La consigna, surgida en un posgrado en la Universidad de San Andrés, se convirtió en GUM Point, un proyecto de negocio para ser llevado al mundo real. Cuatro compañeros de MBA descubrieron que existía entre ellos una estrecha afinidad, que superaba la visión de negocios y se potenciaba en la innovación y la sustentabilidad.
No es primer caso ni será el último, pero lo novedoso es que el chicle, reciclado y recolectado a través de buzones diseñados ad hoc, sea utilizado como materia prima para la elaboración de ojotas, botas para lluvia, tapones de botellas y cases de tablets y smartphones.
Durante los 5 años que un chicle demora en degradarse es, a su vez, fuente contaminante de virus y bacterias. Y se estima que su consumodiario en la ciudad es de 1,5 millones, de los cuales más del 40% es arrojado a la vía pública.
“GUM Point nace como un desafío de proyecto de emprendedores en el marco de un MBA, y trabajamos en él durante unos tres meses para transformarlo en una presentación atractiva y diferenciada. El propio desarrollo nos sedujo tanto que superó los límites académicos y decidimos materializarlo”, dice Fernando Blüguermann, miembro cofundador.
Antes de culminar la cursada, Diego Garbini, Hernán La Cava y Gabriel Martinelli, más Blüguermann, ya habían formalizado una sociedad, que se transformó en un espacio de pensamiento y desarrollo para otros proyectos de innovación. Las experiencias en marketing en multinacional de neumáticos, desarrollo de sistemas de información y tecnología, expansión de negocios en una firma local de alfajores e innovación en multinacional alimenticia fueron los talentos individuales, que cada integrante aportó como capital propio y que consideran un factor clave.
“El desarrollo posee múltiples aristas -cuenta Blüguermann-. Desde el inicio fue concebido con la premisa de que fuera sustentable, tanto en negocios, como en el abordaje de un control responsable de residuos y reciclado. Deseamos ciudades con conciencia ecológica donde sea posible el desarrollo de negocios sustentables, que mejoren el lugar donde vivimos y la forma en que lo hacemos”.
Los productos podrían ser comercializados a principios de 2016. Hasta entonces, la meta de GUM Point es alcanzar acuerdos con socios claves en ámbitos público y privado, concretar reconocimiento de la iniciativa por parte del público en diferentes niveles de audiencia y lograr la pelletización estable de la materia prima.
El proceso de transformación del chicle en insumo, para llegar al producto terminado, consta de las etapas de recolección, acopio, separación de residuos, limpieza y desinfección, separación y tamizado, secado, extrusión y calandrado, y pelletizado. Finalmente los pellets generados son empaquetados en bolsas plásticas de 5 kilos.
“La etapa de materialización productiva es desafiante porque requiere infinidad de ajustes que tienen que ver con el diseño de la matricería, pruebas productivas y, principalmente, el lanzamiento de los productos que lleva consigo el desarrollo de los canales de comercialización”, señala Blüguermann.
Sin embargo, el proceso industrial de GUM Point no sólo descansa en los productos. “Trabajamos en paralelo en el perfeccionamiento de la nueva materia prima para que por sus propiedades sea un material elegido y valorado por otras industrias del ambiente plástico. Nuestro objetivo es que sea un reemplazante óptimo del PVC y el polietileno en diferentes aplicaciones. Incluso estamos ensayando para descubrir diferentes capacidades, como la resistencia dieléctrica, o su capacidad ignífuga”.
Aunque no descartan el surgimiento de otros proyectos que requieran de apoyo financiero, del tipo capital semilla, por el momento GUM Point cuenta con fuentes de financiamiento propias. “Apostamos más a partnerships con socios estratégicos de la cadena de valor”, dicen sus creadores.
“Nuestro modelo contempla desde su génesis el desarrollo de alianzas estratégicas con actores clave en toda la cadena de valor; desde los que fabrican productos finales, llegando al público con sus propias marcas y buscando dar un sentido ecológico a las mismas, hasta los productores de chicles, quienes pueden encontrar en nosotros un eslabón clave”.