo de ser catalogada en la categoría de “anuncios sin consecuencias”.
Decía entonces la nota de Mercado, de octubre pasado, en su primera parte: La historia política argentina reúne una fascinante colección de anuncios de proyectos monumentales, hechos por el Poder Ejecutivo de turno, con resultados que en el mejor de los casos apenas alcanzaron la instancia de representación en pequeña escala. Promesas que en la imaginación inmediata poseen un atractivo fenomenal, y sin embargo, media hora más tarde, en el plano de la realidad, sufren del desencanto al descubrir que su ejecución es poco menos que una utopía.
Por allí pasaron el traslado de la Capital Federal a la ciudad de Viedma, la construcción de una isla en el Río de la Plata para levantar un aeropuerto metropolitano o el vuelo espacial de dos horas a Japón. El tren de alta velocidad, o tren bala, que enlazaría las ciudades de Rosario y Córdoba, prometido por Cristina Fernández de Kirchner a poco de asumir en 2008, sea tal vez el más emblemático a la vez que paradójico, dado que durante su propia administración, cuatro años después, 51 personas murieron en los primeros vagones de un ferrocarril que se estrelló en la estación terminal de Once a una velocidad de 20 kilómetros por hora.
El Polo Audiovisual Isla Demarchi es la última promesa de dimensión faraónica. Una torre de 67 pisos, en sus 355 metros de alto y 216.000 m2 de superficie construidos, en los que se han imaginado 13 plantas destinadas a servicios de hotelería; nueve plantas para usos complementarios, 31 plantas para oficinas, casas y productoras; y 11 plantas para estudios y oficinas de canales de televisión, más un anfiteatro con capacidad para recibir hasta 15.000 personas.
“Amo construir, debo ser la reencarnación de algún gran arquitecto egipcio”, dijo Fernández de Kirchner el 29 de agosto de 2012, el día que dio a conocer el proyecto que se alzaría en la isla Demarchi, el último sector de Puerto Madero, en el extremo sur, donde hoy hay depósitos portuarios, astilleros y una central térmica. 11 días y 2 años más tarde, el 9 de septiembre de 2014, la Presidenta volvió a sacar a la luz el proyecto prometido. Allí explicó que se trata de una licitación, en la que el Estado pone el bien material, es decir, el terreno, tasado en $620 millones, y que el capital para la inversión será introducido por la empresa adjudicataria, el privado.
Las razones del mercado De acuerdo a los datos difundidos por la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) y el Instituto Nacional de Artes Audiovisuales (Incaa) existen razones para entender al mercado de producción audiovisual como generador de empleo y exportador de contenidos: desde 2009, hubo en el sector 100.000 puestos de trabajo nuevos, 2.300 proyectos presentados en concursos de fomento, 2.000 productoras de cine y televisión, un promedio anual de 150 largometrajes, 5.900 horas más de contenido promovido por el Estado, y 940 producciones de ficción y documentales. Además, en los últimos cuatro años, se obtuvieron más de 290 premios internacionales, y, entre 1996 y 2010, el sector audiovisual creció 128%.
Estado de situación Según el estudio de la CAC, se estima que las descargas cloacales significan aproximadamente 120.000 m3 diarios, con tratamiento previo de desinfección, provenientes de las plantas industriales, y 85.000 m3 diarios sin tratamiento. Las aguas cloacales domiciliarias incluyen componentes fecales, residuos de la preparación de alimentos y el uso de productos de limpieza, y son las fuentes más importantes de contaminación, junto a las industrias, las aguas pluviales y los basurales presentes en las zonas más vulnerables a las lluvias. Los residuos domiciliarios son recogidos en una gran parte de la cuenca hídrica del río Matanza-Riachuelo y transportados a los cuatro rellenos sanitarios controlados de Ceamse en la zona de Buenos Aires, donde son compactados.
A ello habría que sumarle los residuos domiciliarios que terminan, según cálculos, en más de 100 basurales informales de la cuenca. Otro factor crítico en la contaminación de la cuenca son los vertidos industriales, compuestos de sustancias consumidoras de oxígeno que evitan el acceso de la hoy extinta fauna ictícola. A su vez, aparecen entre los vertidos sustancias inorgánicas tóxicas y peligrosas, en especial metales pesados. Por otra parte, existe contaminación del aire y se debe en mayor medida a las emisiones de gases industriales, vapores o partículas sólidas capaces de mantenerse en suspensión y con valores superiores a los normales, que se liberan a la atmósfera y causan perjuicios en la salud de la población.