Tal vez, así como ocurre con aquellas canciones originalmente hermosas pero que de tan escuchadas y repetidas ya no nos producen nada, algunas palabras, por su uso excesivo, ya sea por modas o tendencias, también terminan vaciándose de sentido.
Algo de eso, posiblemente, le esté ocurriendo al concepto de innovación. Como esos mantras que se repiten muchas veces sin saber a lo que alude, sino simplemente porque va bien con el momento y la la situación, la palabra innovación se lee en todos lados y pocos saben lo que verdaderamente significa.
Más aun, se dice de muchas empresas u organizaciones, que son innovadoras solo por aplicar nuevas tecnologías o por adaptarse a la realidad o nueva normalidad que impuso la pandemia.
Innovar no es usar Zoom, Slack o Google Calendar para cuando haya que invitar a una persona a una reunión o chequear el bienestar de los colaboradores. Eso, en todo caso, es adaptarse a los nuevos tiempos.
Hoy existe la falsa creencia de que la pandemia convirtió a todas las empresas en nativas digitales. Y no es así: la pandemia obligó a usar algunos recursos que estaban a disposición de todos (pero que pocos utilizaban) y que, por necesidad, fueron adoptados por muchas empresas
Entonces, si no es adaptarse, ¿qué es, efectivamente, innovar? Innovar es un proceso de búsqueda constante de soluciones que aún no se conocen y cuyo proceso de búsqueda nos enfrenta a una situación de completa oscuridad. Es como estar encerrado en una caja negra, donde el desafío reside en ir prendiendo velas una por vez hasta lograr tener un grado de claridad suficiente.
Prender velas al futuro
La pregunta que nos hacemos, frente al desafío de prender esas velas en la oscuridad, es quién las tiene o puede tener. El verdadero propietario de esa vela es el usuario, quien nos dará un poco de claridad a la hora de ir probando deferentes iniciativas en nuestros productos y fundamentalmente en nuestras ideas.
Los caminos para innovar son múltiples. Lo importante, en cada uno, es el proceso de iteración constante, eso que conoce de memoria Apple, entre otras marcas: primero lanzan un producto que probablemente esté al 70% de las capacidades y continúan en un camino de co-creación junto con el feedback de los usuarios.
¿Tenemos de estos casos en nuestro país? En Argentina es prácticamente imposible encontrar empresas que trabajen de esa manera, a excepción de Mercado Libre y los otros unicornios. Esto es así por el nivel de proteccionismo que hemos tenido a lo largo de los años.
En mercados más abiertos el que tiene la autoridad es el usuario y se lo lleva entre algodones. En cambio, dentro de los mercados oligopólicos el usuario es rehén y el esfuerzo por complacerlo es bajo. El problema, para el futuro de nuestro país, y en especial en este contexto, reside en que la innovación es uno de los pocos caminos que existen para generar éxito en términos de resultado económico.
Nadie quiere ser Kodak
La realidad es que, dentro de las empresas, nadie quiere ser Kodak (en el sentido de apostar por un mercado que queda obsoleto), pero así y todo son pocas las que ponen a la innovación como su centro estructural.
Podemos imaginar, en unos años, organigramas en los que el área más amplia sea la de innovación, que estará dando servicios a todas las otras áreas que conforman la estructura de una organización. Hoy por hoy, quienes están en puestos vinculados a innovación no tienen presupuesto ni gente a cargo, por lo que es mas una expresión de deseo que una convicción.
La realidad es que seguimos leyendo todos los días sobre el valor de la innovación y dudosos casos donde se lleva a cabo. Pero en lugar de repetir, y sin soplar, es bueno que frenemos, pensemos, y podamos saber de qué hablamos cuando hablamos de innovar.
(*) Docente de Dirección de Nuevos Negocios en Universidad Torcuato Di Tella y consultor en innovación