Por Raúl Ramos Lobo (*)
Según la misma fuente, en 2010 su duración se había reducido a siete horas y 24 minutos. Aunque tendremos que esperar para poder disponer de datos más recientes, dado que el trabajo de campo de dicha encuesta se está realizando en estos momentos, cabe esperar que el tiempo real de trabajo irá nuevamente a la baja.
A finales del siglo XIX la jornada laboral habitual en España era de casi de 3 000 horas anuales (60 horas por semana, 50 semanas al año). A mitad del siglo XX, se había reducido a 2 200 (46 horas por semana, 48 semanas al año). Según los últimos datos disponibles, ya está ligeramente por debajo de las 1 700 horas anuales (35 horas por semana, 48 semanas al año).
Esta reducción se ha producido, por una parte, gracias a las luchas y reivindicaciones de los trabajadores y, por la otra, a los avances tecnológicos. Estos han aumentado de manera significativa la productividad laboral y han generado cambios importantes en la organización del trabajo, tanto en lo que se refiere al número y duración de los periodos vacacionales como a la distribución de la jornada dentro de la semana. El estándar ahora es de una jornada laboral de cinco días.
Experiencias piloto para cuatro días
Sin embargo, existe un movimiento cada vez más amplio que plantea las ventajas de organizar la semana laboral en cuatro días en vez de cinco. De hecho, existe un número considerable de empresas que la han adoptado, argumentando que esta medida consigue aumentar el bienestar de los trabajadores y reducir sus niveles de estrés y agotamiento, lo que contribuiría, por tanto, a mejorar su productividad.
Recientemente, se ha hecho un análisis de estas experiencias piloto en distintos países (España, Estados Unidos, Finlandia, Irlanda, Islandia, Japón, Nueva Zelanda, Portugal, Reino Unido y Suecia) y diferentes contextos (empresas privadas, sector público, antes y después de la pandemia). El objetivo es analizar si las evaluaciones realizadas han sido rigurosas y, por tanto, pueden guiar decisiones futuras en relación a esta medida.
Su principal conclusión es que, por ahora, los datos obtenidos no permiten garantizar la bondad de la medida pues ni las empresas ni los trabajadores que han participado en los distintos pilotos pueden considerarse representativos del conjunto de la economía y la sociedad analizadas.
Las ventajas de la coordinación
Ahora bien, otros autores, como el profesor Pedro Gomes, de la Birbeck University of London, plantean la necesidad de que dicha medida se lleve a cabo de manera coordinada para apreciar realmente sus efectos positivos.
De manera resumida, Gomes plantea que se introduzca la jornada laboral de lunes a jueves a través de una modificación legislativa. Es importante el matiz de que estos cuatro días deberían ser la norma para la mayoría de los trabajadores.
El primero de sus ocho argumentos a favor de la medida es que la semana laboral de cuatro días estimularía la economía a través de la demanda de las industrias del ocio, la hostelería y el turismo.
Un segundo efecto estaría relacionado con el impacto sobre la innovación y el espíritu empresarial. Gomes argumenta que muchas nuevas ideas y productos nacen de personas que crean algo nuevo en sus garajes durante las horas de ocio, una vez finalizada su jornada laboral.
Otro factor a considerar: el teletrabajo
Debemos tomar en cuenta que la posibilidad de adoptar la jornada laboral de cuatro días se produce en un contexto en el que, además, parece cada vez más factible para un elevado número de trabajadores trabajar de manera remota durante toda la jornada semanal (o al menos una parte de esta).
En este sentido, las investigaciones sobre el tema muestran una mayor satisfacción laboral entre los trabajadores que teletraban de manera habitual. Los principales motivos son la mayor autonomía a la hora de organizar su jornada laboral y la posibilidad de conciliar más fácilmente el trabajo con la vida familiar.
Sin embargo, también hay factores que pueden incidir negativamente sobre la satisfacción laboral y la salud física y mental de los teletrabajadores, como el mayor aislamiento al que se enfrentan en el ámbito laboral o las largas jornadas que realizan en muchos casos (la paradoja de la autonomía).
En síntesis, nos encontramos en un momento de clara incertidumbre sobre cuál será el futuro de la organización del trabajo. Pero es evidente que no será tal y como lo conocemos hoy, de la misma manera que la relación con el mercado laboral que tenían nuestras madres y nuestros padres no es la que tenemos nosotros.
Lo importante ahora es que las decisiones que tomemos se basen en evidencia científica rigurosa y, en lo que se refiere a la jornada laboral de cuatro días, aún no estamos en ese punto.
(*) Catedrático de Economía Aplicada, Universitat de Barcelona.