<p>La delincuencia sigue siendo mínima, pero la gente ya no deja la llave puesta en el arranque de sus autos. En el campo, ya no viajan en fila india a los bailes, listos para socorrerse unos a otros en caso de que alguien se atascara en el barro. Ahora viajan por su cuenta en rutas asfaltadas. El campo cambió. Si bien el precio de la lana es actualmente alto, como ocurre en otras partes, la actividad agrícola emplea cada vez menos gente y la población se concentra en la capital. Allí está apareciendo una nueva sociedad: sólo la mitad de sus habitantes es nativa, el resto es una mezcla multinacional transitoria, compuesta principalmente por británicos que están allí con contratos transitorios y cientos de inmigrantes chilenos y los más pobres de Santa Helena, la isla que mantiene Gran Bretaña en el Atlántico. En las calles se escucha hablar castellano y se ven caras no muy blancas detrás de cada caja registradora. Hay comentarios racistas y quejas sobre extranjeros que obtienen los mejores empleos. Pero en general el nuevo orden funciona y es bienvenido. <br />
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Preocupa, sí, cómo va a digerir el gobierno local el dinero que podría entrar por petróleo. Luxton vaticina más infraestructura. Pero una población diminuta, por más que esté creciendo y elevando sus aspiraciones, no puede absorber tanto gasto público. El resto probablemente se invierta en un fondo soberano de riqueza, como el que tienen las islas Shetland, desde que se encontró petróleo en el Mar del Norte. <br />
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Si encuentran petróleo y la riqueza les llueve algunos políticos ingleses opinan que las islas deberían subsidiar a Gran Bretaña y no al revés. <br />
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Hasta las continuadas tensiones con Argentina actúan en favor de los isleños. El gobernador Nigel Haywook dijo que “una disputa, por incómoda que sea para algunos aquí, es una ayuda inesperada: nuestra historia vuelve a estar en los diarios”. </p>
<p>Desde 1986, cuando se delimitó la zona pesquera, basada aproximadamente en las 200 millas alrededor de las islas que constituyeron la zona de exclusión durante la guerra, el gobierno isleño ha vendido licencias de pesca a barcos de infinidad de países. Ese comercio le ha generado desde un cuarto hasta tres cuartos de todo el ingreso anual. Las turbulentas aguas son ricas especialmente en calamar. Pero la pesca es un negocio delicado. Hoy no se saca tanto como en los 80 y 90, por muchos motivos. Las esperanzas de prosperidad a largo plazo ahora están puestas en el petróleo.</p><p>Desde los 70 que se sabe que la cuenca podría albergar petróleo. En los 90 vendieron licencias de exploración y encontraron algo pero fue entonces cuando cayó el precio y no se justificaba el alto costo de exploración y extracción. Ahora que el precio está alto otra vez la exploración se reanudó y muchos esperan un yacimiento en funcionamiento durante esta década. Podrían anclarse en el lecho del mar una unidad de producción y almacenamiento, los buques podrían llenarse allí sin necesidad de una refinería en las islas o en el continente sudamericano. El yacimiento podría funcionar sin cruzar aguas territoriales argentinas <br /><br />Los impuestos y regalías resultantes le significarían al gobierno isleño ingresos de cientos de millones al año sin mucha dificultad. El actual ingreso total anual es de £40 millones, explica a la prensa británica Stephen Luxton, director de recursos mineros de las islas. “Con el petróleo, el modo de vida va a cambiar”. <br />Revolución social<br /><br />A muchos isleños, especialmente los de más edad, les molesta todo lo que cambió desde 1982, Antes de la guerra, dice Nancy Poole, una granjera en sus cincuenta años, “éste era un lindo lugar para vivir, si uno no tenía muchas ambiciones. Toda la población era igual; ganaba más o menos lo mismo, hacía más o menos lo mismo. Ahora hay gente extremadamente rica y otros tratan de sobrevivir con diez mil al año”. <br /> </p>
<p><br /> Con la perspectiva que brindan los 30 años que han pasado desde 1982 se ven los cambios que se produjeron en las islas que Inglaterra llama Falklands y Argentina Malvinas. La guerra hizo que el archipiélago olvidado se convirtiera en un centro de atención. Y en consecuencia, hubo una revolución social y otra económica. <br /> <br /> La capital –Port Stanley, Puerto Argentino — es hoy una ciudad llena de gente emprendedora que logró mantenerse al margen de la última crisis mundial. Las islas tuvieron el año pasado un excedente de £ 16 millones. Podría interpretarse la bonanza que se produjo desde 1982 como un intento de agregar bienestar económico al triunfo militar para completar el panorama. Pero la verdad es más complicada, porque el capitalismo de Estado de la Inglaterra de mediados de los 70 no fue nunca una filosofía económica bendecida por la Primer Ministro. <br /> <br /> La figura que de verdad reverencian los isleños por haber sido clave en la historia reciente del archipiélago es la de un parlamentario laborista que murió en 1994. Se trata de Lord Shackleton, hijo de un explorador de la Antártida, y luego influyente político y ministro, quien mantuvo siempre una gran fascinación por el Atlántico Sur. En 1975, visitó las islas para una investigación económica encargada por el gobierno de Harold Wilson. Esas “Falklands” eran una diminuta posesión británica que dependía fuertemente de la cría de ovejas y era un constante problema para Whitehall por las innumerables complicaciones de abastecimiento. Con un pequeño grupo de expertos británicos, Shackleton recorrió las islas y entrevistó a gran parte de la población. <br /> </p>
<p>La solución era inversión estatal: "Es esencial el agrandamiento del gobierno, tanto en su rol como en su capacidad." Shackleton recomendó construir más caminos, agrandar la escuela y el aeropuerto; asistencia estatal a los granjeros que querían comprar su tierra; investigar si había petróleo y gas en las aguas circundantes y crear una zona pesquera alrededor de las islas. El financiamiento para todo eso debía provenir fundamentalmente de Londres. Para el momento en que se publicó el informe, 1976, el gobierno británico atravesaba una crisis financiera y sólo se implementaron unas pocas recomendaciones menores. Luego vino la guerra. Cuando todavía no habían terminado los combates en el sur, Thatcher pidió a Shackleton que actualizara su informe con urgencia, para convertirlo en el plan maestro de la reconstrucción de las islas. <br />
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Él se mantuvo fiel a sus recomendaciones originales y esta vez Whitehall encontró el dinero para implementarlas. En medio de la euforia por el triunfo de la guerra los británicos no advirtieron lo extraño de la alianza entre Shackleton y Thatcher. <br />
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Hoy en las islas el sector público predomina. Se ven Land Rovers por todas partes. Los edificios más grandes de la capital son una escuela y un hospital, construidos después de la guerra. Las recetas médicas son gratuitas. Los pacientes que necesitan operaciones complicadas obtienen del Estado pasajes gratis para volar a Chile. <br />
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El gobierno británico paga a los kelpers su educación superior en universidades británicas. Stanley Services es una compañía estatal que ofrece de todo, desde alquiler de autos hasta vinos importados. Hay una Falkland Islands Development Corporation, que realiza los proyectos de más riesgo. Por todos lados se ve la infraestructura modernizada que pedía Shackleton, turbinas eólicas, caminos, senderos. Según palabras del representante de los isleños en Londres, “muchos de esos caminos son prácticamente senderos personales".<br />
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Este nivel de provisión estatal casi escandinavo, no ha exigido a cambio los impuestos de Escandinavia. No hay impuesto municipal ni IVA, no hay impuesto a la nafta ni al gasoil, el impuesto a las ganancias es infinitamente inferior al de Gran Bretaña. <br />
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En un mundo donde la democracia social está en aparente retirada, ¿cómo han logrado las islas instalarla tan barata? Una de las respuestas es la guerra y el tratamiento especial que siguió: Gran Bretaña paga los costos de defensa de las islas (£60 millones al año) que significan algo así como £20.000 por isleño, casi el doble de todo el gasto público por ciudadano británico. Otra respuesta se encuentra en el puerto, donde está el departamento de pesca de las islas. La industria pesquera se convirtió en la fuerza impulsora de la economía isleña después de la guerra.</p>