lunes, 30 de diciembre de 2024

Nuevas revelaciones de Tanzi implican a los bancos

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Durante los interrogatorios de esta semana, Calisto Tanzi y su cerebro financiero, Fausto Tonna, convierten la crisis Parmalat en un escándalo bancario global. Hoy se sabe que el emisor italiano conocía detalles desde 1998.

Tras una nueva reconstrucción del cronograma que llevó al desastre, los fiscales han descubierto que los bancos –empezando por Banca d’Italia, o sea el central, extrañamente llamado “Bankitalia” en los medios- veían cosas raras en los balances de Parmalat Finanziaria… desde 1998. Ese año, sus crecientes dificultades la pusieron en manos de grandes entidades privadas italianas e internacionales.

En otras palabras, se le impuso un “sistema de bonos al revés”, que permitía obtener nuevos créditos colocando esos papeles no tanto entre ahorristas e inversores sino, mayormente, entre los propios bancos. Con Bank of America y Deutsche Bank al frente.

Esas mismas instituciones y varias más, señala un informe de procuraduría (Parma), “exigían avales y garantías secretas. También forzaron a los Tanzi a comprar activos en el exterior con alto endeudamiento propio, especialmente en Sudamérica. Mientras tanto, algunos bancos italianos eran cómplices por omisión en la falsificación de estados contables y otros documentos”.

En resumen, casi todas las “maxiemisiones” de bonos –o sea, deuda- desde 1999 fueron inducidas y timoneadas por grandes bancos para reducir su propio riesgo como prestamistas de Parmalat, los Tanzi y sus aventuras extraterritoriales (“offshore”). Empezando por Bonlat Finance, Caimán, y Parmalat Brasil (si el grupo hubiese tomado alguna líder láctea argentina, las maniobras habrían comenzado en estas costas).

La debilidad contractual del grupo respecto de los bancos “llevó a aceptar –sostienen los fiscales- comisiones abusivas y arreglos secretos, como los que acaban de develarse en Milán”. Más aun: “la falsificación de certificados de depósito y otros instrumentos fue fruto de las mismas presiones”. Indirectamente, los bancos acreedores acabaron fomentando o tolerando el vaciamiento empresario por parte de Tanzi y sus cómplices.

En cierto sentido, los acreedores hicieron con Parmalat en 1998/2002 algo similar a lo hecho con Argentina en 1991/2001: inducir una “contabilidad creativa”. ¿Para qué? Para enmascarar un creciente déficit, fomentar la salida de capitales, dibujar indicadores económicos y generar un endeudamiento que acabó descontrolándose. Sólo que, en el caso de los Tanzi, no precisaron al Fondo Monetario: bastó Banca d’Italia.

El papel del banco central italiano puede acabar con la carrera de su influyente jefe, Antonio Fazio. El examen de los balances del grupo y los respectivos informes del emisor evidencia, por lo menos, graves fallas. En 1998, por ejemplo, la deuda admitida por el grupo (€ 4.595 millones) era 29% inferior a la detectada por la autoridad monetaria (6.439 millones). Luego, la disparidad se amplía y, para 2002, llega a 41%; € 6.358 millones contra 10.780 millones.

El banco central estuvo cuatro años sin adoptar medidas, sabiendo que las entidades privadas manejaban datos similares. Por ende, hizo lo mismo que el FMI respecto de países sobrendeudados: privilegiar el negocio financiero privado sobre el interés público.

Tras una nueva reconstrucción del cronograma que llevó al desastre, los fiscales han descubierto que los bancos –empezando por Banca d’Italia, o sea el central, extrañamente llamado “Bankitalia” en los medios- veían cosas raras en los balances de Parmalat Finanziaria… desde 1998. Ese año, sus crecientes dificultades la pusieron en manos de grandes entidades privadas italianas e internacionales.

En otras palabras, se le impuso un “sistema de bonos al revés”, que permitía obtener nuevos créditos colocando esos papeles no tanto entre ahorristas e inversores sino, mayormente, entre los propios bancos. Con Bank of America y Deutsche Bank al frente.

Esas mismas instituciones y varias más, señala un informe de procuraduría (Parma), “exigían avales y garantías secretas. También forzaron a los Tanzi a comprar activos en el exterior con alto endeudamiento propio, especialmente en Sudamérica. Mientras tanto, algunos bancos italianos eran cómplices por omisión en la falsificación de estados contables y otros documentos”.

En resumen, casi todas las “maxiemisiones” de bonos –o sea, deuda- desde 1999 fueron inducidas y timoneadas por grandes bancos para reducir su propio riesgo como prestamistas de Parmalat, los Tanzi y sus aventuras extraterritoriales (“offshore”). Empezando por Bonlat Finance, Caimán, y Parmalat Brasil (si el grupo hubiese tomado alguna líder láctea argentina, las maniobras habrían comenzado en estas costas).

La debilidad contractual del grupo respecto de los bancos “llevó a aceptar –sostienen los fiscales- comisiones abusivas y arreglos secretos, como los que acaban de develarse en Milán”. Más aun: “la falsificación de certificados de depósito y otros instrumentos fue fruto de las mismas presiones”. Indirectamente, los bancos acreedores acabaron fomentando o tolerando el vaciamiento empresario por parte de Tanzi y sus cómplices.

En cierto sentido, los acreedores hicieron con Parmalat en 1998/2002 algo similar a lo hecho con Argentina en 1991/2001: inducir una “contabilidad creativa”. ¿Para qué? Para enmascarar un creciente déficit, fomentar la salida de capitales, dibujar indicadores económicos y generar un endeudamiento que acabó descontrolándose. Sólo que, en el caso de los Tanzi, no precisaron al Fondo Monetario: bastó Banca d’Italia.

El papel del banco central italiano puede acabar con la carrera de su influyente jefe, Antonio Fazio. El examen de los balances del grupo y los respectivos informes del emisor evidencia, por lo menos, graves fallas. En 1998, por ejemplo, la deuda admitida por el grupo (€ 4.595 millones) era 29% inferior a la detectada por la autoridad monetaria (6.439 millones). Luego, la disparidad se amplía y, para 2002, llega a 41%; € 6.358 millones contra 10.780 millones.

El banco central estuvo cuatro años sin adoptar medidas, sabiendo que las entidades privadas manejaban datos similares. Por ende, hizo lo mismo que el FMI respecto de países sobrendeudados: privilegiar el negocio financiero privado sobre el interés público.

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