En Argentina, 2020 y el manejo de la pandemia de COVID-19 significaron un récord de caída de puestos de trabajo. En total, la baja en los ocupados fue de alrededor de 1,2 millones de trabajadores, con una baja tres veces más acelerada entre los informales y cuentapropistas que entre los formales.
Como advierte la consultora ABECEB, la mayor dependencia de la movilidad de las personas y la tardía apertura de los sectores donde se insertan usualmente, sumada al aumento del costo del despido de formales, agravaron estos resultados.
La cuarentena más extensa del mundo implicó que, al tercer trimestre se perdieran el doble de horas trabajadas que en el resto del mundo: -20% i.a. en Argentina vs. -10% en el mundo, según la OIT.
El principal riesgo es que 2021 se convierta en un año de rebote sin empleo. Si avanza la normalización en las horas trabajadas, entonces la economía podría crecer entre un 3,6% y un 5,3% en el año sin generar ningún puesto de trabajo. Asumiendo un crecimiento del 5,9% en promedio se generarán menos de 500 mil nuevos puestos.
La construcción podría explicar la mitad de la creación de empleo. Las perspectivas para la industria son ligeramente positivas, aunque aparecen alertas en textiles y confecciones, productos del metal y aparatos eléctricos. La recuperación podría no ser suficiente para revertir el signo en el sector extractivo, los servicios personales y comunales y hoteles y restaurantes, que concentran un quinto del empleo. Las perspectivas son estables para el comercio.
Para retornar a igual número de ocupados que en 2019 se requerirán 5 años de crecimiento por encima del 3%, un escenario positivo teniendo en cuenta los profundos desequilibrios macroeconómicos actuales. Para que el 43% de la población (tasa de ocupación de 2019) vuelva a trabajar, se requerirán dos años más, al incorporar al análisis el crecimiento poblacional.
El desafío de la recuperación del empleo no es sólo la velocidad sino también su calidad. Los asalariados formales han perdido cerca de un punto de participación en el total del empleo desde 2012. Las formas más flexibles de trabajo, a tiempo parcial, con contratos por tiempo determinado o tercerizados, continuarán tomando relevancia en el mundo del trabajo, sin que nuestro país cuente con un marco moderno que encauce este tipo de relaciones laborales.
Las nuevas formas de trabajo como el remoto, el e-commerce y la automatización de tareas implican que las brechas laborales continuarán acrecentándose a favor de los calificados frente a los no calificados.
El empleo formal de calidad probablemente sea el último en reaccionar, con mayores costos, menores rotaciones y un marco de incertidumbre que se mantendrá al menos hasta el cierre del ciclo electoral.