Enron: investigan sociedades colaterales

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El Congreso se propone averiguar quiénes eran los inversores, quiénes les ofrecieron acciones en sociedades colaterales y por qué. El caso puede llegar a ser un “Watergate corporativo”.

“Tenemos que averiguar quiénes eran los inversores, quiénes les vendieron acciones en esas sociedades colaterales, por qué y qué ganaban ambas partes. Así sabremos si hubo estafas”. Estas palabras del senador Byron Dorgan (demócrata, Dakota norte), coinvestigador en el caso Enron, definen una nueva fase de la múltiple causa: detectar e interrogar a quienes pusieron dinero en las firmas fantasmas -casi 900 de ellas en sedes offshore del Caribe- que la compañía usó para inflar ganancias y disimular pérdidas.

A criterio de varios expertos legales y financieros, esos socios, muchos de los cuales jamás fueron identificados, pueden incluir firmas de Wall Street, inversores institucionales y fondos de pensión. Semejante posibilidad, teme Dorgan, “elevaría esto a la categoría de un Watergate corporativo, con amplios y duros alcances políticos”. En general, “el equipo encabezado por Kenneth Lay (ex CEO de Enron) atraía inversores prometiendo utilidades de 100% o más”, reveló el gerente de un fondo mutual en un testimonio reservado. El grupo precisaba socios externos para cumplir con normas contables y descontar de los balances activos o pasivos.

“En verdad, alquilaban nombres de inversores para maquillar los libros”, define Lawrence Soderquist, de la Escuela de Derecho Vanderbilt. El representante (diputado) William Tauzin (republicano, Luisiana), jefe de la comisión de energía y comercio, confirmó que se habían pedido los registros societarios de Enron para tratar de identificar a esos inversores. También se inquirió si la destrucción intencional de documentos por parte de la auditoría Arthur Andersen había incluido datos de esa clase.

Un memo

Por cierto, un memorándum interno de AA, divulgado por la comisión investigadora, sindica al Canadian Imperial Bank of Commerce (tercera entidad de su país) como inversor en LMJ2, una sociedad armada por Andrew Fastow, ex director financiero de Enron Corp., para derivar activos ubicados en Houston. Entre ellos, caños de fibra óptica comprados a la compañía a muy alto precio en junio de 2000 y revendidos, seis meses después, a otra firma fantasma controlada por Fastow. La entidad de Ottawa se negó a hacer comentarios.

La oferta pública de acciones LMJ2 fue timoneada por el área banca de inversión de Merrill Lynch & Co, que –según el New York Times- no desconocía los motivos reales de Fastow y sus colegas. Ya a fines de 2000, varios inversores potenciales fueron advertidos de que Enron, vía esas sociedades, controlaba 50% más activos que los admitidos por la Securities & Exchange Commission (SEC, comisión federal de valores).

Enron empleó docenas de esas sociedades para manejar activos tales como plantes eléctricas, insumos y bienes raíces. Ocurre que la legislación contable permite excluir de los libros el pasivo de una firma colateral si por lo menos 3% del paquete pertenece a un accionista independiente. Estas deudas encubiertas llegaron a miles de millones, en tanto los estados financieros de Enron “cumplían” conel compromiso de aumentar ingresos 20% cada año.

Algo olía mal

Un fondo mutual tejano explicó a los investigadores que Fastow lo habían invitado a invertir en LMJ2 y otras firmas en enero de 2000. Por entonces, el ejecutivo quería reunir US$ 400 millones para comprar y revender activos de la compañía, lo cual planteaba un “evidente conflicto de intereses que olía mal”, a juicio de ese fondo. Fastow era simultáneamente director financiero de Enron y socio principal de LMJ2. Aparte, se tentaba a posibles aportantes con la perspectiva de generar utilidades de 100 a 150% en poco tiempo.

Muchos bancos e inversores que trabajaban con Enron se han negado a dar explicaciones. Por ejemplo, JP Morgan Chase, la segunda entidad financiera de Estados Unidos, arrojó a pérdidas US$ 456 millones en préstamos y operaciones conjuntas con la empresa hoy en quiebra, pero todavía su exposición a riesgos suma US$ 2.060 millones. Los que le siguen en tamaño, Bank of America, Wachovia Corporation y SunTrust Banks Inc., también han mandado a pérdidas montos importantes, y también se niegan a abrir la boca.

El sistema jubilatorio de los empleados públicos de California, cuya mutual –Calpers- es el mayor fondo de pensión en EE.UU., venía colocándose en Enron desde 1993. Calpers había puesto US$ 250 millones en Joint Energy Development Investments (JEDI; nada que ver con la guerra de las galaxias), que se dedicaba a comprar participaciones en generadores independientes de gas. En 1988, Enron le propuso a Calpers tomar acciones en JEDI II, cosa que el fondo aceptó con la condición de que su socio le recomprase las colocaciones iniciales en JEDI. Para ello, Enron creó Chewco Investments LP y esta sociedad fantasma le pagó a Calpers US$ 383 millones, lo que implicaba 133 millones de sobreprecio.

¿Por qué? Porque Enron controlaba tanto Chewco como JEDI II y, por ende, carecía de un aporte independiente para mantener las sociedades y sus deudas fuera del balance consolidado. En noviembre de aquel año, pues, Enron “recalculó” los ingresos de 1997 reduciendo utilidades en US$ 586 millones y añadiendo los US$ 2.600 millones adeudados por Chewco. La SEC no tuvo objeciones.

Hasta el momento, las investigaciones legislativas y judiciales ponen en claro que esas sociedades “fuera de los balances” a la larga contribuyeron a la licuación financiera de la compañía madre. Ahora, la SEC y el departamento federal de Justicia también buscan identificar y pedir explicaciones a los “socios pasivos” de Enron.

“Tenemos que averiguar quiénes eran los inversores, quiénes les vendieron acciones en esas sociedades colaterales, por qué y qué ganaban ambas partes. Así sabremos si hubo estafas”. Estas palabras del senador Byron Dorgan (demócrata, Dakota norte), coinvestigador en el caso Enron, definen una nueva fase de la múltiple causa: detectar e interrogar a quienes pusieron dinero en las firmas fantasmas -casi 900 de ellas en sedes offshore del Caribe- que la compañía usó para inflar ganancias y disimular pérdidas.

A criterio de varios expertos legales y financieros, esos socios, muchos de los cuales jamás fueron identificados, pueden incluir firmas de Wall Street, inversores institucionales y fondos de pensión. Semejante posibilidad, teme Dorgan, “elevaría esto a la categoría de un Watergate corporativo, con amplios y duros alcances políticos”. En general, “el equipo encabezado por Kenneth Lay (ex CEO de Enron) atraía inversores prometiendo utilidades de 100% o más”, reveló el gerente de un fondo mutual en un testimonio reservado. El grupo precisaba socios externos para cumplir con normas contables y descontar de los balances activos o pasivos.

“En verdad, alquilaban nombres de inversores para maquillar los libros”, define Lawrence Soderquist, de la Escuela de Derecho Vanderbilt. El representante (diputado) William Tauzin (republicano, Luisiana), jefe de la comisión de energía y comercio, confirmó que se habían pedido los registros societarios de Enron para tratar de identificar a esos inversores. También se inquirió si la destrucción intencional de documentos por parte de la auditoría Arthur Andersen había incluido datos de esa clase.

Un memo

Por cierto, un memorándum interno de AA, divulgado por la comisión investigadora, sindica al Canadian Imperial Bank of Commerce (tercera entidad de su país) como inversor en LMJ2, una sociedad armada por Andrew Fastow, ex director financiero de Enron Corp., para derivar activos ubicados en Houston. Entre ellos, caños de fibra óptica comprados a la compañía a muy alto precio en junio de 2000 y revendidos, seis meses después, a otra firma fantasma controlada por Fastow. La entidad de Ottawa se negó a hacer comentarios.

La oferta pública de acciones LMJ2 fue timoneada por el área banca de inversión de Merrill Lynch & Co, que –según el New York Times- no desconocía los motivos reales de Fastow y sus colegas. Ya a fines de 2000, varios inversores potenciales fueron advertidos de que Enron, vía esas sociedades, controlaba 50% más activos que los admitidos por la Securities & Exchange Commission (SEC, comisión federal de valores).

Enron empleó docenas de esas sociedades para manejar activos tales como plantes eléctricas, insumos y bienes raíces. Ocurre que la legislación contable permite excluir de los libros el pasivo de una firma colateral si por lo menos 3% del paquete pertenece a un accionista independiente. Estas deudas encubiertas llegaron a miles de millones, en tanto los estados financieros de Enron “cumplían” conel compromiso de aumentar ingresos 20% cada año.

Algo olía mal

Un fondo mutual tejano explicó a los investigadores que Fastow lo habían invitado a invertir en LMJ2 y otras firmas en enero de 2000. Por entonces, el ejecutivo quería reunir US$ 400 millones para comprar y revender activos de la compañía, lo cual planteaba un “evidente conflicto de intereses que olía mal”, a juicio de ese fondo. Fastow era simultáneamente director financiero de Enron y socio principal de LMJ2. Aparte, se tentaba a posibles aportantes con la perspectiva de generar utilidades de 100 a 150% en poco tiempo.

Muchos bancos e inversores que trabajaban con Enron se han negado a dar explicaciones. Por ejemplo, JP Morgan Chase, la segunda entidad financiera de Estados Unidos, arrojó a pérdidas US$ 456 millones en préstamos y operaciones conjuntas con la empresa hoy en quiebra, pero todavía su exposición a riesgos suma US$ 2.060 millones. Los que le siguen en tamaño, Bank of America, Wachovia Corporation y SunTrust Banks Inc., también han mandado a pérdidas montos importantes, y también se niegan a abrir la boca.

El sistema jubilatorio de los empleados públicos de California, cuya mutual –Calpers- es el mayor fondo de pensión en EE.UU., venía colocándose en Enron desde 1993. Calpers había puesto US$ 250 millones en Joint Energy Development Investments (JEDI; nada que ver con la guerra de las galaxias), que se dedicaba a comprar participaciones en generadores independientes de gas. En 1988, Enron le propuso a Calpers tomar acciones en JEDI II, cosa que el fondo aceptó con la condición de que su socio le recomprase las colocaciones iniciales en JEDI. Para ello, Enron creó Chewco Investments LP y esta sociedad fantasma le pagó a Calpers US$ 383 millones, lo que implicaba 133 millones de sobreprecio.

¿Por qué? Porque Enron controlaba tanto Chewco como JEDI II y, por ende, carecía de un aporte independiente para mantener las sociedades y sus deudas fuera del balance consolidado. En noviembre de aquel año, pues, Enron “recalculó” los ingresos de 1997 reduciendo utilidades en US$ 586 millones y añadiendo los US$ 2.600 millones adeudados por Chewco. La SEC no tuvo objeciones.

Hasta el momento, las investigaciones legislativas y judiciales ponen en claro que esas sociedades “fuera de los balances” a la larga contribuyeron a la licuación financiera de la compañía madre. Ahora, la SEC y el departamento federal de Justicia también buscan identificar y pedir explicaciones a los “socios pasivos” de Enron.

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