<p>Por ejemplo, el año pasado ese gobierno amenazó con aplicarle una ley de licencia obligatoria a un laboratorio extranjero si no ofrecía descuentos de precios. Entretanto, investigadores estatales desarrollaban compuestos tan impresionantes como uno para tratar la malaria. Pese a eso, la gran industria de los países centrales se mostraba recelosa.</p>
<p>Sin duda, su cautela abarca todos los países en desarrollo, en particular los más grandes (China, India, Brasil, Sudáfrica), que las farmoquímicas del “primer mundo” ven como fuente de muchos disgustos y pocas utilidades. Hace varios años, por ejemplo, la británica GlaxoSmithKline (GSK) fue derrotada en Sudáfrica al defender a rajatabla sus patentes exclusivas sobre una droga para tratar el sida. La suiza Novartis perdió una enconada batalla por la patente de Gleevec, un redituable específico contra ciertos tumores. Ahora mismo, las compañías afrontan la asamblea anual de la Organización Mundial de Salud. Su tema central: medicamentos para los pobres.</p>
<p>En otro extremo, hay empresas como Moksha8, lanzada en abril con financiamiento de Texas Pacific Group, un fondo inversor extrabursátil. Su objeto es aprovechar el descuido de los grandes laboratorios vis-à-vis las economías en desarrollo. La firma tomará licencias por marca y luego colocará los específicos entre la clase media –no los pobres- de países emergentes. Ya ha presentado en Brasil dos docenas de medicamentos licenciados por Roche y Pfizer.</p>
<p>Sin la menor duda, son síntomas de cambos en marcha. Por lo común, el negocio se centraba en males que afligen a países ricos. Pero, a medida como esos mercados pierden ritmo por dos causas (genéricos, controles de precios), aun en Estados Unidos, las empresas repiensan sus esquemas.</p>
<p>La consultoría McKinsey estima que, en valor, el mercado farmoquímico indio se habrá expandido de US$ 6.300 millones en 205 a 20.000 millones en 2014. China puede superar de lejos esta evolución. Semejantes perspectivas brinda oportunidades doradas. Dr. Reddy’s, una compañía india que avanza de la simple copia a la innovación en materia de fármacos, sostiene que también las compañías occidentales están evolucionando. Al respecto, vale como muestra la reciente reorganización de GSK. Su nuevo director ejecutivo, Andrew Witty, ha resuelto combinar sus pequeñas divisiones (que operan en países emergentes) en una. Se la entregará a Abbas Hussain, tras quitárselo a la norteamericana Eli Lilly, nada menos.</p>
<p>Históricamente, las farmoquímicas marchaban a economías en desarrollo para reducir costos, no para satisfacer necesidades locales. Eso cambia. Novartis ha abierto centros de investigaciones en Shanghai y Singapur, dedicados a enfermedades tropicales. Los gigantes pueden, claro, argüir que s meta es acceder a una red global de innovación y comprender la mecánica de los mercados locales.</p>
<p>Por ejemplo, los cánceres virales son raros en Europa occidental pero habituales en China. Deloitte, otra consultoría, nota que los pacientes de Asia oriental/sudoriental suelen responder en forma distinta que los europeos a la anestesia. En este nuevo contexto, “vemos a China e India como socios en investigación y desarrollo”, afirma Robert Court (GSK).</p>
<p> </p>
<p> </p>
Farmoquímica: un futuro que reside en los mercados emergentes
El crecimiento del sector depende de economías en desarrollo, revela un informe privado conocido esta semana. Brasil es típico: sus fabricantes de genéricos burlan patentes internacionales, algo frecuente en el resto del ex tercer mundo.