Durante decenios, United Autoworkers (UAW), principal sindicato de la actividad, ha obsetenido del trío convenios casi idénticos. Sea en salarios, sea en otros beneficios y también en concesiones a una patronal cuya política de fusiones, adquisiciones y modelos acumula fracaso tras fracaso desde fines de los años 90.
Este año algo cambió. GM y Ford quieren ahorrarse gastos transfiriendo servicios médicos a un fondo en manos de la UAW. Dicho de otro, que la parte gremial pague por obligaciones sociales de las empresas. Chrysler holding, controlado por Cerberus Capital (que aún debe reunir US$ 10.500 millones para pagar 81% del ex Chyysler group), tiene otras prioridades.
El benjamín de Detroit debe negociar “ahorros” más en lo inmediato, pues esta desesperado por efectivo para financiar la compra apalancada y las propias operaciones de planta. Por ende, está en conversaciones secretas con el sindicato.
Las nuevas divergencias pueden dificultar la lista de concesiones que GM y Ford intentan extraerle a la UAW esgrimiento la misma amenaza velada: “o nos dan lo que queremos o producimos menos”. Pero eso es en realidad imposible, pues menos unidades significan menos ventas y utilidades. El sindicato lo sabe y le conviene presentar batalla a un frente dividido, ya que representa casi 182.000 trabajadores. Vale decir, un tercio de la fuerza laboral de las compañías en todo el mundo.
Las dos mayores firmas de Detroit –ya no del globo- necesitan recortar pérdidas y satisfacer exigencias de los accionistas. Expectativas sobre presuntos éxitos en las paritarias de este año hicieron recobrar hasta 10% del valor bursátil. Pero después vinieron las corridas. Ahora, Chrysler se corta sola porque su compra apalancada la sacó de Wall Street y la ex DaimlerChryler es ahora Daimler a secas (cotiza en Fráncfort).
Sin embargo, Chrysler es un naipe bravo. Aun sin accionistas molestos, Cerberus precisa mejorar retornos en corto plazo y gastar lo menos posible mientras junta aquellos US$ 10.500 millones que tantos gurúes neoyorquinos quisieran olvidar. En medio de todo eso, la UAW discute con GM, Ford y –secretamente- Chrysler la renovación de convenios por cuatro años que expiran el 14 de septiembre. Los plazos aprietan y nadie se anima a imaginar (empezando por los alemanes) qué ocurriría si Cerberus –asediado por la iliquidez financiera global o un colapso de compras apalancadas- tirase la toalla.
Durante decenios, United Autoworkers (UAW), principal sindicato de la actividad, ha obsetenido del trío convenios casi idénticos. Sea en salarios, sea en otros beneficios y también en concesiones a una patronal cuya política de fusiones, adquisiciones y modelos acumula fracaso tras fracaso desde fines de los años 90.
Este año algo cambió. GM y Ford quieren ahorrarse gastos transfiriendo servicios médicos a un fondo en manos de la UAW. Dicho de otro, que la parte gremial pague por obligaciones sociales de las empresas. Chrysler holding, controlado por Cerberus Capital (que aún debe reunir US$ 10.500 millones para pagar 81% del ex Chyysler group), tiene otras prioridades.
El benjamín de Detroit debe negociar “ahorros” más en lo inmediato, pues esta desesperado por efectivo para financiar la compra apalancada y las propias operaciones de planta. Por ende, está en conversaciones secretas con el sindicato.
Las nuevas divergencias pueden dificultar la lista de concesiones que GM y Ford intentan extraerle a la UAW esgrimiento la misma amenaza velada: “o nos dan lo que queremos o producimos menos”. Pero eso es en realidad imposible, pues menos unidades significan menos ventas y utilidades. El sindicato lo sabe y le conviene presentar batalla a un frente dividido, ya que representa casi 182.000 trabajadores. Vale decir, un tercio de la fuerza laboral de las compañías en todo el mundo.
Las dos mayores firmas de Detroit –ya no del globo- necesitan recortar pérdidas y satisfacer exigencias de los accionistas. Expectativas sobre presuntos éxitos en las paritarias de este año hicieron recobrar hasta 10% del valor bursátil. Pero después vinieron las corridas. Ahora, Chrysler se corta sola porque su compra apalancada la sacó de Wall Street y la ex DaimlerChryler es ahora Daimler a secas (cotiza en Fráncfort).
Sin embargo, Chrysler es un naipe bravo. Aun sin accionistas molestos, Cerberus precisa mejorar retornos en corto plazo y gastar lo menos posible mientras junta aquellos US$ 10.500 millones que tantos gurúes neoyorquinos quisieran olvidar. En medio de todo eso, la UAW discute con GM, Ford y –secretamente- Chrysler la renovación de convenios por cuatro años que expiran el 14 de septiembre. Los plazos aprietan y nadie se anima a imaginar (empezando por los alemanes) qué ocurriría si Cerberus –asediado por la iliquidez financiera global o un colapso de compras apalancadas- tirase la toalla.