A criterio de Moody’s Investors Service, casi no quedan posibilidades de lograr salarios competitivos, utilidades estables ni restructuración de costos sin echar mano a recursos extremos. Al parece, los drásticos ajustes impuestos por Kirk Kerkorian han llegado demasiado tarde.
General Motors, que en 1999 se desprendió de la autopartista Delphi, admitió que podría estar comprometida por casi US$ 12.000 millones en obligaciones contractuales con ex empleados de la ex subsidiaria. Por su parte, ésta exige
mayores recortes de sueldos y beneficios a sus trabajadores sindicados.
A falta de progresos concretos en cuanto a reducir costos laborales vía negociaciones, GM “podría apelar a la bancarrota -cree la agencia- para reducir cargas y restructurar pasivos”. Algunos dirigentes gremiales sospechan que Moody’s da margan a la empresa para transferir a la fuerza de trabajo problemas de otro tipo. Por ejemplo, mal marketing y pésima política de precios.
Richard Wagoner, presidente ejecutivo de la compañía, admitió el viermes que no había “garantías de llegar a acuerdo entre GM, Delphi y los sindicatos”. La movida de la calificadora parece obrar en su favor. No obstante, varios analistas esperaban desde entonces una decisión de Moody’s.
En una declaración por separado, la agencia sostiene que “el perfil de General Motors Acceptance Corporation (GMAC, la financiera del grupo) se ha debilitado y ahora se aproxima al escalón Ba medio, reflejando crecientes riesgos por sus vinculos con GM, problemas de liquidez y rentabilidad”. Exactamente mientras Citigroup baraja posibilidades de comprársela.
A criterio de Moody’s Investors Service, casi no quedan posibilidades de lograr salarios competitivos, utilidades estables ni restructuración de costos sin echar mano a recursos extremos. Al parece, los drásticos ajustes impuestos por Kirk Kerkorian han llegado demasiado tarde.
General Motors, que en 1999 se desprendió de la autopartista Delphi, admitió que podría estar comprometida por casi US$ 12.000 millones en obligaciones contractuales con ex empleados de la ex subsidiaria. Por su parte, ésta exige
mayores recortes de sueldos y beneficios a sus trabajadores sindicados.
A falta de progresos concretos en cuanto a reducir costos laborales vía negociaciones, GM “podría apelar a la bancarrota -cree la agencia- para reducir cargas y restructurar pasivos”. Algunos dirigentes gremiales sospechan que Moody’s da margan a la empresa para transferir a la fuerza de trabajo problemas de otro tipo. Por ejemplo, mal marketing y pésima política de precios.
Richard Wagoner, presidente ejecutivo de la compañía, admitió el viermes que no había “garantías de llegar a acuerdo entre GM, Delphi y los sindicatos”. La movida de la calificadora parece obrar en su favor. No obstante, varios analistas esperaban desde entonces una decisión de Moody’s.
En una declaración por separado, la agencia sostiene que “el perfil de General Motors Acceptance Corporation (GMAC, la financiera del grupo) se ha debilitado y ahora se aproxima al escalón Ba medio, reflejando crecientes riesgos por sus vinculos con GM, problemas de liquidez y rentabilidad”. Exactamente mientras Citigroup baraja posibilidades de comprársela.