viernes, 27 de diciembre de 2024

Una realidad que supera la ficción:
Los nexos Bush bin Laden

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Los sudamericanos solemos decir que fue la realidad de esta región la que inspiró a Gabriel García Márquez a escribir “Cien años de soledad”. La investigación de Carlos Scavo muestra una realidad que deja chiquitas a Dinastía y Twin Peaks juntas.

El 24 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush anunció severas acciones internacionales contra la red financiera al servicio del terrorismo en gran escala. “Los bancos estadounidenses que tengan activos de grupos o individuos relacionados con la violencia y quienes los apoyan deben congelar todas las cuentas y romper tratos con ellos”, sostuvo.

No obstante, el ex gobernador de Tejas no siempre ha practicado lo que hoy predica. Él y su familia forjaron sólidos vínculos con financistas de Saudiarabia que aún sostienen a bin Laden. Por ejemplo, en 1979 Arbusto Energy –el primer negocio donde participaba G.W. Bush- obtuvo fondos de James Bath, un amigo de Houston que había comprado 5% de esa empresa. Por entonces, Bath era representante único de Salem bin Laden, jefe del clan y hermano de Osama.

Al trascender estos detalles, tras el ataque a las Torres Gemelas, Bush empezó negando siquiera conocer a Bath, pero luego admitió su contribución a “Arbusto” (firma que, según algunos analistas, estaba en realidad controlada por bin Laden). También sabía de los vínculos entre Bath y la familia saudí. De hecho, Bath también estuvo relacionado con el Bank of Commerce & Credit International (BCCI, ligado a tráfico de armas y otros negocios), centro de un sonado escándalo en los años 80.

Historias cruzadas

Por esos años, la estafa por US$ 10.000 fue calificada como “el mayor fraude en la historia financiera del mundo” por Robert Morgenthau, fiscal federal en Nueva York. El BCCI también lavaba fondos empleados para actividades clandestinas de la CIA; desde pagos a las guerrillas afganas mujaheddín-i-balj hasta el asunto “Irán-Contras” (donde participaban Ghaith Pharaon, Manusher Ghorbanifar y Ghassem al Kassar, entre otros).

A la sazón, el BCCI se había originado en Karachi y su fundador era Hasán Abedí, banquero personal de varios jeques y emires del golfo Pérsico.

Cuando falleció Salem bin Laden, en 1988, Jalid bin Mahfuz (saudí de origen egipcio, como Pharaon) heredó los intereses del BCCI en Tejas. Allí, Mahfuz, Bath y Pharaon crearon el Main Bank. Entretanto, en 1986, “Arbusto Energy” mutaba en “Harken Energy Corporation” (HEC), que tendría serios problemas en 1987. A su rescate acudió el jeque Abdullá Taha Bajsh, que compró 17,6% del paquete. En Saudiarabia, Bajsh operaba con Pharaon, Mahfuz y el joven Osama (que tenía menos de 30 años).

Aunque G.W.Bush declaró al Wall Street Journal “no tener la menor idea” de que el BCCI hubiese participado en negocios de HEC, los nexos entre los Bush y el BCCI tenían tales alcances hacia 1991 que el WST concluyó: “La cantidad de gente vinculada al BCCI que operó con HEC cuando George W.Bush era director hace sospechar que al hijo del presidente (por entonces, George H.W.Bush) se lo usa de máscara”.

Finalmente, en 1992 el PBI indagó a Bath sobre sus conexiones saudíes y lo acusó de haber canalizado fondos de ese origen a Houston, con el objeto de influir en la política exterior de Ronald Reagan y Bush padre.

Lo más grave de toda esta historia es que Mahfuz parece haber estado financiando a Osama bin Laden por ser cuñado suyo, y al segundo jefe de Al Qa’eda (Omar) por ser egipcio. Todo esto convertía a G.W.Bush en socio comercial de quienes luego financiarán al terrorismo que lanzó los ataques contra Manhattan y el Pentágono. Según USA Today, tiempo antes Mahfuz y otros árabes habían intentado transferir US$ 3.000.000 a varios testaferros de Osama, dato confirmado por James Wollsey, ex director de la CIA, ante una comisión del Senado en 1998.

El Carlyle Group

Parece absurdo pero, cuando Washington aumenta el gasto en defensa con el objeto de detener las actividades de Al Qa’eda, el clan bin Laden puede hallarse entre los beneficiarios.

¿Por qué?

Porque tiene inversiones en un fondo establecido por el Carlyle Group (CG), banca mayorista muy bien conectada en Washington, que maneja empresas aeroespaciales y de suministros militares.

Según explicaba el WSJ, “en los últimos años, el ex presidente George H.W.Bush y los ex secretarios de Estado (James Baker) y Defensa (Frank Carlucci) han visitado varias veces a los bin Laden en Saudiarabia.

Entretanto, Bush daba charlas de negocios organizadas por el Carlyle Group y cabildeaba poniendo en contacto a altos dirigentes del Partido Republicano con personajes del régimen saudí. “El ex presidente y Baker son asesores rentados de Asian Partners Fund, una cartera del mismo grupo, cuyo CEO es Carlucci” (Hindustani Times, agosto de 2001).

Naturalmente, el ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono ha puesto en incómodo primer plano al influyente Carlyle Group. Desde su creación (1988), han pasado por ahí o siguen estando George H.W.Bush (padre del presidente actual), John Major –ex primer ministro británico-, el financista de origen húngaro George Soros, el heredero del trono saudí (emir Alwalid bin Talal bin Abdul ‘Aziz as Sa’ud) y varios bin Laden.

El CG ha usado sus numerosas conexiones e influencias en la compraventa de empresas de sectores estratégicos. Su especialidad es comprar a bajo precio firmas en problemas, sanearlas y revenderlas con buena ganancia. En verdad, cualquier compañía que dependa mucho de compras o contratos estatales es presa fácil para lo que se conoce como vulture capitalism (capitalismo buitre).

Gente movediza

Por supuesto, moviéndose –como dice su propaganda- “en una vasta red global interconectada de profesionales en negocios e inversiones, que forma un triángulo de hierro: industrias, gobiernos y fuerzas armadas”, el Carlyle Group se expone a conflictos de intereses. Los que involucran a las familias Bush y bin Laden son un caso muy especial, porque pueden arruinar las excelentes perspectivas generadas –precisamente- por las Torres Gemelas.

Sin duda, las suspicacias estarán al orden del día si, por ejemplo, el presidente Bush adopta decisiones presupuestarias que engrosen los bolsillos de su padre. Para el CG, eso sería lo menos. Está acostumbrado a ir por el filo de la navaja y sus buenos reflejos le han permitido acumular US$ 12.000 millones en recursos administrados. Excepto que, hoy, los nexos Bush-bin Laden y la incursión en emprendimientos a riesgo se conjugan en contra. En buena medida porque, a diferencia de las compraventas apalancadas, no hay gobierno ni influyentes en el mundo capaces de identificar una tecnología o un buen modelo de negocios en potencia.

Pero el mundo no se acabará tan fácil para el Carlyle Group. Pese a investigaciones y sospechas, los vínculos saudíes le depararán satisfacciones mientras dure la fase caliente de la guerra contra el terrorismo (sea en Asia central, sea en Colombia) y ni qué hablar si hay una guerra indopakistaní. Para el undécimo contratista de defensa en EE.UU., corren tan buenos tiempos que, este mismo mes, ha iniciado los trámites para el lanzamiento accionario de United Defense, la joya de su corona.

Un obús de US$ 11.000 millones

Esta compañía fabrica el Crusader, un controvertido obús de 42 toneladas que funciona casi como un tanque y dispara diez proyectiles de 115 mm por minuto hasta 40 kilómetros. El arma ha sido incluida entre los recortes presupuestarios del Pentágono y sus técnicos la consideran anticuada (de hecho, fracasó en Kósovo). Pero el contrato por US$ 11.000 billones sigue válido gracias, naturalmente, a las influencias políticas del CG: el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, es íntimo de Carlucci.

Los buenos contactos no terminan ahí. Luego de tomar al ex presidente Bush cuando dejó la Casa Blanca, el CG incorporó a su hijo George W. al directorio de una firma controlada, Caterair International, proveedora de comidas áereas.

Este argumento parece ya una mezcla de Dinastía con Twin Peaks. Poco después de asumir G.W.Bush la presidencia, interrumpió negociaciones con Norcorea en torno de sus proyectiles balísticos de largo alcance, sosteniendo que no había forma de asegurar que Pyonyang cumpliese con un eventual acuerdo. Meses después, Bush padre lo instó, con éxito, a reanudar las conversaciones. ¿Por qué?

Porque el Carlyle Group había ingresado al mercado surcoreano comprando el KorAm Bank y Mercury, fabricante de equipos para telecomunicaciones. Por ende, necesitaba estabilidad entre ambas Coreas.

Sin duda, el tema central son los fondos saudíes que se canalizan al CG. Inmediatamente después del 11 de septiembre, se supo que el grupo estaba involucrado en el Saudi BinLaden Group (SBG), una constructora valuada en US$ 5.000 millones que maneja Bakr, medio hermano de Osama. También trascendió que la familia había invertido en el fondo Carlyle Partners II, cuya cartera incluye United Defense. El 26 de octubre, el CG anunció oficialmente haberse desvinculado del clan bin Laden “por mutuo acuerdo”. Pero, según datos del FBI (curiosamente, obtenidos durante el allanamiento a Enron, otro grupo relacionado con los Bush), Bush padre y Major continúan manejando fondos entre los ex socios.

Por Carlos Scavo

(datos tomados de The Nation, Red Herring, y Bloomberg)

El 24 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush anunció severas acciones internacionales contra la red financiera al servicio del terrorismo en gran escala. “Los bancos estadounidenses que tengan activos de grupos o individuos relacionados con la violencia y quienes los apoyan deben congelar todas las cuentas y romper tratos con ellos”, sostuvo.

No obstante, el ex gobernador de Tejas no siempre ha practicado lo que hoy predica. Él y su familia forjaron sólidos vínculos con financistas de Saudiarabia que aún sostienen a bin Laden. Por ejemplo, en 1979 Arbusto Energy –el primer negocio donde participaba G.W. Bush- obtuvo fondos de James Bath, un amigo de Houston que había comprado 5% de esa empresa. Por entonces, Bath era representante único de Salem bin Laden, jefe del clan y hermano de Osama.

Al trascender estos detalles, tras el ataque a las Torres Gemelas, Bush empezó negando siquiera conocer a Bath, pero luego admitió su contribución a “Arbusto” (firma que, según algunos analistas, estaba en realidad controlada por bin Laden). También sabía de los vínculos entre Bath y la familia saudí. De hecho, Bath también estuvo relacionado con el Bank of Commerce & Credit International (BCCI, ligado a tráfico de armas y otros negocios), centro de un sonado escándalo en los años 80.

Historias cruzadas

Por esos años, la estafa por US$ 10.000 fue calificada como “el mayor fraude en la historia financiera del mundo” por Robert Morgenthau, fiscal federal en Nueva York. El BCCI también lavaba fondos empleados para actividades clandestinas de la CIA; desde pagos a las guerrillas afganas mujaheddín-i-balj hasta el asunto “Irán-Contras” (donde participaban Ghaith Pharaon, Manusher Ghorbanifar y Ghassem al Kassar, entre otros).

A la sazón, el BCCI se había originado en Karachi y su fundador era Hasán Abedí, banquero personal de varios jeques y emires del golfo Pérsico.

Cuando falleció Salem bin Laden, en 1988, Jalid bin Mahfuz (saudí de origen egipcio, como Pharaon) heredó los intereses del BCCI en Tejas. Allí, Mahfuz, Bath y Pharaon crearon el Main Bank. Entretanto, en 1986, “Arbusto Energy” mutaba en “Harken Energy Corporation” (HEC), que tendría serios problemas en 1987. A su rescate acudió el jeque Abdullá Taha Bajsh, que compró 17,6% del paquete. En Saudiarabia, Bajsh operaba con Pharaon, Mahfuz y el joven Osama (que tenía menos de 30 años).

Aunque G.W.Bush declaró al Wall Street Journal “no tener la menor idea” de que el BCCI hubiese participado en negocios de HEC, los nexos entre los Bush y el BCCI tenían tales alcances hacia 1991 que el WST concluyó: “La cantidad de gente vinculada al BCCI que operó con HEC cuando George W.Bush era director hace sospechar que al hijo del presidente (por entonces, George H.W.Bush) se lo usa de máscara”.

Finalmente, en 1992 el PBI indagó a Bath sobre sus conexiones saudíes y lo acusó de haber canalizado fondos de ese origen a Houston, con el objeto de influir en la política exterior de Ronald Reagan y Bush padre.

Lo más grave de toda esta historia es que Mahfuz parece haber estado financiando a Osama bin Laden por ser cuñado suyo, y al segundo jefe de Al Qa’eda (Omar) por ser egipcio. Todo esto convertía a G.W.Bush en socio comercial de quienes luego financiarán al terrorismo que lanzó los ataques contra Manhattan y el Pentágono. Según USA Today, tiempo antes Mahfuz y otros árabes habían intentado transferir US$ 3.000.000 a varios testaferros de Osama, dato confirmado por James Wollsey, ex director de la CIA, ante una comisión del Senado en 1998.

El Carlyle Group

Parece absurdo pero, cuando Washington aumenta el gasto en defensa con el objeto de detener las actividades de Al Qa’eda, el clan bin Laden puede hallarse entre los beneficiarios.

¿Por qué?

Porque tiene inversiones en un fondo establecido por el Carlyle Group (CG), banca mayorista muy bien conectada en Washington, que maneja empresas aeroespaciales y de suministros militares.

Según explicaba el WSJ, “en los últimos años, el ex presidente George H.W.Bush y los ex secretarios de Estado (James Baker) y Defensa (Frank Carlucci) han visitado varias veces a los bin Laden en Saudiarabia.

Entretanto, Bush daba charlas de negocios organizadas por el Carlyle Group y cabildeaba poniendo en contacto a altos dirigentes del Partido Republicano con personajes del régimen saudí. “El ex presidente y Baker son asesores rentados de Asian Partners Fund, una cartera del mismo grupo, cuyo CEO es Carlucci” (Hindustani Times, agosto de 2001).

Naturalmente, el ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono ha puesto en incómodo primer plano al influyente Carlyle Group. Desde su creación (1988), han pasado por ahí o siguen estando George H.W.Bush (padre del presidente actual), John Major –ex primer ministro británico-, el financista de origen húngaro George Soros, el heredero del trono saudí (emir Alwalid bin Talal bin Abdul ‘Aziz as Sa’ud) y varios bin Laden.

El CG ha usado sus numerosas conexiones e influencias en la compraventa de empresas de sectores estratégicos. Su especialidad es comprar a bajo precio firmas en problemas, sanearlas y revenderlas con buena ganancia. En verdad, cualquier compañía que dependa mucho de compras o contratos estatales es presa fácil para lo que se conoce como vulture capitalism (capitalismo buitre).

Gente movediza

Por supuesto, moviéndose –como dice su propaganda- “en una vasta red global interconectada de profesionales en negocios e inversiones, que forma un triángulo de hierro: industrias, gobiernos y fuerzas armadas”, el Carlyle Group se expone a conflictos de intereses. Los que involucran a las familias Bush y bin Laden son un caso muy especial, porque pueden arruinar las excelentes perspectivas generadas –precisamente- por las Torres Gemelas.

Sin duda, las suspicacias estarán al orden del día si, por ejemplo, el presidente Bush adopta decisiones presupuestarias que engrosen los bolsillos de su padre. Para el CG, eso sería lo menos. Está acostumbrado a ir por el filo de la navaja y sus buenos reflejos le han permitido acumular US$ 12.000 millones en recursos administrados. Excepto que, hoy, los nexos Bush-bin Laden y la incursión en emprendimientos a riesgo se conjugan en contra. En buena medida porque, a diferencia de las compraventas apalancadas, no hay gobierno ni influyentes en el mundo capaces de identificar una tecnología o un buen modelo de negocios en potencia.

Pero el mundo no se acabará tan fácil para el Carlyle Group. Pese a investigaciones y sospechas, los vínculos saudíes le depararán satisfacciones mientras dure la fase caliente de la guerra contra el terrorismo (sea en Asia central, sea en Colombia) y ni qué hablar si hay una guerra indopakistaní. Para el undécimo contratista de defensa en EE.UU., corren tan buenos tiempos que, este mismo mes, ha iniciado los trámites para el lanzamiento accionario de United Defense, la joya de su corona.

Un obús de US$ 11.000 millones

Esta compañía fabrica el Crusader, un controvertido obús de 42 toneladas que funciona casi como un tanque y dispara diez proyectiles de 115 mm por minuto hasta 40 kilómetros. El arma ha sido incluida entre los recortes presupuestarios del Pentágono y sus técnicos la consideran anticuada (de hecho, fracasó en Kósovo). Pero el contrato por US$ 11.000 billones sigue válido gracias, naturalmente, a las influencias políticas del CG: el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, es íntimo de Carlucci.

Los buenos contactos no terminan ahí. Luego de tomar al ex presidente Bush cuando dejó la Casa Blanca, el CG incorporó a su hijo George W. al directorio de una firma controlada, Caterair International, proveedora de comidas áereas.

Este argumento parece ya una mezcla de Dinastía con Twin Peaks. Poco después de asumir G.W.Bush la presidencia, interrumpió negociaciones con Norcorea en torno de sus proyectiles balísticos de largo alcance, sosteniendo que no había forma de asegurar que Pyonyang cumpliese con un eventual acuerdo. Meses después, Bush padre lo instó, con éxito, a reanudar las conversaciones. ¿Por qué?

Porque el Carlyle Group había ingresado al mercado surcoreano comprando el KorAm Bank y Mercury, fabricante de equipos para telecomunicaciones. Por ende, necesitaba estabilidad entre ambas Coreas.

Sin duda, el tema central son los fondos saudíes que se canalizan al CG. Inmediatamente después del 11 de septiembre, se supo que el grupo estaba involucrado en el Saudi BinLaden Group (SBG), una constructora valuada en US$ 5.000 millones que maneja Bakr, medio hermano de Osama. También trascendió que la familia había invertido en el fondo Carlyle Partners II, cuya cartera incluye United Defense. El 26 de octubre, el CG anunció oficialmente haberse desvinculado del clan bin Laden “por mutuo acuerdo”. Pero, según datos del FBI (curiosamente, obtenidos durante el allanamiento a Enron, otro grupo relacionado con los Bush), Bush padre y Major continúan manejando fondos entre los ex socios.

Por Carlos Scavo

(datos tomados de The Nation, Red Herring, y Bloomberg)

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