Más allá del crudo, Dubái y otros emiratos replantean estrategias

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La fase más larga de hidrocarburos caros ofrece oportunidades al consejo de cooperación del Golfo (CCG). Manejado por Saudirabia, lo completan Omán, Kuweit, Qatar, Bahréin y la Unión de emiratos árabes (UEA). Una es dejar el dólar.

Otra es diversificar economías atada al petróleo y modernizar esas sociedades de base feudal. En un tercer frente, empero, varios países prefieren invertir en todo tipo de activos occidentales y Dubái es la clave de esta proyección financiera. En particular, por sus crecientes nexos con el negocio bursátil europeo.

Ahora bien ¿puede el CCG cambiar de orientación? Los escépticos sostienen que los altos precios de hidrocarburos traban reformas. Al respecto, recuerdan que la Organizacipon de Países Exportadores (OPEP) nunca pudo traducir los auges de 1973/5 y 1979/81 en transformaciones sociales. Los optimistas esperan que presiones internas y una población joven sin salida laboral obliguen a emplear los ingresos petroleros como catalizador para quebrar los ciclos de auge y caída en precios.

Por cierto, la inversiòn externa directa (IED) en el CCG ha subido de algo menos de US$ 2.000 millones en 2001 a más de 30.000 millones en 2006. Hay en marcha alrededor de un billón en inversiones infraestructurales, monto que podría alcanzar US$ 3 billones hacia 2010. Si bien el área ha registrado en años recientes tasas reales de 7% anual en el producto bruto de cada socio (sólo superadas por China, India, Argentina y pocos más), la expansión nominal promedia casi 20% anual (2003-6). Para estas economías, las ciofras nominales importan más que las reales, pues éstas computan el alza de ingresos petroleros como inflación. Ello no tiene presente que la mayor parte de esas entradas es el dólares, una divisa en franca decadencia.

Durante los auges de precios en los años 70, los estados del golfo carecian de instituciones o redes sociales capaces de absorber ingresos que llegaron sextuplicarse en breve lapso. Su carácter feudal era y es un gran obstáculo. En la actualidad, no obstante, existen regímenes fiscales relativamente disciplinados y políticas para reducción de deuda externa en divisas, un efecto paradójico de la bonanza petrolera.

Entre 2002 y 2006, las entradas anuales del CCG fueron subiendo más del triple, de US$ 100.000 a 325.000 millones. En igual perìodo, el gasto público avanzó “apenas” 74%, o sea, de US$ 119.000 a 207.000 millones. En general, para financiar salud, educación y adiestramiento laboral. En cuanto a la deuda externa, Saudiarabia, por ejemplo, la redujo de 97% del producto bruto interno (un pico) en 2001 a menos de 41% en 2004.

Otro factor clave es la relación entre explotación petrolera y población total. Países con baja producción relativa por habitante encuentran dificultades para mantener determinado nivel de vida. Sorpresivamente, Saudiarabia –segundo productor mundial- tiene un PB por habitante equivalente a 17% de la UAE.

Paralelamente, el CCG contiene una de las poblaciones jóvenes más grandes y en mayor crecimiento del mundo. Verbigracia, 61% de los saudíes tiene menos de 25 años, contra 50% en India o Brasil, 40% en China y 30% en la Unión Europea. Los adolescentes afrontan un futuro de bajo empleo. Un sistema educativo aferrado a la cerril ortodoxia sunní (salvo el ismaelita Qatar) no los prepara para los rigores laborales en el sector privado o la competencia con mano de obra inmigrante.

La península arábiga está inundada de efectivo –excepto Yemén-, mas sus bancos y mercados de capitales son débiles. Así, es difícil que los fondos lleguen a pequeñas y medianas empresas no ligadas a clanes aristocráticos. Pero se trata de dos sectores críticos para innovar, diversificar, crecer y generar puestos laborales de calidad. Por el contrario, los sistemas financieros canalizan liquidez a empresas estatales y negocios dominados por grandes familias.

En este punto, aparecen los jugadores occidentales. En particular David Rubenstein, uno de los más influyentes en Washington. Con demasiados contratos militares en su haber, ahora el numen del Carlyle group corteja a los jeques y sus petrodólares. Su apellido no le impide buscar oportunidades en Dubái –clave de un complejo ajedrez financiero global -y otros miembros de la UEA.

Según un informe de Lehman Brothers, el CCG reunía, a fines de septiembre, reservas en divisas por alrededor de US$ 3,65 billones. Pero, a diferencia de lo habitual entre la posguerra y el desplome del dólar, en esta década los petrodólares ya no afluyen automáticamente a la economía estadounidense. Esto se debe a la extrema debilidad de la divisa referencial y a un euro que roza ya US$ 1,45.

Por tanto, mientras los emires invierten cada vez más en activos occidentales –aunque no norteamericanos-, financistas como Rubenstein buscan colocarse en la región. Esto tiene un costado muy peligroso: buena parte de esos dineros se origina en aportes jubilatorios. Carlyle, varios fondos de cobertura (derivados) y de capital extrabursátil juegan el futuro de potenciales retirados norteamericanos en el tapete islámico.

Managers de compras apalancadas y bancas de Wall Street se han largado a invertir fuerte en transportes, infraestructura civil, bienes raíces y hasta privatización de empresas en el CCG. Pero el abuso de fondos jubilatorios puede dificultar las ya complejas relaciones de EE.UU. y esos países. Esta fiebre inversora llega, por cierto, en un momento delicado. El congreso cuestiona cada día más el uso de aportes jubilatorios para especular. Parte de la inquietud deriva de malas apuestas hipotecarias que afectan a fondos de cobertura donde participan fondos de retiro cuyos asociados no pueden defenderse de tiburones como Carlyle.

Hace poco más de un mes, Arnold Schwarzenegger, gobernador republicano de California (séptimo PBI del mundo), anunció una reforma orientada a los dos poderosos fondos jubilatorios de personal estadual, Calpers y Calteach. El móvil parece político: se trata de obligarlos a desprenderse de tenencias relacionadas con Irán. Otros diecisiete estados estudian medidas similares.

Las complicaciones políticas no paran ahí ni en los fondos jubilatorios. Cuando Halliburton, contratista militar cuyo gestor es el vicepresidente Richard Cheney, anticipó en marzo que se mudaba de Houston a Dubái, varios legisladores salieron a protestar. Carlyle, que tiene nexos con Halliburton, trata de reunir mil millones para adquisiciones en Kuweit, Saudiarabia, Jordania, Egipto y Libia. Su colega Ripplewood Holdings –posee el vetusto Reader’s Digest, entre otros activos- tomó por US$ 200 millones el control del mayor banco comercial egipcio. Por su lado, Colony Capital (compras apalancadas de bienes raíces) se ha quedado con la principal petrolera libia.

La masa de capitales extrabursátiles dedicadas a Levante y África septentrional pasó de US$ 315 millones -fines de 2004- a 5.200 millones justo dos años después. Estos fondos compran activos al menor precio posible (financiados con deuda nueva), los restructuran o achican y los revenden al mejor postor… si pueden..

Danza de billones

Ahora bien ¿cuál es el poder financiero de los jeques? Según la consultoría Dealogic, las colocaciones exteriores de Saudiarabia y otros estados en la península, salvo Yemén, han saltado de US$ 30.800 millones a fin de 2006 a 64.000 millones a fin de junio. O sea, 107,8% en seis meses.

Meses atrás, la bolsa de Dubái, controlada por el emir, tomaba 19,9% de Nasdaq group y le compraba a la misma sociedad el 28% que tenía en la bolsa de Londres. Entretanto, un fondo qatarí adquiría otro 20% en la LSE y Abú Dhabí absorbía 7,5% … de Carlyle. No es para menos: la liquidez en manos árabes es varias veces superior a la de los fondos de capital privado occidentales.

Por supuesto, esta fiebre puede acabar en el congreso norteamericano, como le sucedió a un intento (Dubái, nuevamente) de comprar seis puertos estratégicos. En ese momento, un grupo bipartidario de legisladores sostuvo que Dubái es títere de Saudiarabia y una de sus familias más influyentes se llama bin Laden. Rubenstein lo sabe. El ex presidente George H.W.Bush y su secretario de estado, James Baker, fueron asesores de Carlyle y, entre los aportes iniciales de capital obtenidos por el dúo, estaba el de los bin Laden.

Otra es diversificar economías atada al petróleo y modernizar esas sociedades de base feudal. En un tercer frente, empero, varios países prefieren invertir en todo tipo de activos occidentales y Dubái es la clave de esta proyección financiera. En particular, por sus crecientes nexos con el negocio bursátil europeo.

Ahora bien ¿puede el CCG cambiar de orientación? Los escépticos sostienen que los altos precios de hidrocarburos traban reformas. Al respecto, recuerdan que la Organizacipon de Países Exportadores (OPEP) nunca pudo traducir los auges de 1973/5 y 1979/81 en transformaciones sociales. Los optimistas esperan que presiones internas y una población joven sin salida laboral obliguen a emplear los ingresos petroleros como catalizador para quebrar los ciclos de auge y caída en precios.

Por cierto, la inversiòn externa directa (IED) en el CCG ha subido de algo menos de US$ 2.000 millones en 2001 a más de 30.000 millones en 2006. Hay en marcha alrededor de un billón en inversiones infraestructurales, monto que podría alcanzar US$ 3 billones hacia 2010. Si bien el área ha registrado en años recientes tasas reales de 7% anual en el producto bruto de cada socio (sólo superadas por China, India, Argentina y pocos más), la expansión nominal promedia casi 20% anual (2003-6). Para estas economías, las ciofras nominales importan más que las reales, pues éstas computan el alza de ingresos petroleros como inflación. Ello no tiene presente que la mayor parte de esas entradas es el dólares, una divisa en franca decadencia.

Durante los auges de precios en los años 70, los estados del golfo carecian de instituciones o redes sociales capaces de absorber ingresos que llegaron sextuplicarse en breve lapso. Su carácter feudal era y es un gran obstáculo. En la actualidad, no obstante, existen regímenes fiscales relativamente disciplinados y políticas para reducción de deuda externa en divisas, un efecto paradójico de la bonanza petrolera.

Entre 2002 y 2006, las entradas anuales del CCG fueron subiendo más del triple, de US$ 100.000 a 325.000 millones. En igual perìodo, el gasto público avanzó “apenas” 74%, o sea, de US$ 119.000 a 207.000 millones. En general, para financiar salud, educación y adiestramiento laboral. En cuanto a la deuda externa, Saudiarabia, por ejemplo, la redujo de 97% del producto bruto interno (un pico) en 2001 a menos de 41% en 2004.

Otro factor clave es la relación entre explotación petrolera y población total. Países con baja producción relativa por habitante encuentran dificultades para mantener determinado nivel de vida. Sorpresivamente, Saudiarabia –segundo productor mundial- tiene un PB por habitante equivalente a 17% de la UAE.

Paralelamente, el CCG contiene una de las poblaciones jóvenes más grandes y en mayor crecimiento del mundo. Verbigracia, 61% de los saudíes tiene menos de 25 años, contra 50% en India o Brasil, 40% en China y 30% en la Unión Europea. Los adolescentes afrontan un futuro de bajo empleo. Un sistema educativo aferrado a la cerril ortodoxia sunní (salvo el ismaelita Qatar) no los prepara para los rigores laborales en el sector privado o la competencia con mano de obra inmigrante.

La península arábiga está inundada de efectivo –excepto Yemén-, mas sus bancos y mercados de capitales son débiles. Así, es difícil que los fondos lleguen a pequeñas y medianas empresas no ligadas a clanes aristocráticos. Pero se trata de dos sectores críticos para innovar, diversificar, crecer y generar puestos laborales de calidad. Por el contrario, los sistemas financieros canalizan liquidez a empresas estatales y negocios dominados por grandes familias.

En este punto, aparecen los jugadores occidentales. En particular David Rubenstein, uno de los más influyentes en Washington. Con demasiados contratos militares en su haber, ahora el numen del Carlyle group corteja a los jeques y sus petrodólares. Su apellido no le impide buscar oportunidades en Dubái –clave de un complejo ajedrez financiero global -y otros miembros de la UEA.

Según un informe de Lehman Brothers, el CCG reunía, a fines de septiembre, reservas en divisas por alrededor de US$ 3,65 billones. Pero, a diferencia de lo habitual entre la posguerra y el desplome del dólar, en esta década los petrodólares ya no afluyen automáticamente a la economía estadounidense. Esto se debe a la extrema debilidad de la divisa referencial y a un euro que roza ya US$ 1,45.

Por tanto, mientras los emires invierten cada vez más en activos occidentales –aunque no norteamericanos-, financistas como Rubenstein buscan colocarse en la región. Esto tiene un costado muy peligroso: buena parte de esos dineros se origina en aportes jubilatorios. Carlyle, varios fondos de cobertura (derivados) y de capital extrabursátil juegan el futuro de potenciales retirados norteamericanos en el tapete islámico.

Managers de compras apalancadas y bancas de Wall Street se han largado a invertir fuerte en transportes, infraestructura civil, bienes raíces y hasta privatización de empresas en el CCG. Pero el abuso de fondos jubilatorios puede dificultar las ya complejas relaciones de EE.UU. y esos países. Esta fiebre inversora llega, por cierto, en un momento delicado. El congreso cuestiona cada día más el uso de aportes jubilatorios para especular. Parte de la inquietud deriva de malas apuestas hipotecarias que afectan a fondos de cobertura donde participan fondos de retiro cuyos asociados no pueden defenderse de tiburones como Carlyle.

Hace poco más de un mes, Arnold Schwarzenegger, gobernador republicano de California (séptimo PBI del mundo), anunció una reforma orientada a los dos poderosos fondos jubilatorios de personal estadual, Calpers y Calteach. El móvil parece político: se trata de obligarlos a desprenderse de tenencias relacionadas con Irán. Otros diecisiete estados estudian medidas similares.

Las complicaciones políticas no paran ahí ni en los fondos jubilatorios. Cuando Halliburton, contratista militar cuyo gestor es el vicepresidente Richard Cheney, anticipó en marzo que se mudaba de Houston a Dubái, varios legisladores salieron a protestar. Carlyle, que tiene nexos con Halliburton, trata de reunir mil millones para adquisiciones en Kuweit, Saudiarabia, Jordania, Egipto y Libia. Su colega Ripplewood Holdings –posee el vetusto Reader’s Digest, entre otros activos- tomó por US$ 200 millones el control del mayor banco comercial egipcio. Por su lado, Colony Capital (compras apalancadas de bienes raíces) se ha quedado con la principal petrolera libia.

La masa de capitales extrabursátiles dedicadas a Levante y África septentrional pasó de US$ 315 millones -fines de 2004- a 5.200 millones justo dos años después. Estos fondos compran activos al menor precio posible (financiados con deuda nueva), los restructuran o achican y los revenden al mejor postor… si pueden..

Danza de billones

Ahora bien ¿cuál es el poder financiero de los jeques? Según la consultoría Dealogic, las colocaciones exteriores de Saudiarabia y otros estados en la península, salvo Yemén, han saltado de US$ 30.800 millones a fin de 2006 a 64.000 millones a fin de junio. O sea, 107,8% en seis meses.

Meses atrás, la bolsa de Dubái, controlada por el emir, tomaba 19,9% de Nasdaq group y le compraba a la misma sociedad el 28% que tenía en la bolsa de Londres. Entretanto, un fondo qatarí adquiría otro 20% en la LSE y Abú Dhabí absorbía 7,5% … de Carlyle. No es para menos: la liquidez en manos árabes es varias veces superior a la de los fondos de capital privado occidentales.

Por supuesto, esta fiebre puede acabar en el congreso norteamericano, como le sucedió a un intento (Dubái, nuevamente) de comprar seis puertos estratégicos. En ese momento, un grupo bipartidario de legisladores sostuvo que Dubái es títere de Saudiarabia y una de sus familias más influyentes se llama bin Laden. Rubenstein lo sabe. El ex presidente George H.W.Bush y su secretario de estado, James Baker, fueron asesores de Carlyle y, entre los aportes iniciales de capital obtenidos por el dúo, estaba el de los bin Laden.

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