Diversos países que han apostado por la reducción de daños -como Reino Unido, Suecia o Nueva Zelanda- muestran que regular inteligentemente estos productos reduce el tabaquismo y los costos sanitarios asociados y abre nuevos nichos de inversión, empleo y exportación.
Reducción de daños: menos enfermedades, menos gasto
El punto de partida es claro: fumar cigarrillos combustibles sigue siendo una de las principales causas evitables de enfermedad, muerte y gasto sanitario en el mundo. Al mismo tiempo, numerosos organismos de salud han concluido que los vapeadores, los productos de tabaco calentado y las bolsas de nicotina se sitúan muy por debajo del cigarrillo combustible en la escala de riesgo, porque eliminan la combustión y, con ella, la mayor parte de los tóxicos responsables del cáncer y las enfermedades cardiovasculares y respiratorias relacionadas con fumar.
Para un sistema de salud crónicamente tensionado como el argentino, esto no es un detalle menor. Menos fumadores significa, en el mediano plazo, menos infartos, menos internaciones por patologías respiratorias, menos tratamientos oncológicos de alto costo y, por tanto, un alivio fiscal tangible. La experiencia internacional muestra que cuando se permite y se fomenta el uso de alternativas menos dañinas, las tasas de tabaquismo caen más rápido que en países que solo insisten en la prohibición o el “dejar de fumar o nada”.
Legalizar y regular el vapeo y otros productos de nicotina alternativos, con estándares claros de calidad y restricciones de venta a menores, permitiría a Argentina transformar una fuente de gasto (el cigarrillo) en una estrategia de ahorro sanitario a largo plazo. Desde la visión de la organización de usuarios World Vapers’ Alliance (WVA), negar estas herramientas es, en la práctica, proteger el statu quo del cigarrillo combustible y perpetuar el costo humano y económico asociado.
De la economía informal a la formal
Hoy, buena parte del consumo de vapeo en Argentina se mueve en la informalidad: importaciones grises, productos sin control de calidad y comercio que no tributa. La prohibición, lejos de eliminar la demanda, la desplaza a canales opacos. Legalizar y regular abre la puerta a dos cambios estructurales: control real y recaudación fiscal.
Con un marco regulatorio razonable y una escala de impuestos diferenciados según riesgo, el Estado podría recaudar impuestos sobre productos que hoy en día se venden pero no tributan.
La experiencia de otros países muestra que, cuando se crea una categoría fiscal propia para productos de riesgo reducido, el Estado gana por partida doble; recauda por una nueva industria y, al mismo tiempo, reduce el enorme costo del tabaquismo sobre el sistema de salud.
Industria local, inversión y empleo
La legalización de los nuevos productos también habilitaría una cadena productiva completa dentro del país. Actualmente, casi la totalidad de los productos que se encuentran en Argentina son producidos en China y contrabandeados a través de la frontera con Paraguay.
Sin embargo, Argentina tiene capacidades agrícolas e industriales más que suficientes para desarrollar una industria propia de fabricación de dispositivos de vapeo y de calentamiento de tabaco, así como de líquidos de vapeo, cartuchos de tabaco calentado y bolsas de nicotina. La nicotina para obtener estos productos se obtiene de la planta del tabaco, de la que Argentina tiene gran capacidad productiva.
En vez de importar todo desde Asia, Argentina podría posicionarse como un polo regional de producción para América Latina, reduciendo la dependencia de terceros mercados. Esto se alinea con la narrativa liberal de Milei: pasar de una economía cerrada y prohibicionista a una que fomente la competencia, la innovación y el emprendimiento en sectores regulados, pero no asfixiados.
Oportunidad geopolítica
La coyuntura internacional abre otra ventana de oportunidad única para Argentina. Estados Unidos busca, de forma cada vez más explícita, reducir su dependencia de manufacturas chinas en sectores sensibles, y la cadena de suministros del vapeo y productos alternativos de nicotina está hoy fuertemente concentrada en China. Una Argentina alineada políticamente con la administración Trump tiene argumentos sólidos para ofrecerse como proveedor confiable de productos de nicotina de riesgo reducido, siempre que cumpla estándares regulatorios y de calidad compatibles con el mercado estadounidense.
Argentina podría atraer capital estadounidense y europeo para instalar plantas en territorio argentino destinadas a abastecer tanto el mercado local como el estadounidense y otros mercados occidentales. En un contexto en el que Washington busca el “friend‑shoring” -relocalizar cadenas de producción en países aliados-, la producción argentina de productos de nicotina encaja con la estrategia de diversificar proveedores fuera de China.
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