Hay dos empresas mellizas, una a cada lado del océano Atlántico: Alfred H. Schütte Company, en Alemania y Markel Corporation, en Estados Unidos. Ambas son pequeñas empresas familiares que fabrican autopartes. La suerte de ambas depende del valor del dólar, un factor decisivo según la orilla desde la que se lo mire.
Con el dólar bajo frente al euro, Markel gana y Schütte pierde. El dueño de la primera recibe incontables pedidos de Alemania, Portugal y República Checa. El dólar increíblemente bajo le permite fijar precios competitivos.
En Alemania, el euro caro ha elevado el precio de las exportaciones alemanas para compradores fuera de Europa y su dueño pierde clientes mientras sus millonarias maquinarias trabajan a media marcha.
“Si el euro se mantiene en ese nivel (casi US$ 1,40) durante varios años, las empresas europeas perderán mucho dinero”, observa el nieto del fundador Welcker. Ésa es la sensación que reina en los países de Europa a medida que van comprendiendo que es altamente probable que el gobierno de Bush tolere la debilidad del dólar durante mucho tiempo. Si eso ocurre, sufrirán las exportaciones europeas y frustrarán la recuperación económica del continente.
En Estados Unidos, los fabricantes que ya sufrieron el éxodo de producción y empleo a mercados más baratos, se frotan las manos ante la caída del dólar. Para los exportadores de ese país, la moneda es un lubricante que engrasa el camino para sus productos.
En una economía global, la suerte de un país puede ser la desgracia de otro. Por ahora, Europa paga el pato del colapso de la moneda estadounidense. El gobierno chino ata su moneda a la de Estados Unidos mientras Japón y otros países asiáticos intervienen con fuerza en los mercados monetarios para empujar la suba de sus monedas.
Es probable que el impacto de la caída del dólar todavía no se haya hecho sentir en toda su dimensión. En primer lugar, tendría que caer mucho más para hacer mella en el déficit de cuenta corriente de US$ 620.000 millones: a menos que se produzca una importante apreciación en las monedas asiáticas y un fenomenal cambio en política fiscal para cerrar la brecha presupuestaria federal, lo cual reduciría la dependencia de Washington de los préstamos en el extranjero.
En estos días, los europeos pierden no sólo frente a Estados Unidos sino frente a China, Japón, Corea del Sur y otros.
La diferente suerte de Markel y Schütte muestra a las claras cómo la fluctuación de las tasas de cambio puede hacer añicos la competitividad de una empresa, multiplicar o reducir sus ventajas de costos, a veces a velocidades increíbles.
Hay dos empresas mellizas, una a cada lado del océano Atlántico: Alfred H. Schütte Company, en Alemania y Markel Corporation, en Estados Unidos. Ambas son pequeñas empresas familiares que fabrican autopartes. La suerte de ambas depende del valor del dólar, un factor decisivo según la orilla desde la que se lo mire.
Con el dólar bajo frente al euro, Markel gana y Schütte pierde. El dueño de la primera recibe incontables pedidos de Alemania, Portugal y República Checa. El dólar increíblemente bajo le permite fijar precios competitivos.
En Alemania, el euro caro ha elevado el precio de las exportaciones alemanas para compradores fuera de Europa y su dueño pierde clientes mientras sus millonarias maquinarias trabajan a media marcha.
“Si el euro se mantiene en ese nivel (casi US$ 1,40) durante varios años, las empresas europeas perderán mucho dinero”, observa el nieto del fundador Welcker. Ésa es la sensación que reina en los países de Europa a medida que van comprendiendo que es altamente probable que el gobierno de Bush tolere la debilidad del dólar durante mucho tiempo. Si eso ocurre, sufrirán las exportaciones europeas y frustrarán la recuperación económica del continente.
En Estados Unidos, los fabricantes que ya sufrieron el éxodo de producción y empleo a mercados más baratos, se frotan las manos ante la caída del dólar. Para los exportadores de ese país, la moneda es un lubricante que engrasa el camino para sus productos.
En una economía global, la suerte de un país puede ser la desgracia de otro. Por ahora, Europa paga el pato del colapso de la moneda estadounidense. El gobierno chino ata su moneda a la de Estados Unidos mientras Japón y otros países asiáticos intervienen con fuerza en los mercados monetarios para empujar la suba de sus monedas.
Es probable que el impacto de la caída del dólar todavía no se haya hecho sentir en toda su dimensión. En primer lugar, tendría que caer mucho más para hacer mella en el déficit de cuenta corriente de US$ 620.000 millones: a menos que se produzca una importante apreciación en las monedas asiáticas y un fenomenal cambio en política fiscal para cerrar la brecha presupuestaria federal, lo cual reduciría la dependencia de Washington de los préstamos en el extranjero.
En estos días, los europeos pierden no sólo frente a Estados Unidos sino frente a China, Japón, Corea del Sur y otros.
La diferente suerte de Markel y Schütte muestra a las claras cómo la fluctuación de las tasas de cambio puede hacer añicos la competitividad de una empresa, multiplicar o reducir sus ventajas de costos, a veces a velocidades increíbles.