Mucho dinero saudita en Silicon Valley

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¿Qué pasará con esas inversiones si se cortan las relaciones entre ambos países?

Cuesta creer que Estados Unidos muestre una actitud tan benevolente con Arabia Saudita, un país que se destaca por sus abusos y asesinatos a disidentes y mujeres y con uno de los peores registros de violaciones a los derechos humanos del planeta, todo eso magnificado desde que el año pasado reina el Príncipe Mohammed bin Salman en calidad de monarca absoluto.

Pero cuesta creerlo hasta que se conocen los fuertes intereses comunes que unen a ambos países desde hace décadas, sobre todo en petróleo y seguridad.

La Arabian American Oil Company, o Aramco, creada por Standard Oil y tres socios—que luego se convertirían en Texaco, Exxon y Mobil—descubrieron las reservas del reino en 1944 y convirtieron al país en el mayor exportador de petróleo del mundo. Arabia saudita graduamente fue comprando sus partes a los accionistas extranjeros y la compañía ahora se conoce como Saudi Aramco, pero las compañías norteamericanas siempre mantuvieron intereses comerciales en el país.  

 

El reino árabe es también un pilar en la defensa de Estados Unidos de la región petrolera del Golfo Pérsico. Luego de la revolución islámica de Irán en 1979, Saudiarabia quedó como su principal aliado en la región.

 

Fue el primer país que visitó Donald Trump en cuanto asumió la presidencia y de ahí en más trató de mirar hacia otro lado cuando los abusos del nuevo rey saltaban en los diarios. El año pasado dijo en Riyadh ante una multitud de líderes árabaes que no estaba interesado en presionarlos sobre derechos humanos. Incluso al conocerse el aparente brutal asesinato y desmembramiento de un periodista saudita con residencia en Estados Unidos y que trabajaba para un diario norteamericano, repitió la versión del príncipe bin Salman: “Acabo de hablar con el Príncipe de Arabia Saudita quien niega rotundamente todo conocimiento de lo que ocurrió en su Consulado en Turquía”, dijo Trump.

Pero la reacción de empresarios, senadores y opinión pública en general están haciendo insostenible su actitud benevolente.

El senador republicano Lindsey Graham dijo hace días que no puede seguir haciendo negocios con SaudiArabia mientras Salman siga en el trono. El boicot del país se ha extendido a muchos grandes empresarios, especialmente de Silicon Valley.

El CEO de Uber, Dara Khosrowshahi y ejecutivos de Ford, Google y JPMorgan decidieron no asistir al llamado “Davos del Desierto”, que se celebra anualmente en el país árabe.

Lo que no se sabe es si esa ola de repudio se extenderá a los emprendedores financiados por dinero saudita. No les va a resultar fácil, dice Michael J. Coren en Quartz. La influencia del reino es cada día mayor. El dinero saudita ya está detrás de las más grandes startups en Estados Unidos: Lyft, uber y magic Leap.

 Fue también Arabia saudita la que estendió un cheque por US$ 45.000 millones al Vision Fund de SorfBank. Vision fund, el fondo de inversiones de riesgo más grande de todos los tiempos ha hecho por lo menos 26 inversiones importantes, que incluyen Slack, WeWork, GM Cruise y otros.

Los sauditas han invertido miles de millones de dólares en Silicon Valley durante los últimos cinco años. Algunos cálculos hablan de US$ 6.200 millones. Como la composición exacta de cada ronda de negociaciones no es pública, no es posible decir cuánto de ese dinero fue directamente de sauditas en comparación con otros inversores en la rueda.

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