Promesa incumplida de los “Unicornios”

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Cuando el siglo pasado agonizaba, un eficiente visionario, Lou Gerstner, que por entonces comandaba IBM, profetizaba que la mayoría de las compañías puras de Internet eran “mariposas antes de la tormenta”. Tal vez, decía, dos o tres de ellas resulten rentables.

Pero los verdaderos campeones conductores del proceso de comercio online, serían gigantes de la industria como IBM, Ford o Wal Mart.  Algo de razón tenía. Muchos nombres prometedores desaparecieron, pero otros como Amazon se convirtieron en gigantes que dejaron como enanos a los de la talla de IBM.

Una discusión parecida hay hoy en Silicon Valley en torno a los “unicornios”. Empresas que apenas son start ups con prometedores modelos de negocios, que tienen un valor de mercado superior a los US$ 1.000 millones, cuando en muchos casos todavía no han comenzado a operar.

Los fondos de los inversores comienzan a escasear, los inversionistas se vuelven más prudentes. Por cada Uber que irrumpe, arrolladora, hay docenas de iniciativas que perecen. Y otras más antiguas, como LinkedIn, tambalean. Seguramente no habrá otra burbuja como la de algo más de una década atrás. Hay firmas muy sólidas en el sector de vanguardia, todas en la nube, y desarrollando inteligencia artificial, data analytics y big data.

Las antiguas y las nuevas se aprestan a la madre de todas las batallas; Internet de las Cosas.

Mientras tanto, sea en Davos como en otros foros internacionales, empresarios y dirigentes mundiales siguen hablando de la “cuarta revolución industrial” que se avecina: cambios masivos e intensos en los negocios, en la sociedad y en la conducta de la gente como consumidores y como ciudadanos. Cambios que resultarán de la fusión del mundo digital, físico, y de los entornos biológicos.

Un escenario donde se ve a los robots reemplazando a los trabajadores; órganos implantados gracias a la 3D, manifestaciones inimaginables de la inteligencia artificial que estará disponible.

Estas visiones del futuro cercano pueden alcanzarnos pronto. Pero la realidad es que la gran mayoría de los actores no está preparado para gestionar esa verdadera revolución que se avecina.

Las nuevas maneras de producir apuntan a creciente automatización y nuevos métodos y técnicas en la fabricación. La globalización parece girar en torno a una dirección más digital y totalmente diferente a lo conocido.

No habrá que fabricar una pieza y utilizar el transporte adecuado para llevarla dónde será usada. Será producida en el mismo lugar donde la pondrán a trabajar. No crecen los flujos financieros, de mercaderías o de servicios entre distintas partes del globo. Lo único que crece es el flujo de información digital en todos los países y continentes. Entendamos este nuevo mundo.

 

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