Este lunes, US Airways presentó su segundo pedido de quiebra, o sea abrió otro concurso de acreedores en pos de reorganizarse. En otras palabras, imponer por otra vía el achicamiento laboral rechazado por los sindicatos, el domingo. La meta es ahorrar US$ 800 millones en costos y competir con aerolíneas de descuento.
Por el momento nada cambiará para los pasajeros de la compañía, pero poquísimas empresas de este tipo han sobrevivido a una segunda convocatoria judicial. No obstante, US Airways cree que podrá reorganizarse según los términos fijados en el título XI de la ley federal de concursos y quiebras.
Pero, a criterio de expertos en el negocio, la compañía tiene severas limitaciones para obtener fondos frescos y los acreedores no parecen dispuestos a facilitarle las cosas. Eso sin contar con presiones, internas y externas, para desplazar la cúpula ejecutiva (lo mismo ocurre en Delta).
De un modo u otro, US Airways se verá forzada a abandonar parte de las tres docenas de ciudades que cubre en forma exclusiva. Si, entretanto, no baja drásticamente los costos laborales, acabará liquidada y, por ende, vendida. No es buena noticia para un sector que tiene hoy dos aerolíneas grandes en convocatoria (la otra es United Airlines).
Quizá sean tres, porque Delta Air Lines presionará esta semana a los pilotos para aceptar US$ 1.000 millones en rebajas de suelos y otros beneficios, so pena de pedir la quiebra a fin de mes. No obstante, mientras US Airways se presentaba en concurso, Gerald Grinstein, presidente ejecutivo de Delta, se manifestaba optimista respecto de un arreglo con los aeronavegantes.
El problema de esta compañía es doble: resistencia a la baja de salarios y éxodo de profesionales con experiencia, quizás el activo más difícil de reconstruir para cualquier aerolínea. Perjudicada por la competencia de las empresas a descuento, Delta ha acumulado deudas por US$ 20.000 millones y su déficit contable sumaba U$S 5.600 millones en el trienio 2001-3.
“US Airways casi no tiene posibilidades de sobrevivir intacta” explica la calificadora Standard & Poor’s, luego de declarar sus bonos en cese de pagos. “La firma puede ser obligada a vender rutas, aviones y otros activos para recaudar fondos”.
La nueva crisis sectorial acabará, según un analista de la agencia, “con los últimos vestigios de la derregulación dispuesta por James Carter en 1978, en un intento de hacer bajar tarifas y estimular competencia. Pero, con el tiempo, las aerolíneas tradicionales no supieron competir con las de descuento ni con sus rivales fuera de Estados Unidos. Las primeras hoy captan 25% de los pasajeros embarcados en territorio nacional”.
Este lunes, US Airways presentó su segundo pedido de quiebra, o sea abrió otro concurso de acreedores en pos de reorganizarse. En otras palabras, imponer por otra vía el achicamiento laboral rechazado por los sindicatos, el domingo. La meta es ahorrar US$ 800 millones en costos y competir con aerolíneas de descuento.
Por el momento nada cambiará para los pasajeros de la compañía, pero poquísimas empresas de este tipo han sobrevivido a una segunda convocatoria judicial. No obstante, US Airways cree que podrá reorganizarse según los términos fijados en el título XI de la ley federal de concursos y quiebras.
Pero, a criterio de expertos en el negocio, la compañía tiene severas limitaciones para obtener fondos frescos y los acreedores no parecen dispuestos a facilitarle las cosas. Eso sin contar con presiones, internas y externas, para desplazar la cúpula ejecutiva (lo mismo ocurre en Delta).
De un modo u otro, US Airways se verá forzada a abandonar parte de las tres docenas de ciudades que cubre en forma exclusiva. Si, entretanto, no baja drásticamente los costos laborales, acabará liquidada y, por ende, vendida. No es buena noticia para un sector que tiene hoy dos aerolíneas grandes en convocatoria (la otra es United Airlines).
Quizá sean tres, porque Delta Air Lines presionará esta semana a los pilotos para aceptar US$ 1.000 millones en rebajas de suelos y otros beneficios, so pena de pedir la quiebra a fin de mes. No obstante, mientras US Airways se presentaba en concurso, Gerald Grinstein, presidente ejecutivo de Delta, se manifestaba optimista respecto de un arreglo con los aeronavegantes.
El problema de esta compañía es doble: resistencia a la baja de salarios y éxodo de profesionales con experiencia, quizás el activo más difícil de reconstruir para cualquier aerolínea. Perjudicada por la competencia de las empresas a descuento, Delta ha acumulado deudas por US$ 20.000 millones y su déficit contable sumaba U$S 5.600 millones en el trienio 2001-3.
“US Airways casi no tiene posibilidades de sobrevivir intacta” explica la calificadora Standard & Poor’s, luego de declarar sus bonos en cese de pagos. “La firma puede ser obligada a vender rutas, aviones y otros activos para recaudar fondos”.
La nueva crisis sectorial acabará, según un analista de la agencia, “con los últimos vestigios de la derregulación dispuesta por James Carter en 1978, en un intento de hacer bajar tarifas y estimular competencia. Pero, con el tiempo, las aerolíneas tradicionales no supieron competir con las de descuento ni con sus rivales fuera de Estados Unidos. Las primeras hoy captan 25% de los pasajeros embarcados en territorio nacional”.