viernes, 22 de noviembre de 2024

Redistribuir la confianza es el objetivo para 2022

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Para Larry Fink, asistimos a un cambio de paradigma que inaugura un nuevo marco de relación entre la sociedad y la empresa

El pasado 18 de enero se hizo público uno de los documentos corporativos más esperados del año: la carta que Larry Fink, presidente y fundador de BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo con 10 billones de dólares en activos gestionados.

 Por Santiago Fernández-Gubieda Lacalle y Juan Manuel Mora (*)

Fink escribe anualmente a los directivos de sus compañías participadas, ocasiones en las que marca algunas claves de la situación económica mundial.

BlackRock es el segundo accionista de Apple y Microsoft y el tercero de JP Morgan. En España, está presente en el capital de 18 compañías del Ibex 35. De los mensajes de Fink, en fin, conviene tomar nota.

En esta ocasión, el líder empresarial centra su atención en cómo la pandemia ha acelerado cambios sociales y económicos que amenazan la confianza social en las empresas e instituciones. Pero no es la primera vez que en su circular habla en favor de la transparencia y la sostenibilidad.

En su carta, Fink sostiene que, en el mundo actual, global e interconectado, una empresa solo crea valor a largo plazo cuando cumple tres condiciones:

  1. Ser una organización con propósito y valores consistentes.
  2. Asegurar el beneficio general de sus grupos de interés(empleados, clientes, proveedores, comunidades locales…).
  3. Contribuir al bien comúnen una relación de reciprocidad con el entorno.

Asistimos a un cambio de paradigma que inaugura un nuevo marco de relación entre la sociedad y la empresa. A juicio de Fink, la crisis actual demanda a las empresas y las instituciones liderazgos consistentes, con un propósito claro y compartido, una estrategia coherente y una visión a largo plazo.

En un entorno cambiante y disruptivo como el actual la misión de la empresa debe ser funcionar como guía. La pandemia ha acelerado la transformación operativa y tecnológica de las empresas pero, sobre todo, ha tocado su fibra más sensible: nunca antes una relación había cambiado tanto como la que existe entre empleadores y empleados.

Todos ganan

En los últimos años ha cambiado la orientación relacional del capitalismo. Ahora las empresas deben trabajar no solo para sus accionistas, sino para todos sus grupos de interés y, en especial, sus empleados.

Ya no es solo una cuestión de salario y flexibilidad. Importan los temas de conciliación familiar y maternidad, la motivación intrínseca, la igualdad y la salud física y mental. Profundizar en el vínculo con los empleados es abrir sistemas de escucha e integrar sus expectativas en la toma de decisiones en las organizaciones. Las empresas deben aspirar a tener una agenda social conectada con su propósito.

Cambio climático, riesgo económico

Por último, las organizaciones van a ser reconocidas no por el cumplimiento de sus objetivos sino por el grado de contribución al bien común. El presidente de BlackRock recuerda de nuevo que el riesgo climático es riesgo de inversión, y anuncia grandes cantidades de capital asignadas a la descarbonización de la economía y la transición energética.

Los mercados piden rentabilidad a largo plazo pero también un compromiso real con la sostenibilidad económica, social y medioambiental. La sostenibilidad (entender el presente para mejorar el futuro) ha demostrado tener un amplio consenso social, que justificaría fortalecer la colaboración entre los gobiernos y el sector privado. La pandemia ha sido, de nuevo, un buen observatorio de esta tendencia global.

Capitalismo, confianza, sostenibilidad

El líder empresarial asume las críticas recibidas a esta visión del capitalismo de los grupos de interés (empleados, proveedores, clientes, gobiernos, comunidad). Bien pronto en la carta recoge el guante: “El capitalismo de los stakeholders no es política, no es una agenda ideológica, no es cultura woke. Es capitalismo impulsado por relaciones mutuamente beneficiosas entre usted y los empleados, clientes, proveedores y comunidades de las que depende su empresa para prosperar”.

Sus ambiciones son claras: legítimas ganancias y rentabilidad a largo plazo. Pero eso sí, el mercado ha cambiado las reglas.

Larry Fink, finalmente, recuerda que la quiebra de la confianza de los grupos de interés impacta en la reputación de las instituciones y sus expectativas de crecimiento económico. Es preciso tomar conciencia de que la recuperación de la confianza es vital para la propia sostenibilidad del sistema.

Pero la confianza no es un activo tangible, es un principio intangible de gobierno que demanda con urgencia una revisión de los sistemas de gobernanza y un fortalecimiento de la gestión de la reputación de las organizaciones.

Esto ya no va solo de distribuir dividendos.

(*) Santiago Fernández-Gubieda Lacalle es Investigador en Reputación Corporativa en el Centro de Gobierno y Reputación de Universidades, Universidad de Navarra, y Juan Manuel Mora es Director del Centro de Gobierno y Reputación de Universidades, Universidad de Navarra.

 

 

 

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