Desde hace tiempo las sociedades viven una contradicción evidente: los supermercados ya no dan bolsas para reducir el uso del plástico y piden a los clientes que lleven la suya propia. Pero prácticamente todo lo que venden tiene algún tipo de envoltorio plástico.
Es que la industria del packaging, tal como la conocemos, no ha logrado hasta ahora prescindir de ese material.
Pero la presión por un cambio se ha intensificó desde 2017 en toda Europa cuando la BBC emitió un documental titulado “Blue Planet” que mostraba las cantidades impresionantes de plástico — 8 millones de toneladas por año – terminaban en los mares.
Como consecuencia del “efecto Blue Planet” los consumidores comenzaron a protestar por los tenedores, cuchillos y cucharitas plásticas y a escrachar a las marcas que abusaban del material.
Pero, aunque las campañas verdes bregan por llevar los cambios mucho más allá, muchos ejecutivos advierten que existen verdaderos desafíos para reducir la dependencia del plástico.
A saber: utilizar vidrio y metal suele significar aumentar las emisiones de gas de invernadero porque son más pesados. El plástico es liviano, versátil, barato y durable, lo que permite a las empresas maximizar la duración del producto en góndola y minimizar los costos de manufactura y transporte.
Si bien las empresas, los científicos y los emprendedores que respondieron una encuesta del Financial Times de Londres aceptan que el cambio es inevitable no cooinciden en cómo ven el futuro. Unos sugieren hacer más reciclable el plástico. Otros creen que hay otros materiales, como el papel recubierto, la fibra y el cartón podrían usarse como reemplazantes en muchos casos.
Cada auno de los procedimientos tendría implicancias totalmente diferentes en términos de costos, beneficios y conveniencia.